El Madrid de Vinicius se confirma en el Metropolitano

El Madrid de Solari, que es sobre todo el Madrid de Vinicius, tenía que pasar por Simeone para ser tomado definitivamente en serio, y ha salido del derbi reafirmado. Un equipo reconocible y fiable que va a recibir al Ajax con el ego en su sitio. Otra cosa es el Atlético, al que lanzarse al ataque le reabre unas dudas de tipo existencial que Morata aun no despeja.

El inicio fue de furibunda presión del Atlético. El Madrid no salía de Carvajal, encajonado en un rincón.

El Atlético mataba así los espacios, pero todos los espacios, también sus espacios. Era un dominio menos peligroso de lo que parecía. En diez minutos de empuje sofocante chutó dos veces (Griezmann y Thomas) pero fuera de portería.

El Madrid comenzó a aparecer a la altura del minuto 10 (cabezazo intencionado de Modric, de nuevo llegador). La tocó por fin Vinicius y se vio de inmediato cómo Correa acudía para socorrer a Arias en el marcaje.

El Madrid respiraba ya y encontró un córner a la altura del cuarto de hora. Ahí llegó el gol, en parte clásico: lanza Kroos, toca Ramos -con cuatro atléticos rodeándolo- y remata Casemiro solo de media chilena.

El Atlético intentaba sacudirse la impresión, pero Morata caía en fuera de juego. Hay una cuenta en Twitter de un inglés dedicada a Morata y el offside.

La ofensiva rojiblanca permitía que, a la contra, apareciera Vinicius, el gran protagonista del partido. Comenzaron sus contrataques-río de 30 metros. En el minuto 20 buscó a Lucas con el exterior del pie, y en el 21 llegando hasta el fondo.

El partido se ponía bronco, protestaba Simeone y nada más hablar con el árbitro comenzaban las tarjetas. Iba a haber once en total.

Era el mejor momento del Madrid porque en el centro aparecían Modric y Benzema, y con ellos la claridad y la posibilidad de dominio, pero justo al hacerlo y adelantar la defensa surgía el espacio, el mejor arma del Atlético. Robó en el 25 Correa a Vinicius y lanzó a Griezmann, que se plantó ante el gran arco humano de Courtois y le batió por abajo. Hubo intriga de VAR, que verificó que no había fuera de juego sin entrar en la posible falta de Correa por ser cuestión “interpretable”.

Correa estaba siendo de lo mejor del Atlético y Griezmann aparecía como la estrella que es.

El partido fue cambiando, tras mucha lucha, hacia algo distinto. El Madrid, que atacaba sobre todo por la izquierda (bautismo profesional para Reguilón), fue entrando en campo ajeno, llevando la iniciativa posicional y el Atlético se agazapó un poco.

El partido se hacía también muy «dialogado», unos y otros buscaban la oreja arbitral y cada falta se convertía en un simposio.

El Madrid salía sobre todo por Vinicius, por él encontraba lo mejor de sí. Así lleva ocurriendo desde que debutó. Le ha salido un pulmón, una zona verde, una salida al mar. En el 40 volvió a irse del marcador, superó a Giménez y fue derribado. Volvió a mirarse el Var pero el derribo fue en el área, por mucho que se intentara antes. Ramos marcó sin Panenka esta vez. Hubiera sido ya mucho batir así a todo un Oblak. Se vio lo que de negociación tienen ya sus penaltis, como si le hubiera ganado una dimensión más al tiro.

El impacto de Vinicius es descomunal. Pocos, si es que hay alguno, han tenido esta importancia en el Madrid con 18 años. Ni Raúl. Porque no es que saque penaltis, o pases de gol, es que es el gran cauce del juego y el gran alivio madridista ante cualquier presión. Por eso, entre otras cosas, Marcelo ya no es fundamental, porque todo el juego que él acarreaba lo saca ahora Vinicius.

Vinicius la pide siempre, está siempre y convierte el slalom en una normalidad.

Tras el descanso, el Atlético mantuvo un control poco fructífero y más bien impotente. Fútbol pesaroso, sufrido, de costalero. Lo intentaba con tesón con tiros lejanos. Pero había poca claridad y pocos espacios. Lo mejor llegó en el 54, un balón largo para Morata que la elevó con éxito ante Courtois. El gol no subió por el VAR y un fuera de juego muy justo.

El mejor Atlético había llegado con dos chispazos al espacio, viejos latigazos ante una defensa adelantada. ¿Por qué cambia de estrategia Simeone si su Atleti logra tanto ofensivamente queriendo como sin querer?

El partido entró en fase de cambios. Ritmo roto, trabado. Entraron Vitolo y Bale, cambios no estructurales. El partido atravesó una fase poco clara, confusa, de transición, que iba a romper en algo sin saberse bien en qué.

Simeone sacó a Rodrigo recuperando el doble pivote y el equilibrio de medios puros con Saúl en la banda, pero no tuvo gran efecto. El Atleti era un tesón chato, mecánico, personificado en Giménez, que chutaba y lanzaba el ataque desde muy atrás.

El Madrid estaba comprimido. La banda derecha se ha acorazado con la pareja de pequeños, y Casemiro estuvo de nuevo imperial, en su mejor estilo europeo.

En el Atlético se iba acabando la vía civil y se intentaba el recurso al birlibirloque. Morata se murió cinematográficamente en el área y Reguilón recibió un considerable trabajo de grupo.

El partido se consumía en amarillas aunque aun se jugaba en el campo madridista, si bien muy lejos del área. Eso iba a cambiar. En el 74 trenzaron una contra a dos niveles, primero con Benzema y luego con Modric, para el remate de Bale ajustado al palo. En la celebración se advirtió una modalidad extraña, robótica y quizás galesa de corte de manga que puede traer cola disciplinaria.

La insistencia colchonera ya se hizo todo esterilidad y chasco, personificados ambos en Thomas, que buscó con ofuscación el tobillo de Kroos y fue expulsado.

De ahí en adelante ya fue un largo dominio del Madrid que adormeció el final sin querer hacer mucha sangre del rival.

Minuto de silencio para Isacio Calleja, reivindicación de lo castizo en el tifo de la grada colchonera y fijación de pitos para Courtois como notas ambientales.