Los niños de la suerte listos ya para regalársela a España

En pleno Madrid de los Austrias, avanzando por sus calzadas de piedra desgastadas, se esconde un famoso lugar. En un rincón de la conocida Plaza de la Paja está la institución de la infancia más antigua de Madrid: la Residencia-Internado San Il-defonso. Al entrar en la recepción, una radio analógica de las de antaño inunda el ambiente de música clásica. Se nota que aquí la melodía juega un papel fundamental. El sonido se mezcla con las voces de los niños riéndose y jugando por unos pasillos con más de 100 años de historia, aunque su alma puede que roce los 500. Algunos historiadores datan el origen de este organismo en el reinado de los Reyes Católicos. Sin embargo, este edificio es sede del centro educativo solo desde 1884, ya que ha ocupado diversas localizaciones en la capital a lo largo de su historia. Recorrer sus escaleras de madera, con enredaderas de acebo y flores de Pascua a modo de decoración navideña en sus barandillas, es todo un ejercicio de nostalgia. Aquí, estas fechas son especialmente importantes y se palpan en el entorno.

Sus paredes, decoradas con coloridos dibujos, guardan unos valiosos tesoros: ellos, los niños que reparten la suerte de la Lotería Nacional de Navidad por toda España. Este 2019 son 32, 14 chicos y 18 chicas, de entre 9 y 14 años, que se dividirán en grupos de cuatro por tabla: dos extrayendo las bolas y otros dos más con sus angelicales voces cantando los números premiados. Antes, la institución se dedicaba exclusivamente a la crianza de niños huérfanos que eran los que llevaban a cabo esta labor. De tanto escucharlo en la televisión, algunos siguen pensando que es así, pero no. Desde los años 80, el internado acoge a chavales con todo tipo de situaciones familiares y que también desempeñan esta mágica función en la cita con el azar.

Madrid. 17/12/19. Diez de los alumnos del colegio San Ildefonso durante un ensayo antes del sorteo de la lotería de Navidad de 2019. © Luis Díaz.

Los ensayos

La poeta estadounidense Emily Dickinson decía: «La buena suerte no es casual, es producto del trabajo; así, la sonrisa de la fortuna tiene que ganarse a pulso». Esta frase toma más sentido cuando los ves ensayar. Estos pequeños llevan desde octubre practicando la vocalización , la entonación, la afinación, la postura y la extracción de bolas. Una de ellas rueda por el suelo en plena prueba. «¡Venga chicos! Vamos a concentrarnos. No pasa nada. Colócate bien Roberto», les índica el educador Jesús Martínez a los integrantes de la tabla en el salón de actos del centro.

Para el profesor también es su primer año en este programa voluntario de Lotería al que optan los maestros del centro, cuatro en concreto. Lo ha cogido con muchas ganas y quiere que todo salga bien. Cuando relata el proceso recorrido en estos meses, lo hace ilusionado: «Empezamos primero haciendo una prueba de voces para unir a las parejas cuyos acordes empasten mejor. Es muy importante. Aquí, también tenemos en cuenta unir veteranos con principiantes, así los más nuevos se sienten más seguros», expone. Para perfeccionar la lectura de números recurre a unas hojas con cifras casi impronunciables, que lo niños se llevan a sus casas para practicar. «Luego tienen que repetirlos en los múltiples ensayos y aquí comenzamos a pulir los detalles más básicos. Poco a poco lo adquieren como rutina», finaliza.

Aunque parezca un ejercicio fácil, no lo es. Mientras entonan musicalmente el número con la posición corporal correcta, deben recoger una minúscula bola, girarla casi 180 grados y enfocar la vista para leer y memorizar la cifra. «Esto requiere rapidez, agilidad mental y mucha soltura que se ganan con entrenamiento», señala Martínez. Estos pequeños, desde luego, dominan la práctica, pues no solo la desempeñan en este sorteo. «A veces se nos olvida que ellos también son los responsables de cantar la Lotería Nacional todos los jueves y sábados», recuerda.

