Nadal, el señor de la Davis

El miércoles, ya cerrada la noche, desfilaba la gente por la Caja Mágica después del triunfo rutinario de Rafael Nadal ante Borna Gojo, un croata del que nada se sabía anteriormente. La selección había certificado su pase a los cuartos de final de esta Copa Davis para noctámbulos, un 2-0 facilísimo porque Roberto Bautista también hizo los deberes ante un rival sin pedigrí, y el dobles era del todo intrascendente. De golpe, una adolescente exclamó: «¡Que juega Nadal, os lo juro!». Todos a la pista otra vez, todos a aplaudir al héroe.

Es innegable el tirón del número uno del mundo y muy comprensible que se le quiera ver en directo, pues queda poco de él en el circuito y solo hay dos semanas de tenis de primer nivel en España (Godó y Mutua Madrid Open). Nadal, generoso y muy comprometido en ese sentido, devuelve el cariño y exhibe estos días un compromiso patriótico disparado, tanto que ya ha disputado tres puntos de los cuatro en los que podía haber participado. Nadal es el señor de la Davis, la figura, junto a Novak Djokovic, que da valor a este nuevo formato que todavía debe cuajar.

Su implicación se festeja en el vestuario nacional, ayer algo abatido porque Roberto Bautista tuvo que abandonar la expedición por el empeoramiento del estado de salud de su padre. Pero España, más allá de esta desgracia, se empapa del espíritu del mejor jugador del planeta, el primero en cargar con el equipo y convertido en un forofo cuando toca animar. En la banda, Nadal se vacía en un repertorio de puños, gestos e indicaciones, con una ascendencia total sobre el resto. Manda, opina y apoya, obediente también ante las decisiones de Sergi Bruguera, quien el martes le explicó que era mejor que no jugara el doble ante Rusia pese a que el mallorquín contaba con doblar esfuerzos. Sin rechistar, o eso explicó, acató las órdenes y se puso la bufanda para alentar a Feliciano López y a Marcel Granollers con un interés disparado.

Juega a morir

«No creo que saque más garra, pero le gusta mucho, desde luego», explica Francis Roig, uno de sus entrenadores y que le acompaña estos días en la Caja Mágica. «Pero es que él es así. Se va a jugar la Laver Cup y juega a morir. De verdad, juega a morir. Y aquí, jugando por España, más. Las competiciones por equipo le gustan mucho. Acaba de terminar el año como número uno, ha jugado el Masters y lo ha cerrado con buen sabor de boca, y llega aquí y quiere disfrutar. Coge la responsabilidad del equipo y eso le gusta».

Efectivamente, a Nadal siempre le ha encendido la Davis, y eso que en numerosas ocasiones, por una cosa u otra, no ha podido defender bandera. En su palmarés, más allá de los 84 títulos (19 Grand Slams), lucen tres Copas Davis (2005, 2009 y 2011), pero él se empeño en que la ITF le reconociera también la que se consiguió en Mar del Plata ante Argetina al haber jugado las semifinales.

En un deporte tan solitario como el tenis, los jugadores se congratulan cada vez que hay Davis, siendo esta vez una cita especial por las circunstancias. Nadal, como relataba antes Francis Roig, viene de pegarse una paliza en un año asfixiante y apuró sus opciones en la Copa de Maestros hasta el final pese a sus problemas en el abdominal que le obligaron a sacar bandera blanca en los cuartos de París-Bercy. Una persona que le conoce muy bien se preguntaba el miércoles, precisamente cuando se supo que también iba a saltar a la pista para jugar el dobles, por qué demonios se exigía tanto y más a estas alturas de curso. La ubicación de la nueva Davis en esta semana altera las vacaciones de los tenistas y también la pretemporada, así que Nadal llegará al Abierto de Australia (empieza el 20 de enero) sin apenas descanso. Porque después de la Davis llega la exhibición de Abu Dabi (19 a 21 de diciembre) y empieza el año en Perth con la ATP Cup, otra especie de Mundial sin apenas digerir lo que está pasando estos días en Madrid. El caso es que Australia, sin duda, ha pasado a ser el mayor de los objetivos, a tiro igualar los 20 grandes de Roger Federer y quitarse la espinita que tiene con Melbourne, la única plaza de las gordas que solo ha conquistado una vez.

Nadal, consciente de todo eso, es quien mejor conoce hasta dónde llega su cuerpo, y ahora le emite sensaciones positivas. De ahí que quisiera jugar el dobles ante Rusia y que lo hiciera ante Croacia pese a estar todo el pescado vendido, pensando también en la posibilidad de que se le necesite más adelante. «Feli y Marcel jugaron muy bien contra Rusia, pero teniendo a Rafa hay una opción más. Se nota mucho cuando estás tiempo sin jugar, y él llevaba ya un montón. Pero ayer, al final, se sintió mucho mejor. Con vistas a otro día, es bueno que coja sensaciones», añade Roig. «No se prodiga mucho en dobles, pero si lo hiciera sería también el número uno», resume Sergi Bruguera.

Cifras de récord

Si se habla de selecciones de primer nivel, no hay ninguna raqueta con mejores números en la Davis que Nadal, al que únicamente se le contabiliza una derrota en individuales, que fue precisamente en su debut. En 2004 perdió contra Jiri Novak, pero desde entonces ya van 26 triunfos del tirón, una brutalidad. Además, enlaza 27 victorias desde 2005 entre individuales y dobles, la mejor marca en esta competición.

Se da por segura su presencia en el segundo partido de la jornada de hoy ante Argentina (contra Diego Schwartzman) y es más que probable que también repita siempre y cuando sea necesario el partido por parejas. «Si son seis partidos, hasta que me dé. Si tengo que jugar uno, dos, tres o seis, jugaré en los que pueda ayudar o en los que se me necesité. Pero tenemos un gran equipo y para eso está Sergi Bruguera», apunta Nadal, pletórico ayer en el entrenamiento de la selección.

Es la ambición infinita de un campeón insaciable al que le encanta compartir su alegría. «Le apasionaba jugar el campeonato de España de clubes, que fuera apretado, que se decidiera en el último dobles… Animar, gritar. Al tío le encanta. Aquí viene con toda la ilusión y siempre y cuando no ponga en juego su físico jugará todo lo que pueda», sentencia Francis Roig. Es Rafael Nadal, el puro espíritu de la Copa Davis.