Un profesor de Matemáticas reparte 120 libros en sus clases ante la imposición de tabletas

Un profesor de matemáticas de 2º de ESO de un instituto zaragozano, Fernando de la Cueva, con 31 años de experiencia, ha reabierto un debate sobre la conveniencia de compatibilizar en las aulas los libros de texto y las tabletas o apostar por una digitalización total de la enseñanza.

Comenzó el curso en el IES Clara Campoamor (antiguo Parque Goya) repartiendo entre los alumnos de sus cuatro clases 120 libros de Matemáticas de Anaya de la edición de 2008 como gesto de insumisión ante la decisión del claustro de profesores de sustituir desde este año los libros de papel por electrónicos en todas las asignaturas. Los recopiló gracias a profesores de otros sitios y familias. Ejerce desde hace años en este instituto y siempre ha querido desligar su personal rebelión del nombre del centro.

La resolución del claustro, legal y acorde a la norma, no quita para que se hagan actividades en papel como cuadernos de clase, pequeños dosieres o lecturas.

«Vaya por delante que soy un defensor de que cada profesor trabaje con los medios que estima más oportunos. Me revuelvo ante las prohibiciones y las imposiciones. Trabajo siempre combinando los medios analógicos y digitales. Pero soy yo el que decide cuándo y cómo se han de emplear», deja claro este profesional para evitar malentendidos. Recuerda que fue «pionero» en el empleo de medios informáticos desde su primer año en las aulas, en 1988.

«Soy un defensor de que cada profesor trabaje con los medios que estima más oportunos. Me revuelvo ante las prohibiciones y las imposiciones»

Defiende que los libros de texto son una herramienta muy buena para Matemáticas porque se puede «subrayar, anotar y modificar con facilidad por escrito» y no hace falta estar conectado permanentemente. Añade que el profesor en el aula no puede controlar qué uso está haciendo cada alumno del dispositivo y que tener que disponer en casa de conexión a internet puede ser una exigencia «socialmente discriminatoria» y más tratándose de un centro público. El coste de la tableta, en este caso una Chrome book, se acerca a los 400 euros, incluidas las licencias digitales.

Este lunes, la mayoría de los alumnos de 2º de ESO aún no habían recibido sus dispositivos. De la Cueva envió como tarea digital a los estudiantes que buscaran un programa o aplicación, una app o un sitio en internet que calcule todos los divisores de un número natural cualquiera. Como actividad voluntaria para el fin de semana les ha propuesto ver un documental sobre el número uno.

El sindicato CSIF criticó este lunes que este instituto prohíba los libros de papel y obligue a las familias a comprar las tabletas. «Estamos a favor de la innovación en los centros escolares, pero en contra de las imposiciones y de la prohibición total de los libros de papel. Y, por supuesto, bajo ningún concepto las familias deben asumir el coste de dichos programas y menos de forma obligatoria», lamentó Mónica de Cristóbal, representante de Educación de CSIF Aragón.

De Cristóbal llamó a la Administración a escuchar los argumentos de este profesor y reflexionar sobre «cómo se están aplicando algunos programas de innovación».

En esta misma línea, desde CGT apuntaron que hay que «apostar por las TIC en su justa medida» y encontrar un «equilibrio adecuado» entre la digitalización y el papel, que puede proporcionarlo «la práctica docente del día a día, el tipo de alumnado y su edad».

Una decisión acorde a la norma

La decisión del claustro de profesores del instituto Clara Campoamor es conforme a la normativa vigente. Desde el Departamento de Educación explicaron este lunes que los centros tienen autonomía para decidir los materiales y tecnologías que utilizan para impartir docencia. Según las instrucciones que regulan la organización y el funcionamiento de los institutos de la Comunidad, la Comisión de Coordinación Pedagógica de cada uno debe encargarse de los proyectos curriculares de etapa, que no solo incluyen las líneas pedagógicas, sino también los métodos didácticos y el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación que se desarrollan en el aula. Los proyectos educativos los firman los centros.

En este caso en concreto, puntualizaron desde Educación, fue «un acuerdo de todo el claustro, que se tomó con el apoyo de las familias». Desde la asociación de madres y padres del instituto declinaron este lunes hacer declaraciones al respecto al haber distintas opiniones y sensibilidades sobre este tema.

«¿Puede vetar el claustro los libros de papel?». Con esta pregunta presentó De la Cueva una queja al Justicia de Aragón, quien la desestimó al ser una decisión conforme a la normativa. No obstante, también aclaró Educación en su respuesta que como «material didáctico complementario», el profesorado puede utilizar cualquier otro que considere adecuado para el desarrollo de la docencia, pero «nunca reemplazando o eliminando el material acordado por los órganos de coordinación correspondientes».

Los dispositivos electrónicos entran en los bancos de libros

La insumisión del profesor de Matemáticas del instituto Clara Campoamor también ha suscitado las dudas sobre si las tabletas pueden subvencionarse o no dentro del programa de banco de libros que se ha estrenado este año. Desde Educación apuntaron que el banco de libros y las becas de material curricular se pueden dedicar a los materiales o a financiar la compra de dispositivos electrónicos.

En las becas de material, cada familia decide a qué destina el dinero del cheque. Lo mismo ocurre con el nuevo banco.

En el caso del Clara Campoamor, algunas familias criticaron que a finales del curso pasado no estaba del todo claro si los dispositivos electrónicos iban o no a incluirse, por lo que solo unas pocas optaron por adherirse al proyecto. Finalmente, los padres que se apuntaron por 25 euros reciben la tableta para usarla tres cursos, aunque tendrán que pagar cada año las licencias digitales correspondientes. El resto de familias las han podido adquirir a través de internet por un precio que ronda los 330 euros.