Nadie consigue tantos réditos sin jugar bien como Rafael Nadal. Pocos aguantan ahí, en la pista, hasta la última pelota, por si el rival falla y todavía hay esperanza. La inquebrantable fe volvió a ser estandarte de este Nadal, que recogió el trofeo de número 1 del mundo, después de levantar otro set en contra. Ante Stefanos Tsitsipas, en un encuentro con muchos altibajos y más errores que aciertos, se arremangó desde la irregularidad para sacar una victoria que lo mantiene con vida en la Copa de Maestros. Es lo que tenía que hacer, y ahora espera al partido entre Alexander Zverev y Daniil Medvedev (21.00 horas) y que sea el ruso quien alce los brazos. Nadal, mientras, tendrá tiempo para valorar este segundo triunfo en Londres. Otro de trabajo, a la espera de que lleguen los brillos en circunstancias mejores.
No fue un partido bonito, con honrosas excepciones conforme la zurda del balear hallaba por fin las líneas, la profundidad y la efectividad. Pero eso solo llegó a partir del segundo set, y con cuentagotas. Antes, un encuentro sin chispa en el que ambos hicieron valer su servicio como seguro y poco pudieron o supieron hacer ante los saques del contrario. Nadal solo pudo poner en juego tres pelotas de once puntos disputados en el turno del griego, ya con un 5-5 que hizo inevitable el tie break. Allí, al balear se le salieron todos los errores que contenía con su buen servicio: demasiada precipitación en ocasiones, poca efectividad en otras, ritmo y juego más en el terreno de Tsitsipas que en el suyo.
El griego, un tenis cargado de mordiente porque combina las alturas y los cambios de ritmo como pocos, aprovechó que los restos de Nadal no mordían y acumuló aces y confianza para horadar en los problemas de su rival. Como todos los jugadores de esta generación joven, todavía le falta madurar algo los puntos y frenar en los ímpetus cuando todo va bien, pero tiene tenis y talento para desequilibrar cualquier cabeza.
Pero a cabeza, Nadal sigue siendo el rey. Imbatible cuando la situación se descontrola, cuando el juego se vuelve picar piedra y arremangarse. Enorme cuando el rival no cierra las oportunidades cuando debe y juega el siguiente punto con la mente en el anterior. Así se llevó el break en el segundo parcial. Otro salvavidas para mantenerse. A pesar de los errores.
En el tercer set, Nadal comenzó a sacar brillos conforme Tsitsipas desaparecía en los puntos y los juegos no terminados. Qué difícil es ganar al número 1 del mundo, aunque parezca que ya casi está. Que se lo digan a Daniil Medvedev, con una bola de partido y un 5-1 a todas luces definitivo. Salvo cuando enfrente está Nadal. El mismo que acabó con la moral del griego justo donde la cabeza debe liderar las emociones. Break en el undécimo juego.
A esta generación de veinteañeros todavía le falta templar las pulsaciones cuando la presión recae sobre sus hombros. Después de once saques directos, una doble falta, dos errores y las piernas más cortas del partido para deleite del balear, que se lanzó a por todas y consiguió que el barro se volviera oro.
Otra victoria de prestigio y de superioridad mental para alimentar las esperanzas de continuar en la Copa de Maestros. Ahora, todo está en otras manos: Medvedev debe ganar a Zverev.