La larga reflexión de Feijóo

El teléfono de Alberto Núñez Feijóo suena menos estos días. Para sus colaboradores es «un alivio». Ahora pueden despachar con él los asuntos ordinarios, incluso mantener una charla informal, sin verse asaltados por una llamada que quiere transmitirle su apoyo para que dé el salto a Madrid. Todo eso cambió el lunes, en una comparecencia pública que sacudió al PP nacional por lo inesperado de la decisión de Feijóo de permanecer en Galicia. El anuncio llevaba quince días cocinándose a fuego lento, pero quienes mejor le conocen admiten que, para ellos, «no fue tanta sorpresa».

La caja de los truenos la abre Mariano Rajoy el 5 de junio durante el comité ejecutivo. Se va. No hay marcha atrás. El PP tendrá que buscar un nuevo líder y él no participará del proceso. A la salida, los periodistas asaltan a Núñez Feijóo para que anuncie lo que todo el mundo está esperando: que concurrirá a las primarias del partido para presidirlo y suceder a Rajoy. Pero en la cabeza del barón gallego, incluso desde ese primer instante, ya estaba fija la idea de permanecer en Galicia. No sabía cómo justificar la ruptura del compromiso con la ciudadanía gallega que adquirió hasta 2020.

«Feijóo nunca estuvo dudando entre irse o quedarse», aclara una fuente muy próxima, «sino que tenía decidido quedarse en todo momento». ¿Y por qué no lo comunicó antes para zanjar especulaciones? «Porque comenzó un aluvión masivo de apoyos, una presión inmensa muy superior a la que se percibía mediáticamente», añade. «Le llamaron ministros del Gobierno, presidentes de comunidad, barones autonómicos, y cargos intermedios dándole su apoyo y animándole a que diera el paso». Casi abrumado, decidió pararse a pensar.

«Si hubiéramos querido avales, habrían caído del cielo», asegura otra de las personas de confianza de Feijóo. Con quien no habló fue con un solo periodista en estos quince días, y a pesar de ello, todas las mañanas se desayunaba en el dossier de prensa las más variopintas y minuciosas teorías sobre su desembarco a Madrid, ese que él sabía en su fuero interno que no se iba a producir.

Los dossieres

Una de esas teorías preventivas —es decir, que justificaban un motivo por el que pudiera fallar la aseveración de que se iría a Madrid con absoluta seguridad— es la de los supuestos dossieres con fotos comprometedoras del pasado de Feijóo, como las que en 2013 vieron la luz, en las que aparecía compartiendo vacaciones en los años 90 con un grupo de amigos entre los que se encontraba el narco Marcial Dorado. «Si le preocuparan los dossieres no sería presidente autonómico», reconoce su entorno, «porque él no ha dejado la política, y podrían haber salido en las últimas elecciones o ahora incluso, cuando se han filtrado las informaciones de Cristina Cifuentes o Pablo Casado». El problema, insisten, «es que la gente no puede entender que una persona no tenga la ambición de crecer, o que no considere que dejar Galicia para irse a Madrid sea crecer», al menos en este momento de su vida personal y política.

Feijóo atendió a quien le trasladaba su opinión por teléfono —«por ese móvil pasaron todos los nombres imaginables»—, pero también consultó a su entorno. Y escuchó las más dispares opiniones: desde quien le advirtió de que «este era un tren que, si lo dejaba pasar, se arrepentiría toda su vida»; a otras voces que le aconsejaban permanecer, reforzando su idea primigenia. Cada noche esa convicción se aquilataba un poco más cuando, al regresar a la casa que comparte con su pareja en La Coruña, se asomaba a la cuna del pequeño Alberto, de apenas año y medio, y compartía con él una mirada, una sonrisa, un balbuceo. Esa, entre otras, era una de las renuncias que exigía el ticket a Madrid. El presidente que enseña fotos de su hijo en las reuniones semanales de su gobierno ha matizado el ansia política de cuando aterrizó en la Xunta en 2009. «Le han cambiado las prioridades», asegura su gente, que los primeros días reconocían ir a ciegas con lo que pasaba por la cabeza de su jefe.

El punto de inflexión de Feijóo se produce el jueves 14. En su comparecencia ante los periodistas tras la reunión semanal de su ejecutivo, reconoce abiertamente que lo que más pesa en su decisión es el hecho de ostentar la Presidencia de la Xunta. Fue la primera declaración que no era ambigua ni equívoca. «Ahí empezamos a entrever que se podría quedar». Al día siguiente, despejó por completo su agenda. Ese fin de semana fue «de poco dormir». Y el lunes, poco antes de mediodía, decide comunicar su decisión. En primer lugar llama a Mariano Rajoy. Seguidamente, manda un escueto mensaje a Miguel Tellado, Alfonso Rueda y Pedro Puy: «Nos quedamos». Y por último, a su círculo más estrecho de la Xunta y el partido, el equipo en el que confía a ciegas desde hace más de una década.

En tiempo récord, Tellado tiene que reservar un espacio en un céntrico hotel compostelano para una junta directiva regional exprés. Es el mismo lugar en el que anunció en 2005 que optaría a la sucesión de Fraga y que volvió a elegir en 2016 para anunciar que repetiría como candidato en las autonómicas de ese año. Solo que ahora, con toda España pendiente, no daría la respuesta que todo el mundo estaba esperando, sino la que él albergaba en su interior desde el primer día. «El hotel se reservó a las 15h para un acto que se convocó para las 20h», confiesa uno de los organizadores. El resto es historia.