La historia de la celebración de Álex Márquez y el regalo de su hermano Marc

En el gimnasio que los hermanos Márquez tienen montado en una nave industrial de Cervera hay una tradición sagrada, acabar todas las sesiones con una partida de dardos, y hasta este domingo el dominador del juego era una incógnita fuera de las paredes del recinto. Si se preguntaba a Marc, éste se proclamaba vencedor y si se cuestionaba a Álex, lo mismo. Solo recurriendo a terceros y en estricto ‘off the record’, reconocían que el pequeño dominaba al mayor, como ocurre en las carreras a pie que hacen en los alrededores de Lleida y en casi todos los deportes en los que no interceda un motor. Este domingo en Sepang, Marc Márquez admitió esa máxima como un regalo a su hermano Álex por haberse proclamado campeón del Mundial de Moto2.

Una vez Álex Márquez cruzó la meta segundo sólo por detrás del sudafricano Brad Binder y se apoderó del título matemáticamente, su hermano le entregó un dardo y una diana gigante. Estaba eufórico el mayor, más incluso que en la celebración de su Mundial de MotoGP hace un mes, mientras el pequeño apenas reaccionaba ante el obsequio. En una nube, tardó unos segundos en entender la referencia y, entonces sí, se pasó todo el festejo clavando el dardo allí donde podía. «Cuando he cruzado la meta y he llegado a Marc, estaba exhausto. Ahora entiendo que cuando llega él, a veces no reacciona mucho. Te felicitan, te abrazas, pero no sabes ni quién eres, estás hecho polvo. Algo así se vive más desde fuera que desde dentro», aceptaba Álex Márquez, que con el Mundial de Moto2 empezaba su propio camino, uno distinto al de su hermano.

Porque la historia de Álex no es una bacanal de victorias y records, no es un ascenso directo a la gloria, es una historia de errores e insistencia, del tiempo que necesita cada uno para encontrarse a sí mismo. Lo descubrió en Le Mans 2016, en su segunda temporada en Moto2. Venía de ser campeón de España en 2012 y del Mundial de Moto3 en 2014 y allí supo que Moto2 no sería una estación de paso hacia un futuro esplendoroso en MotoGP si no el lugar en el que se convertiría en un piloto profesional. En Le Mans se cayó, como tantas otras veces entre 2015 y 2016, se cabreó con su equipo y empezó un proceso de aprendizaje que no terminó hasta este domingo, ya en su quinto año en la categoría. En 2017, con sus tres primeras victorias, acabó cuarto, en 2018 terminó en la misma posición y este curso fue el de la consagración.

«Este Mundial es para toda la gente que ha estado a mi lado. No sólo ahora en los buenos momentos, también en los malos. Cuando en 2015 y 2016 me costaba tanto, tuve gente a mi alrededor que me alzó, me hizo creer. Y este año, sobre todo, he tenido un gran equipo. Me han dado la confianza que necesitaba. Me han dado ese cariño y ese mimo. Y lo hemos conseguido todos juntos», comentaba ayer Márquez después de que su representante, Emilio Alzamora, uno de los pocos que siempre creyeron en él, le organizara un grupo alrededor hecho a medida. Como su hermano Marc, que trabaja con los mismos mecánicos desde hace casi una década, Álex necesitaba estar arropado y por fin esta temporada lo consiguió. Un nuevo asistente, Rubén Castells, un nuevo director de equipo, el ex piloto Joan Olivé y un nuevo jefe de mecánicos, David García, consiguieron el efecto deseado.

Pese a un inicio de año tembloroso, con caída incluida en Jerez, en Le Mans, Mugello, Montmeló, Sachsenring y Brno sumó cinco victorias casi consecutivas y ahí sentenció el certamen. Salió de la República Checa con 33 puntos de ventaja y desde entonces, sólo necesitó que sus rivales, Binder, Thomas Luthi, Jorge Navarro y Augusto Fernández se fueran repartiendo las victorias sin llegar nunca a amenazarle.

La pena para Álex Márquez fue que, cuando disfrutó de su excelente racha, los contratos en MotoGP para la temporada 2020 ya estaban firmados. Pese a que tuvo algunas ofertas y a la espera de posibles sorpresas -¿Se atreverá Honda a ficharle como sustituto de Jorge Lorenzo?- el año próximo deberá defender su título de Moto2 y ya entonces sí, para 2021, se podrá plantear el salto a la categoría reina. «No quiero ni hablar de esa posibilidad, porque siempre que hablo la cosa no acaba cuajando. Hay que vivir el momento, en este deporte se vive del presente. Quiero disfrutar y seguir soñando», reconocía Álex Márquez que, siguiendo su propio camino, en breve podrá desafiar a su hermano Marc. Las inocentes partidas de dardos darán paso a verdaderos duelos sobre el asfalto.