Zidane rehabilita a sus clásicos

Las rotaciones devolvían al Madrid al punto de origen: el once clásico, retocado solo por Areola y Militao. Y pudo comprobarse que los mismos que parecían acabados dieron ahora un nuevo rendimiento. Se vio a un Isco mejorado, por ejemplo, y tan importante como para decantar el sistema hacia el 4-4-2.

El Madrid se enfrentaba a un rival de una seriedad absoluta, un rival al que no le cabe (¡tácticamente!) ni el pelo de una gamba y desde el principio recurrió a los largos cambios de juego desde Kroos hasta Bale o hasta el Carvajal epifánico en el espacio del no-Bale. Se veía pizarra, pizarra zidanesca.

El Alavés trató de responder inicialmente con balones largos a la velocidad de Aleix Vidal, pero eso pronto fue desarticulado por el Madrid. Estaba bien Militao atrás, bien Ramos en el baile agarrao con Joselu y arriba se iba condensando un dominio posicional con mucha tenencia de pelota. En el minuto 10, un pase de Isco tocado por Bale acabó en autorremate vitoriano al palo.

El dominio del Madrid, bien trabajado, sólido, quedaba viudo, sin embargo, del desmarque, la ruptura y el desborde, atributos todos que están en Valverde, Hazard o los brasileños. El dominio era cierto, la pelota era blanca y la fluidez más que aceptable, pero faltaba la electricidad arriba y se fiaba todo a la aparición del espacio. En eso, sin embargo, había orquestación, diligencia y hasta un plan. No era como tantas veces.

Benzema se iba del área, muy móvil, Bale partía de la banda e Isco merodeaba en zona intercostal, de modo que en lo definitivo solo había ausencias que eran como una invitación. Se buscaba el ¡plof! arriba, la aparición mágica en el espacio vacante. Sucedió en el 18′, por ejemplo: pase largo desde la izquierda, toque de Carvajal y disparo de Isco.

El Madrid se enfrentaba a un Alavés encofrado y las ocasiones llegaban después de una larga masticación.

En el 30 hubo otra ocasión, otro tiro de Isco tras pase de Benzema. La jugada merece recordarse porque reveló el instinto heterodoxo y cool de Benzema. En el área pequeña, a una distancia física del gol, casi sintiéndolo, en una proximidad que cualquier otro nueve hubiese sentido como incitante, él decidió mirar muy atrás y retrasar el balón para Isco. La jugada definía al futbolista, casi al ser humano. No sentía la proximidad de la red (¡impertérrito!) sino la conveniencia del movimiento óptimo. Se vio claramente que lo suyo ante el gol se parece a un algoritmo o a una lógica artificial, no visceral.

El Madrid caía en cierto abuso de su fórmula transoceánica del izquierda-derecha y al final la ocasión más clara era un disparo violento de Casemiro desde fuera del área.

Areola no sufría, estaba inédito; el Alavés no llegaba, casi por completo reducido a la defensa. El Madrid estaba seduciendo a una caja fuerte, mirándola a los ojos, escuchándola, buscándole los ángulos con una paciencia digna de aplauso. La música era la adecuada, las luces necesarias de semipenumbra y el balón corría a una velocidad correcta, casi sensual. Pero al descanso, quien más quien menos, ya pensaba en que quizás sería necesario algo más enérgico.

En la segunda mitad, además, apareció la lluvia. En las películas lluvia significa romanticismo; en el fútbol, bravura. El Madrid seguía con el mismo ritmo invariable de bolero de Isco, pero el gol debía de llegar por una aparición que fuera lo suficientemente enérgica o lo suficientemente rápida; así que no extraña que fueran los defensas. En el 51, Kroos sacó con tacto (en el pie tiene tacto) y Ramos remató de cabeza un golazo por su capacidad para quedarse solo y para girar el cuello. Gol importantísimo, además, gol «ganaligas», mucho más para un central.

Esto invirtió los roles al instante. El Madrid se echó atrás y el Alavés se animó con la pelota. Fue importante el cambio de Burke por Rioja. Una jugada suya por la banda acabó en penalti de Ramos a Joselu. Una por otra. Lucas Pérez marcó con autoridad.

Con empate, el partido quedaba por redefinir, pero esa incógnita no duró porque otro defensa hizo aparición en el ataque madridista. En el 69, una buena jugada de Modric la remató Isco y el rechace fue para el lateral. Isco sorprendía abordando el segundo palo, volvía a llegar como ante el PSG.

Era meritorio el gol. No había marcado nadie dos veces en Mendizorroza.

El partido se le interrumpió más al Alavés por los problemas técnicos del árbitro, al que pareció fallarle el pinganillo del apuntador, y Zidane además metió a Valverde, haciéndose aún más dueño del partido. No hubo rebeldía ya en los locales, que solo inquietaron, con más tozudez que acierto, en una serie de saques de esquina al final del partido. Ahí tembló un poco Areola (por lo general es trémulo), que se encontró en las manos, casi sorprendido, un remate de Manu García.

Tras la lluvia de saques de esquina hubo ocho minutos de descuento (los problemas del árbitro con su instrumental fueron varios), pero no padeció el Madrid. Estuvo tentado el colegiado de descontar sobre lo descontado, prolongando la función más allá de los cien minutos, pero por el bien de todos lo reconsideró, dando cristiano final a un buen partido.

Los clásicos de Zidane han vuelto y pueden entrar en la rotación sin que se note, y hasta Isco regresa de su olvido.

FICHA DE PARTIDO

Estadio: MendizorrozaAlavés

  • 1Pacheco
  • 23Ximo Navarro
  • 21Martín
  • 5Laguardia
  • 3Rubén Duarte
  • 18Aleix Vidal
  • 22Wakaso
  • 11Luis Rioja
  • 8Pina
  • 7Lucas Pérez
  • 9Joselu

Real Madrid

  • 1Alphonse Areola
  • 3Éder Gabriel Militão
  • 2Carvajal
  • 4Sergio Ramos
  • 12Marcelo
  • 14Casemiro
  • 10Modric
  • 8Kroos
  • 9Benzema
  • 11Bale
  • 22Isco
  • Banquillo
  • 13Sivera
  • 14Burgui
  • 10John Guidetti
  • 19Manu García
  • 20Pere Pons
  • 24Oliver Burke
  • 4Rodrigo Ely
  • Banquillo
  • 18Luka Jovic
  • 19Odriozola
  • 15Federico Valverde
  • 13Courtois
  • 25Vinicius Júnior
  • 23Ferland Mendy
  • 27Rodrygo Silva de Goes
  • Goles
  • Lucas Pérez 64′
  • Goles
  • Sergio Ramos 51′
  • Carvajal 68′

Árbitro: Guillermo Cuadra Fernández