Así custodian los F-18 el espacio aéreo español ante las invasiones

Después de un día apaciblemente soleado, la niebla no se quiere levantar de la base aérea de Getafe. Aún de noche, la imagen brumosa del avión en la pista vacía hace casi inevitable recordar las escenas finales de Casablanca. Pero por fin, con tres horas de retraso, el avión sale con rumbo a San Javier. Se trata de una aeronave enemiga en un supuesto ataque de un país inexistente. La nave ha invadido el espacio aéreo español sin permiso, hasta que, sobre algún lugar de La Mancha, llegan dos cazas F-18 a interceptarlo.

Se abre la rampa de carga y las aeronaves venidas de Torrejón de Ardoz se acercan por detrás hasta que casi puedes tocarlas, aunque estemos a unos miles de pies del suelo. No es el caso, pero en una interceptación real o te marchas o te derriban. Uno de los pilotos del caza se balancea hacia los lados para saludar. Por esta parte, parece que el Ejército del Aire tiene controlado lo que pasa y, desde luego, el trayecto a la base de San Javier se hace mucho más entretenido. Todo esto forma parte de una ficción, pero una ficción que podría ocurrir algún día, y de hecho ocurre, aunque no suele tratarse de ataques.

Un piloto preparándose para despegar. REPORTAJE FOTOGRÁFICO: JAVIER BARBANCHO

La operación Eagle Eye forma parte de un ejercicio de entrenamiento conjunto que concluyó ayer y que realizan los Ejércitos de Tierra, Aire y la Armada, coordinados por el Mando de Defensa y Operaciones Aéreas del Estado Mayor. Y esta es la diferencia con la operación permanente que se mantiene cada día, las 24 horas, para proteger el espacio aéreo español. La idea es que esta protección suele depender del Ejército del Aire, pero en esta ocasión se coordinan los tres ejércitos por si se diera una situación de conflicto.

Por ejemplo: lo que se supone que ha ocurrido hoy es que un buque enemigo, cuyo papel se ha asignado al portaaviones Juan Carlos I, ha atacado los sistemas de control y comunicaciones. Para entendernos: que han bombardeado unas instalaciones militares y se pierde información sobre lo que ocurre en una parte del cielo, así que hay rellenar ese hueco, porque es un vacío en la seguridad del aire.

El Juan Carlos I tiene ya una década de vida y este año ha participado en su primera misión internacional, en el envío de suministros a Irak, para lo que navegó hasta el Golfo Pérsico. La Armada está orgullosa de este barco del que, como explica una capitán de Infantería de Marina, «se han vendido tres buques gemelos a Australia y a Turquía». De hecho, aunque lo parece, es más que un portaaviones, porque es un navío polivalente que integra muchas más capacidades que incluyen el transporte de material y efectivos a tierra y operaciones no bélicas, como las de ayuda humanitaria o buque-hospital para catástrofes.

Para simular el ataque, desde el Juan Carlos I, que hoy navega por aguas de Murcia con una tripulación de 300 personas, despegan dos imponentes Harrier, con un estruendo que aumenta a medida que sus motores se calientan. Para ver salir a estos aviones, hemos volado hasta el buque insignia de la Armada en un helicóptero Sea King.

Una figura de Elvis Presley colgada de un alambre baila al ritmo del helicóptero: es un fetiche del mecánico que siempre acompaña a los pilotos, todo un fan del rock & roll. El barco Juan Carlos I es también hoy un enemigo y sus Harrier> han destruido los radares, así que los aviones hostiles tienen vía libre para sobrevolar una parte de España.

Para impedirlo cuanto antes, aparte de los F-18 que se acercan a presionar a las aeronaves, cerca de 400 efectivos despliegan diversas baterías de cañones antiaéreos y misiles. La Unidad de Transmisiones del Ejército de Tierra tiene que improvisar un campamento en el campo de Alicante para garantizar que todo el sistema enlaza con el Mando de Defensa y Operaciones Antiaéreas que, como ya se ha dicho, coordina todo el ejercicio. El teniente general César Miguel Simón, jefe de este mando, y el teniente general Fernando López del Pozo, comandante del Mando de Operaciones, también están en Murcia y Alicante como responsables últimos del Eagle Eye.

A su vez, otros 70 miembros del Ejército del Aire se ocupan de llevar un gigantesco radar que ayude a restablecer las comunicaciones perdidas. Y en el Mediterráneo, la fragata Álvaro de Bazán hace las veces de bueno en esta ficción, y de controlador aéreo: los aviones de reabastecimiento, los F-18 y Eurofighter que custodian el cielo y expulsan a los invasores reciben instrucciones e información desde el barco, que tiene 180 militares a bordo.

«Estos ejercicios se realizan tres veces al año para coordinar a los tres ejércitos, porque hay que estar preparados en caso de que el Ejército del Aire necesite apoyo. Así conseguimos integrar todas las fuerzas en la defensa del espacio aéreo, que es una labor fundamental», explica el teniente coronel Bueno Caballero, que pertenece al grupo de mando que controla el Eagle Eye.

Estas maniobras podrían parecer exageradas o innecesarias si se desconocen, pero los militares explican que la invasión del espacio aéreo es más habitual de lo que parece, y es un objetivo prioritario de seguridad mantenerlo protegido.

De hecho, aunque no trasciende, es raro que pasen más de unos pocos días sin que alguna aeronave tenga que ser apercibida por los cazas: «Lo normal es que sean equivocaciones de ruta, o que a los pilotos se les haya olvidado encender la radio, por ejemplo, pero es muy común que los aviones de combate tengan que interceptar a un avión. Y la importancia de defender el espacio aéreo hace necesario coordinar a los tres ejércitos para que sepan responder ante cualquier riesgo».