Djokovic vuelve a dar miedo

En esta primavera casi estival, calurosísima jornada la de este sábado en la Caja Mágica, queda constancia de una certeza. Novak Djokovic, ya sí, vuelve a ser el depredador que empezó el año arrollando en Australia, un jugador intratable cuando se pone en plan tirano. En el Mutua Madrid Open, después de solventar las primeras pruebas sin demasiada exigencia, dio el salto de calidad que le exigía Dominic Thiem y se plantó en la final al vencer por 7-6 (2) y 7-6 (4), estupendo el nivel exhibido y adaptado a las mil maravillas a la tierra después de su discreto torneo de Montecarlo. Con París en el horizonte, obsesionado además con la opción de volver a cuadrar el círculo ganando por segunda vez los cuatro grandes del tirón, el balcánico presenta su candidatura. Quedan todos avisados.

A este Djokovic, aparentemente templado, se le conoce cuando saca la bestia que lleva dentro, pues sigue ahí por mucho que la esconda. A la hora de juego, y después de llevar el primer set al tie break recuperando un break tempranero de Thiem, el serbio puso patas arriba la Manolo Santana con un puntazo soberbio, devolviendo todas las bombas que le llegaban, alcanzando bolas imposibles, corriendo hasta quedarse vacío y defendiéndose con un globo inhumano. Gano ese punto, sacó el puño, levantó su pierna y exclamó con fuerza un grito liberador, recuperando la cara conocida de ese Djokovic competitivo como nadie. Además, fue una manera de reivindicarse ante el juez de línea, que poco antes, en el 4-4, le había castigado con dos amonestaciones en el mismo juego que le hicieron sacar con segundo con 15-40.

En ese desempate jugó mucho mejor que Thiem, quien empezó el partido con una marcha más y atormentaba al serbio a base de palos desde el fondo de la pista. Además, no le pega por pegar y todo lo que hace tiene sentido, un tenista descomunal al que da gusto ver. Ganó a Nadal en la tierra de Barcelona, despachó a Federer el viernes superando una situación crítica (salvó dos bolas de partido) y llevó al límite al número uno, asentado desde hace tiempo en la zona noble y con los ingredientes necesarios como para pensar en un grande. Ninguno mejor que Roland Garros, convertido en claro candidato, pero todavía está un pasito por detrás de, precisamente, los mencionados Nadal y Djokovic.

El partido, a todos los efectos, fue estupendo de principio a fin, de lo mejor que se puede ver en estos tiempos. Fue una batalla de reveses muy linda, tan diferentes ambos. Del de Thiem ya se ha hablado todos estos días, un portento de la naturaleza, oda al golpe natural a una mano de toda la vida y que cada vez está más en desuso. El de Djokovic, a dos manos, es el mejor de su modalidad, no puede haber discusión en eso. Se apoya perfecto, varía del cruzado al paralelo casi sin inmutarse, y la bola es profundísima. Se buscaron por ahí un montón de veces y ofrecieron intercambios notables. Lo dicho, un partidazo.

Tuvo continuidad en el segundo set, igualmente disputadísimo. No se rindió Thiem, y al austriaco también hay que tenerle muy en cuenta por su fortaleza mental. Tuvo varias opciones hasta que en el sexto juego hizo break, a la quinta, para ponerse 4-2 y saque, y es justo decir que se lo merecía por todo lo que ofreció. En ese pasaje, Djokovic estuvo algo más tímido, y fue recibir ese pellizco y despertar, impecable en el juego posterior para corregir su fallo y recuperar la desventaja. Igual que en el primer parcial, se empezó a activar desde la adversidad.

Por algo es el mejor de la ATP en estos momentos (ha cumplido esta semana 250 como número 1), líder con mucha diferencia. Olió a sangre cuando a Thiem le entraron las dudas y embistió a su enemigo tan pronto pudo, atacando la zona de revés del centroeuropeo. Por ponerle alguna pega a Thiem, habrá que decir que comete demasiados fallos en las bolas importantes, mal gestionados en su mayoría los puntos de break, aunque le dio como para prolongar la pelea y llevarla a otro tie break de manera agónica. Fue insuficiente su reacción.

A las dos horas y 22 minutos, y tras negociar de nuevo mejor el juego decisivo, Djokovic alzó los brazos y entregó su corazón a la gente de la Caja Mágica, que le volverá a ver en otra final. Ha disputado dos en el Mutua Madrid Open, en 2011 y 2016, y las ganó, una estadística que le da alas. A la espera de rival, lo que sí está claro es que el serbio, después de los altibajos, ya está en el sitio que le corresponde.