Las maldiciones. Perspectivas de guerra y de destierro.

Las maldiciones.

Pero si desoyes la voz de Yahvé tu Dios, y no cuidas de practicar todos sus mandamientos y sus preceptos, que yo te prescribo hoy, te sobrevendrán y te alcanzarán todas las maldiciones siguientes:
Maldito serás en la ciudad y maldito en el campo. Malditas serán tu cesta y tu artesa.
Maldito el fruto de tus entrañas y el fruto de tu suelo, el parto de tus vacas y las crías de tus ovejas. Maldito serás cuando entres y maldito cuando salgas.
Yahvé enviará contra ti la maldición, el desastre, la amenaza, en todas tus empresas, hasta que seas exterminado y perezcas rápidamente, a causa de la perversidad de tus acciones por las que me habrás abandonado. Yahvé hará que se te pegue la peste, hasta que te haga desaparecer de esta tierra adonde vas a entrar para tomarlo en posesión. Yahvé te herirá de tisis, fiebre, inflamación, gangrena, sequía, tizón y añublo, que te perseguirán hasta que perezcas. Los cielos de encima de tu cabeza serán de bronce, y la tierra de debajo de ti será de hierro. Yahvé dará como lluvia a tu tierra polvo y arena, que caerán del cielo sobre ti hasta tu destrucción. Yahvé hará que sucumbas ante tus enemigos: salido a su encuentro por un camino, por siete caminos huirás de ellos, y serás el espanto de todos los reinos de la tierra.
Tu cadáver será pasto de todas las aves del cielo y de todas las bestias de la tierra sin que nadie las espante.

Yahvé te herirá con úlceras de Egipto, con tumores, sarna y tiña, de las que no podrás sanar.
Yahvé te herirá de delirio, ceguera y pérdida de sentidos, hasta el punto que andarás a tientas en pleno mediodía como el ciego anda a tientas en la oscuridad, y tus pasos no llegarán a término. Estarás oprimido y despojado toda la vida, y no habrá quien te salve. Te desposarás con una mujer y otro hombre la hará suya; edficarás una casa y no la habitarás; plantarás una viña y no podrás disfrutar de ella. Tu buey será degollado a tus propios ojos, y no podrás comer de él; tu asno será robado en tu presencia, y no se te devolverá; tus ovejas serán entregadas a tus enemigos, y no habrá quien te salve; tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo; tus ojos se consumirán mirando todos los días hacia ellos, pero tus manos no podrán hacer nada. El fruto de tu tierra y toda tu fatiga lo comerá un pueblo que no conoces. No serás más que un explotado y oprimido toda la vida. Y te volverás loco ante el espectáculo que verás con tus ojos. Yahvé te herirá de úlceras malignas en las rodillas y en las piernas, de las que no podrás sanar, desde la planta de los pies hasta la coronilla de la cabeza.

Yahvé te llevará a ti y al que hayas puesto sobre ti a una nación que ni tú ni tus padres conocíais, y allí servirás a otros dioses, de madera y de piedra. Serás el asombro, el proverbio y la irrisión de todos los pueblos a donde Yahvé te conduzca. Echarás en tus campos mucha semilla y cosecharás poco, porque la asolará la langosta. Plantarás y cultivarás viñas, pero no beberás vino ni recogerás nada, porque el gusano las devorará.
Tendrás olivos por todo tu territorio, pero no te ungirás de aceite, porque tus olivos caerán.
Engendrarás hijos e hijas, pero no serán para ti, porque irán al cautiverio. Todos tus árboles y los frutos de tu tierra serán presa de los insectos.

El forastero que vive junto a ti subirá a costa tuya cada vez más alto, y tú caerás cada vez más bajo. El te prestará, y tú tendrás que tomar prestado; él estará a la cabeza y tú a la cola. Todas estas maldiciones caerán sobre ti, te perseguirán y te alcanzarán hasta destruirte, por no haber escuchado la voz de Yahvé tu Dios, guardando los mandamientos y los preceptos que él te ha prescrito. Serán como una señal y un prodigio sobre ti y sobre tu descendencia para siempre.

