La Liturgia

La Liturgia es el conjunto de actos, signos y palabras con los cuales la Iglesia, unida a Cristo su Cabeza, rinde a Dios el culto oficial, celebra su fe y trasmite a los hombres la gracia salvífica. El término Liturgia procede de la palabra griega “leitourgía” y significa obra o ministerio público. La liturgia es la celebración del Misterio de Jesucristo y en particular de su Misterio pascual. Mediante el ejercicio de la función sacerdotal de Jesús de Nazaret, se manifiesta y realiza en ella, a través de signos, la santificación de los hombres; y el Cuerpo Místico de Cristo, esto es la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público que se debe a Dios.

El fin de la Liturgia es doble; el principal consiste en tributar a Dios Nuestro Señor la gloria social que le es debida como a nuestro creador y redentor. El otro fin es que el hombre alcance la perfección o santificación personal, en orden al fin último para que ha sido creado: amar y servir a Dios en esta vida y después gozar con Él en la otra. La liturgia, acción sagrada por excelencia, es la cumbre hacia la que tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de la que emana su fuerza vital. A través de ella Jesús continúa en su Iglesia, con ella y por medio de ella, la obra de nuestra redención.

La importancia de la Liturgia se deduce de sus fines: que la Iglesia cumpla su misión de tributar el culto debido a Dios y extender su reino, que el hombre se relacione con Dios de una manera especial y que alcance la vida eterna con los importantes y abundantes medios de santificación que ella le proporciona. La economía sacramental consiste en la comunicación de los frutos de la redención de Jesús de Nazaret, mediante la celebración de los sacramentos de la Iglesia, y de modo eminente la Eucaristía, “hasta que Él vuelva” (I Co 11, 26).

En la liturgia el Padre nos colma de sus bendiciones en el Hijo encarnado, muerto y resucitado por nosotros, y derrama en nuestros corazones el Espíritu Santo. Al mismo tiempo, la Iglesia bendice al Padre mediante la adoración, la alabanza y la acción de gracias, e implora el don de su Hijo y del Espíritu Santo.

En la liturgia de la Iglesia, Jesús significa y realiza principalmente su Misterio pascual. Al entregar el Espíritu Santo a los Apóstoles, les ha concedido, a ellos y a sus sucesores, el poder de actualizar la obra de la salvación por medio del sacrificio eucarístico y de los sacramentos, en los cuales Él mismo actúa para comunicar su gracia a los fieles de todos los tiempos y en todo el mundo.

En la liturgia se realiza la más estrecha cooperación entre el Espíritu Santo y la Iglesia. El Espíritu Santo prepara a la Iglesia para el encuentro con su Señor, recuerda y manifiesta a Jesús de Nazaret a la fe de la asamblea de creyentes, hace presente y actualiza el Misterio de Jesús, une la Iglesia a la vida y misión de Jesucristo y hace fructificar en ella el don de la comunión.

La relación con Dios se expresa de manera especial por medio del culto. El culto si está dirigido a Dios (a la Santísima Trinidad o a cada una de sus Personas, a Jesús en la Sagrada Eucaristía, etc.) se llama “latría” y es la adoración que sólo es debida a Dios. Se llama “hiperdulía” cuando se venera a la Santísima Virgen por ser la Madre de Dios, y “dulía” cuando está dirigido a los Santos como siervos de Dios.

La Iglesia desde los tiempos apostólicos se dedicó a organizarla y hermosearla, sirviéndose para ello de los recursos del arte, de la literatura y del simbolismo religioso y la ha conservado con esmero y adornado a través de los siglos con nuevos ritos, ceremonias y fórmula.

P. Juan José Arrieta