Tras el escenario: una familia

Jesús entiende que su labor es guiar a los alumnos. Es el director de una “obra teatral” y por eso comprende que los nervios son normales como los de cualquier actor antes de subir al escenario. «Es muy majo y tiene paciencia. Nos dice que no sintamos vergüenza, que nos imaginemos que es un ensayo más», opina su alumna Nerea sobre él. La niña, de doce años, es ya veterana, sin embargo nos confiesa que sigue teniendo un gran temor: «Lo que más miedo me da es soltar un gallo». También con sus 12 años, Bileiki, novata y amiga inseparable de Nerea, discrepa: «No, lo peor es que se te caiga una bola». En ese momento, su compañera le recuerda que la alfombra está preparada con un material que evita que rueden y se desplacen: «Pues no pasa nada, te agachas, la coges y sigues».

Luis, que forma pareja con Nerea en el ensayo de hoy, es uno de los más pequeños. Con tan solo nueve años, se estrena en este sorteo. Está callado hasta que le pedimos que nos cuente alguna anécdota de los entrenamientos: «Una vez dije diez euros en vez de 10.000, estaba dormido». Todos se ríen. No le debe gustar mucho madrugar porque cuando le preguntamos cómo celebrará mañana lo bien que lo ha hecho en el sorteo, es rotundo: «Me iré a descansar y a dormir. Voy a levantarme muy pronto». Todos sus compañeros vuelven a reír y esta vez más fuerte.

Se notan las horas de práctica, pero también el buen ambiente. Aquí se lo pasan bien y, sobre todo, se forjan grandes amistades por horas extra acumuladas en compañía. «¿A quién os gustaría que le tocase ‘‘el Gordo’’ si lo cantaseis?», les planteamos. Todos se decantan por sus familias o por los más necesitados, excepto Bileiki. «A ella», dice mientras señala a la directora de la Residencia-Internado. Rosario Rodríguez, o Charo, como ellos la llaman, se ríe y la abraza. Podríamos tachar el comentario de adulador, pero cuando escuchamos a la directora concebimos la sensibilidad de su veracidad: «Esto no deja de ser como una casa grande y todos nos sentimos una gran familia». Al acabar el ensayo, nos marcharnos deseándoles suerte para que todo salga genial el día 22. Uno de ellos se gira para despedirnos y puntualiza sonriendo de manera vacilante: «No, suerte para vosotros». Tiene razón, ahora la suerte está solo en sus manos.

Nerea, la niña talismán, repite por cuarto año

Nerea Pareja, para aquellos que no la recuerden, es la famosa niña que lloró el pasado año al repartir su suerte. La emoción al darse cuenta de que tenía que cantar el primer premio de la mañana conquistó a España. Los 60.000 euros llegaban a las nueve y veinte horas con el número 47.862. A la pequeña le hizo tanta ilusión que, mientras se secaba las lágrimas, apenas podía entonarlo. Fue entonces cuando el Teatro Real de Madrid rompió en un sonoro aplauso de ánimo. Y debe ser que funcionó. Nerea cantó en menos de 20 minutos otros dos premios más, uno de ellos, el segundo, dotado de 1,25 millones de euros. «Me emocioné porque fue al muy poco tiempo de empezar», explica. Su madre, que en ese momento se encontraba viéndola desde las butacas, no pudo evitar romper a llorar con ella. «Siempre da suerte mi niña», cuenta al recordar otro quinto premio cantado por ella en 2017 y la extracción del «Gordo» en 2016. Este será su cuarto año consecutivo en el sorteo y la tranquilidad de la experiencia se nota. La joven, de 12 años, se pasa los ensayos ayudando y aconsejando a sus compañeros principiantes para lidiar con esos nervios a flor de piel. Al fin y al cabo, nadie mejor que ella entiende lo dificil que es gestionarlos.