Perspectivas de guerra y de destierro.

Por no haber servido a Yahvé tu Dios en la alegría y la dicha de corazón, cuando abundabas en todo, servirás a los enemigos que Yahvé enviará contra ti, con hambre, sed, desnudez y privación de todo. El pondrá en tu cuello un yugo de hierro hasta que te destruya. Yahvé levantará contra ti una nación venida de lejos, de los extremos de la tierra, como el águila que se cierne. Será una nación de lengua desconocida para ti, una nación de rostro fiero, que no respetará al anciano ni tendá compasión del muchacho. Comerá el fruto de tu ganado y el fruto de tu suelo, hasta destruirte; no te dejará trigo, mosto, ni aceite, ni los partos de tus vacas, ni las crías de tus ovejas, hasta acabar contigo. Te asediará en todas tus ciudades, hasta que caigan en toda tu tierra tus murallas más altas y más fortificadas, en las que tú ponías tu confianza. Te asediará en tus ciudades, en toda la tierra que te haya dado Yahvé tu Dios. Comerás el fruto de tus vientre, la carne de tus hijos y tus hijas que te haya dado Yahvé tu Dios, en el asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo. El más delicado y tierno de entre los tuyos mirará con malos ojos a su hermano, e incluso a la esposa de su corazón y a los hijos que le queden, negándose a compartir con ellos la carne de sus hijos que se comerá, al quedarle ya nada en el asedio y la angustia a que tu enemigo te reducirá en todas tus ciudades. La más delicada y tierna de las mujeres de tu pueblo, tan delicada y tierna que no hubiera osado posar en tierra la planta de su pie, mirará con malos ojos al esposo de su corazón, e incluso a su hijo y a su hija, a las secundinas salidas de su seno y a los hijos que dé a luz, pues los comerá a escondidas, por la privación de todo, en el asedio y la angustia a que te reducirá tu enemigo en todas tus ciudades.

Si no cuidas de poner en práctica todas las palabras de esta Ley escritas en este libro, temiendo a ese nombre glorioso y temible, a Yahvé tu Dios, Yahvé hará terribles tus plagas y las de tu descendencia: plagas grandes y duraderas, enfermedades perniciosas y tenaces.
Hará caer de nuevo sobre ti aquellas epidemias de Egipto a las que tanto miedo tenías, y se pegarán a ti. Más todavía, todas las enfermedades y plagas que no se mencionan en el libro de esta Ley, las suscitará Yahvé contra ti, hasta destruirte. No quedaréis más que unos pocos hombres, vosotros que erais tan numerosos como las estrellas del cielo, por haber desoído la voz de Yahvé tu Dios.

Y sucederá que lo mismo que Yahvé se complacía en haceros favor y en multoplicaros, así se gozará en perderos, y destruiros. Seréis arrancados del suelo adonde vas a entrar para tomarlo en posesión. Yahvé te dispersará entre todos los pueblos, de un extremo a otro de la tierra, y allí servirás a otros dioses, de madera y de piedra, desconocidos de ti y de tus padres. No hallarás sosiego en aquellas naciones, ni habrá descanso para la planta de tus pies, sino que Yahvé te dará allí un corazón tembloroso, languidez de ojos y ansiedad de alma. Tu vida estará ante ti como pendiente de un hilo, tendrás miedo de noche y de día, y ni de tu vida te sentirás seguro. Por la mañana dirás: «¡Ojalá llegase la tarde!», y por la tarde dirás: «¡Ojalá llegase la mañana!», a causa del espanto que estremecerá tu corazón y del espectáculo que verán tus ojos. Yahvé volverá a llevarte a Egipto en barcos, por ese camino del que yo te había dicho: «No volverás a verlo más.» Y allí os ofreceréis en venta a vuestros enemigos como esclavos y esclavas, pero no habrá ni comprador.