Anuncio de la muerte de Moisés. Bendiciones de Moisés. Muerte de Moisés.

Anuncio de la muerte de Moisés.

Yahvé habló a Moisés aquel mismo día y le dijo: «Sube a esa montaña de los Abarín, al monte Nebo que está en el país de Moab, frente a Jericó, y contempla la tierra de Canaán que yo doy en propiedad a los israelitas. En el monte al que vas a subir morirás, e irás a reunirte con los tuyos, como tu hermano Aarón murió en el monte Hor y fue a reunirse con los suyos. Por haberme sido infiel en medio de los israelitas, en las aguas de Meribá Cadés, en el desierto de Sin, por no haber reconocido mi santidad en medio de los israelitas, por eso, sólo de lejos verás la tierra, pero no entrarás en ella, en esa tierra que yo doy a los israelitas.»

Bendiciones de Moisés.

Esta es la bendición con la que Moisés, hombre de Dios, bendijo a los israelitas antes de morir. Dijo: Ha venido Yahvé del Sinaí. Para ellos desde Seír se ha levantado, ha brillado desde el monte Parán. Con él las miríadas de Cadés, Ley de fuego en su diestra para ellos.
Tú que amas a los antepasados, todos los santos están en tu mano. Y ellos, postrados a tus pies, cargados están de tus palabras. Una Ley nos señaló Moisés herencia de la asamblea de Jacob. Hubo un rey en Yesurún, cuando se congregaron los jefes del pueblo, todas juntas las tribus de Israel.

¡Viva Rubén y nunca muera, aunque sean pocos sus nombres!
Para Judá dijo esto: Escucha, Yahvé, la voz de Judá y guíale hacia su pueblo. Sus manos le defenderán y tú serás su auxilio contra sus enemigos.
Para Levi dijo: Dale a Levi tus Urim y tus Tumim al hombre de tu agrado, a quien probaste en Massá, con quien querellaste en las aguas de Meribá, el que dijo de su padre y de su madre: «No los he visto.» El que no reconoce a sus hermanos y a sus hijos desconoce. Pues guardan tu palabra, y tu alianza observan.
Ellos enseñan tus normas a Jacob y tu Ley a Israel; ofrecen incienso en tu presencia, y perfecto sacrificio en tu altar. Bendice, Yahvé, su vigor, y acepta la obra de sus manos. Rompe los lomos a sus adversarios y a sus enemigos, que no se levanten.

Para Benjamín dijo: Querido de Yahvé, en seguro reposa junto a El, todos los días le protege, y entre sus hombros mora.
Para José dijo: Su tierra es bendita de Yahvé; para él lo mejor de los cielos: el rocío, y del abismo que reposa abajo; lo mejor de los frutos del sol, de lo que brota a cada luna, las primicias de los montes antiguos, lo mejor de los collados eternos, lo mejor de la tierra y cuanto contiene, y el favor del que mora en la Zarza: ¡caiga sobre la cabeza de José, sobre la frente del elegido entre sus hermanos! Primogénito del toro, a él la gloria, cuernos de búfalo sus cuernos; con ellos acornea a los pueblos todos juntos hasta los confines de la tierra. Tales son las miríadas de Efraím, tales los millares de Manasés.
Para Zabulón dijo: Recocíjate, Zabulón, en tus empresas, y tú, Isacar, en tus tiendas. Convocarán a pueblos a la montaña, ofrecerán sacrificios de justicia, pues gustarán la abundancia de los mares, y los tesoros ocultos en la arena.
Para Gad dijo: ¡Bendito el que ensanchó a Gad! Echado está como leona; ha desgarrado un brazo, y hasta una cabeza; se ha quedado con las primicias, pues allí la porción de jefe le estaba reservada, y ha venido a la cabeza del pueblo: ha cumplido la justicia de Yahvé, y sus juicios con Israel.
Para Dan dijo: Dan es un cachorro de león, que se lanza desde Basán.
Para Neftalí dijo: Neftalí, saciado de favor, colmado de la bendición de Yahvé, Oeste y Mediodía son su posesión.
Para Aser dijo: ¡Bendito Aser entre los hijos! Sea el favorito entre sus hermanos, y bañe su pie en aceite. Sea tu cerrojo de hierro y de bronce, y tu fuerza tan larga como tus días.
Nadie como el Dios de Yesurún, que cabalga los cielos en tu auxilio, y las nubes, en su majestad.
El Dios de antaño es tu refugio, estás debajo de los brazos eternos. El expulsa ante ti al enemigo, y dice: ¡Destruye! Israel mora en seguro; la fuente de Jacob aparte brota para un país de trigo y vino; hasta sus cielos el rocío destilan. Dichoso tú, Israel, ¿quién como tú, pueblo salvado por Yahvé, cuyo escudo es tu auxilio, cuya espada es tu esplendor? Tus enemigos tratarán de engañarte, pero tú hollarás sus espaldas.

Muerte de Moisés.

Moisés subió de las Estepas de Moab al monte Nebo, cumbre del Pisgá, frente a Jericó, y Yahvé le mostró la tierra entera: de Galaad hasta Dan, todo Neftalí, la tierra de Efraím y de Manasés, toda la tierra de Judá, hasta el mar Occidental, el Négueb, la comarca del valle de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Soar.
Y Yahvé le dijo: «Esta es la tierra que bajo juramento prometí a Abrahán, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia se la daré. Te dejo verla con tus ojos, pero no pasarás a ella.»

Allí murió Moisés, siervo de Yahvé, en el país de Moab, como había dispuesto Yahvé.
Le enterró en el Valle, en el País de Moab, frente a Bet Peor. Nadie hasta hoy ha conocido su tumba. Tenía Moisés 120 años cuando murió: y no se había apagado su ojo ni se había perdido su vigor. Los israelitas lloraron a Moisés treinta días en las Estepas de Moab; cumplieron así los días de llanto por el duelo de Moisés.

Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos. A él obedecieron los israelitas, cumpliendo la orden que Yahvé había dado a Moisés.
No ha vuelto a surgir en Israel un profeta como Moisés, a quien Yahvé trataba cara a cara,
nadie como él en todas las señales y prodigios que Yahvé le envió a realizar en el país de Egipto, contra el Faraón,y contra todos sus siervos y contra todo su país, y en la mano tan fuerte y el gran terror que Moisés puso por obra a los ojos de todo Israel.