La educación hace aguas

En los próximos meses se decide una buena parte del futuro de España, de sus distintas comunidades autónomas y de los miles de municipios que las integran. Los resultados de las elecciones generales de ayer constituyen un primer paso para afrontar unos años decisivos en los que habrá que lidiar con asuntos determinantes. Pero si hubiera que elegir uno, en la cúspide de la pirámide situaría la formación de los estudiantes y los trabajadores, su encaje en el mercado laboral y la capacidad de universidades y empresas a la hora de ofrecer respuestas ante la revolución que se avecina a todos los niveles. Estos asuntos serán, sin duda, las piedras angulares que permitirán afrontar un futuro preñado de incertidumbres, pero también de oportunidades.

Pero bajemos al detalle. En Aragón, dos de cada tres contratos que se firmaron en el 2018 correspondieron a personas con un nivel básico de formación y sin ningún tipo de especialización, según el Instituto Aragonés de Empleo (Inaem). Mientras, Eurostat acaba de advertir de que casi el 18% de los jóvenes españoles de entre 18 y 24 años tiene como máximo estudios obligatorios de secundaria, es decir, que no aprobaron o cursaron Bachillerato ni FP de grado medio. En otras palabras, España es el segundo país con mayor tasa de abandono temprano de la escuela de la Unión Europea. Solo estos dos datos invitan a un profunda reflexión y arrojan una clara conclusión: el sistema educativo hace aguas. Pero la preocupación se extiende al sistema universitario. La Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económias (IVIE) señalaba la semana pasada que el 15,2% de los universitarios aragoneses abandonan el sistema antes de terminar sus estudios.

Para avanzar en la dirección correcta será vital articular un proyecto educativo sólido, consensuado y con planes a largo plazo para que los estudiantes afronten con garantías su salida al mercado laboral. Además, resultará imprescindible que las universidades y las empresas creen verdaderas sinergias para que la oferta y la demanda de empleo se miren frente a frente y que el tejido productivo tenga la suficiente valentía para cambiar el modelo.

En el 2030, el 65% de las ofertas de empleo requerirán profesionales con cualificaciones medias (FP) y un 35% con altas (FP de grado superior y universitarios). Lo dice el Centro Europeo para el Desarrollo de la Formación Profesional. Aragón ya ha dado pasos en la dirección correcta. El próximo curso 2019-2020 dispondrá de 21 nuevas titulaciones de FP y 14 se impartirán fuera de las tres capitales de provincia. Energías renovables, agroalimentación, actividades agropecuarias son solo algunas de las áreas en las que se quiere profundizar para poner en concordancia oferta y demanda en el mercado laboral.

CAE EL NÚMERO DE ACTIVOS

De esta forma, quizá se pueda paliar el grán déficit de profesionales cualificados que existen en las empresas. Ocurre en empresas vinculadas con el sector tecnológico, pero también en las de la agroalimentación, la industria del automóvil y la construcción.

Quizá lo más preocupante a día de hoy sea la falta de expectativas de los que están llamados a aportar ese valor añadido a las empresas aragonesas. Esta pasada semana se conocieron dos datos que ponen el dedo en la llaga. El primero de ellos quedó reflejado en la encuesta de población activa del primer trimestre del año: el número de activos en Aragón descendió en 4.100 personas entre enero y marzo. Aunque los datos del paro del primer trimestre fueron, en general, positivos para Aragón, la pérdida de mano de obra disponible resulta preocupante. El desánimo, la falta de horizontes y de expectativas pueden estar detrás del descenso de personas en edad de trabajar que tiran la toalla o simplemente se van a probar suerte lejos de la comunidad.

¿No hay trabajadores cualificados o no se han sentado las bases para que los haya? ¿Están orientados los estudios a las necesidades del mercado laboral? ¿Hay cantera de profesionales pero no se ajustan al perfil que buscan las empresas? ¿Quizá existen pero no se les remunera conforme a su formación?

Sea como fuere, al sistema educativo, por un lado, y al tejido productivo aragonés, por otro, le queda todavía un largo camino por recorrer si quiere situarse a la vanguardia de la nueva economía, esa que pone el acento en la digitalización, en la industria 4.0 y en la responsabilidad social.

El cambio de modelo avanza lento en la comunidad, con mucho temor a lo desconocido, aunque todo apunta a que las empresas que apuesten por ello serán las que muy posiblemente salgan fortalecidas. Ocurrió durante la crisis: las compañías que se anticiparon a la internacionalización sufrieron menos el desplome del consumo en España, que se prolongó durante varios años. Quien se adelanta, suele ganar, aunque solo sea por la inercia del primer impulso.