Zidane y Klopp, dos maneras de sonreír

Jürgen Klopp (50 años) ha entrenado a tres equipos en su carrera como técnico. Al primero, el Mainz, donde también fue futbolista, lo llevó a jugar la Copa de la UEFA (2005-06), pero después (2007) descendió y en el año siguiente no fue capaz de devolverlo a la élite. Tras ese «fracaso», el Dortmund se fijó en él para encabezar su proyecto y desde entonces ya ha alcanzado dos finales de Liga de Campeones, la de 2013, que perdió ante el Bayern con el Borussia, y la de hoy contra el Real Madrid.

Zidane (45) juega en Kiev la tercera consecutiva y hasta hace no mucho tenía que escuchar que cómo podía dirigir al Real Madrid si no había sacado de Segunda B al Castilla o no había ganado en La Roda. «Es gracioso que dos entrenadores que no tienen ni idea de táctica estén en este partido», decía ayer el preparador del Liverpool con la misma ironía con la que Zizou aseguraba el martes que es consciente de no ser el «mejor tácticamente». «No es que lo diga yo, ya lo escribís vosotros», lanzó sin perder la sonrisa.

Ambos tienen otras virtudes más allá de la pizarra y, a veces, eso se confunde con falta de disciplina y de trabajo de preparación de los partidos. Ellos han elegido sonreír en vez de llegar enfadados a la sala de Prensa y creen que el buen rollo con los futbolistas es un punto a favor más que un signo de debilidad. Hoy se miden en Kiev acusados de dirigir bloques con muchos problemas defensivos, pero ahí están, en el partido definitivo y sin perder esa sonrisa que cada uno muestra en función de su personalidad. El Liverpool de Klopp es un bloque con espíritu punk. Presión alta tras pérdida de pelota, posesión justa y vértigo ofensivo. No le importa dejar un «bonito cadáver» en defensa a cambio de «vivir deprisa». Su famoso tridente ofensivo es feliz con el alemán al mando y Salah, un buen extremo hasta la temporada pasada, que ha mutado en un goleador implacable que le ha aguantado la mirada a Cristiano y Messi. Él es un agitador por naturaleza y crea equipos a su imagen y semejanza: revolucionados y optimistas.

Zidane tiene algo de este positivismo y mucho de esa falta de veneración a los grandes dinosaurios del banquillo. También sonríe casi siempre, aunque su personalidad no es tan invasiva y extrovertida. Aunque se va soltando, es más reservado tanto en las declaraciones como en la zona técnica. «No sé si nos parecemos en algo, como futbolista yo fui un poquito mejor, pero él no jugaba mal. Como entrenador, le tengo mucho respeto, tiene mucha experiencia y lo que ha hecho en el fútbol ha sido fenomenal», admitía ayer el francés, que no quiere escuchar los halagos que le llegan desde el otro lado. «Llevo más tiempo en el Liverpool que él como técnico y puede ganar tres Champions consecutivas. Así que o es muy afortunado o es brillante y prefiero pensar que es brillante, como lo era de futbolista», decía Klopp en la previa. «Este Real Madrid es fantástico. Organizado cuando lo necesita y caótico cuando hace falta serlo con todos esos jugadores de clase mundial que tienen. Zidane siempre ha sido un luchador, como no podía ser de otra manera viniendo de Marsella», añadía.

Zizou, por su parte, apuntó al talento y al trabajo como la fórmula para llegar tres veces seguidas al partido decisivo. Aseguró que le mueve la pasión, que unas veces se siente valorado y otras no tanto y que el peor momento como técnico es el de elegir sólo once para el partido de hoy. Ramos desveló que están «como miuras» y que el hambre está intacta: «Hoy es como si fuera mi primera Champions».