Un tacón aleja al Real Madrid

Zidane introducía cuatro cambios en el equipo. Es ya una costumbre. Mantiene la columna vertebral y modifica algo entre la media y la delantera que determina particularidades del ataque, como un complemento que defina el estilo. Esta vez iba a ser Isco, que fungiría de creador libre en el 4-3-3.

El Espanyol, desesperado y con Rufete en el banquillo (gran do de pecho en la banda), respondía con velocidad. Con el intento de ser veloz. En el minuto 2 hubo una ocasión de Darder. Embarba trataba de sorprender a la espalda de Casemiro (lo hizo al principio) y Wu Lei, pegado en la banda derecha, rebasaba fácil a Marcelo.

Estaba vivo el partido, vivo el rival, y el Madrid desplegaba, como una cohorte romana, su poderío en la media, esa ocupación latinizadora del campo con los tres medios más Benzema e Isco, quien, con su particular mezcla de personalidad y parsimonia, se hacía con el mando del juego, impregnando el futbol del Madrid.

Pero (a nadie podía extrañar) era un juego poco rompedor, nada vertiginoso, que punteaba al Español con llegadas por alto o a balón parado de Casemiro. En una, Ramos intentó rematar una volea a bocajarro del brasileño, respondiendo a ella como quien cabecea una bala de cañón. No pudo marcar y se lamentó, aunque más del dolor que de la ocasión. Es una anécdota, pero describe la implicación de Ramos y esa actualización suya de La Furia, de los bemoles camachiles.

El Madrid tuvo unos buenos minutos iniciales, brillantes por momentos, control, posición, pero como suele suceder con Isco, se fue desventando un poco. No se usaban las bandas, arrendadas a la explotación de los laterales, y Hazard y Benzema no aparecían.

Aunque, también hay que reconocerlo, el Español dejaba de llegar, Casemiro se convertía de nuevo en el gran imantador de balones y el fútbol perico se taponaba por completo hasta la altura del minuto 25 en que Wu Lei tuvo un par de ocasiones: una, tras balón que De Tomás ganó por alto a Casemiro; otra, aprovechando la lentitud de Marcelo en la banda. Pero cuando tiene que estar, Courtois está.

El partido se fue así a la pausa de hidratación. El saldo de lo nuevo en el Madrid aún era dudoso: Casemiro estaba bien, pero Marcelo e Isco paraban lentos y Hazard ausente. La suplencia de Vinicius parecía un lujo.

No había mucho, salvo control por el Madrid (aunque ya asomó Benzema en el 35 con un clásico tiro suyo en el que se le vieron las intenciones), cuando, justo al final de la primer parte, el Madrid se personó con dos puñetazos de fútbol: una ocasión en el 45, barullo en el área que salvó Diego López con mucho mérito; y el que quizás sea el gol del campeonato: pase de Marcelo al desmarque de Benzema que, al ver con el ojo místico la llegada de Casemiro, le pasó la pelota con un tacón que a la vez era caño al rival. Casemiro alcanzó el remate como un tráiler. Ese gol tenía mucho: era la confirmación de Benzema como gran inteligencia creadora del Madrid, incontestable en pases y goles que dan la razón a sus valedores y «fandom», que se dice ahora, y a la vez revelaba la forma en que el Madrid ha ido superando su adicción a Cristiano, pues era el quinto gol de Casemiro. Funciona así la solidaridad en defensa (ahí están los números) y en el ataque con el reparto y cooperativa del gol.

El «coronafútbol», al comprimir la temporada, devuelve lo mejor del Madrid de Zidane, ofreciendo en tarrito pequeño la vieja esencia. Le beneficia la ausencia de ambiente, con el discurso de señorío-zen de Butragueño como única voz en el estadio. En el puro fútbol, el fútbol liofilizado, gana el Madrid.

Courtois, los centrales, Casemiro, Kroos y Zidane son la percha o el maniquí del Madrid. Es el elemento estable en el que se cuelgan luego tres o cuatro prendas que modifican tono, estilo y maneras. Pero lo estable no falla. Y esa columna, más el yoyó de Isco, controló igual el partido durante la segunda parte y para cuando el cansancio pudo empezar a notarse entraron Vinicius y Rodrygo, lo que habla del opulento banquillo madridista.

El Madrid tiene experiencia, controla la pelota, manda por alto, es serio en defensa y rara vez descuida ya el centro del campo. No tiene tanto gol, Hazard no rompe, pero se suman Ramos y los medios, y el conjunto, plástico y cambiante en las rotaciones, es un equipo de fútbol disfrutable y reconocible (memorable, por tanto) que va directo al campeonato liguero.

El Madrid mantenía el partido dentro de un tuyamía entre Casemiro y Benzema (los mejores). Sin ocasiones, pero con absoluta confianza, y con el Espanyol ya cerca del jadeo.

Agotó los muchos cambios Rufete, como si diese oportunidad a todos para una despedida. Zidane ni pensaba en usarlos para perder el tiempo. Disfruta de una forma de plenitud y cada partido suma a alguien o mejora algo. Es el Madrid de los anticuerpos, autoritario en los estadios mudos.

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