Mas: «No seré el otro títere de Puigdemont»

«Una cosa es tragarnos el dedazo. Y otra bien diferente que nos manipule a todos como títeres». Es el mensaje que el ex presidente catalán Artur Mas ha trasladado en Madrid a políticos y empresarios cualificados tras la decisión de Carles Puigdemont de elegir a Quim Torra como sucesor y «hombre de paja» en la Generalitat. A pesar de la aparente unidad pública, una auténtica rebelión se está gestando en sectores del PDeCAT y el entorno del antecesor del prófugo de la justicia. Según ha sabido este periódico, Mas mantiene su pulso con Puigdemont para controlar el próximo Govern, ha tenido una intensa agenda la pasada semana en la capital madrileña y traslada un claro mensaje sobre el fugitivo: «Hay que atarle en corto». Las mismas fuentes indican que, a través de algunos financieros, diputados neoconvergentes y de Esquerra Republicana, en La Moncloa y el PP son conocedores de estos contactos encaminados a tutelar una gestión de Torra que, en caso de resultar elegido, se prevé muy dura y polémica.

«Nos tememos lo peor», admiten en privado diputados del PDeCAT y ERC, dónde curiosamente guardan una táctica prudencia tras el críptico mensaje de Oriol Junqueras desde la cárcel de Estremera. En paralelo, la cúpula neoconvergente liderada por Marta Pascal, que se acaba de estrenar como senadora en Madrid, prepara la celebración de un Congreso del partido para el próximo mes de julio con el objetivo de limitar los movimientos de Puigdemont, consolidar otro liderazgo y perfilar estrategias políticas. El total convencimiento de que la designación de Quim Torra, en caso de que la CUP finalmente le avale, será una investidura «circunstancial», acelera estos movimientos. La tensión entre Mas y Puigdemont crece por momentos y, según las fuentes citadas, el fugitivo ni siquiera consultó a su antecesor el nombre de Torra. Aunque de cara a la galería intenten disimular, la fisura entre el núcleo duro de Junts x Cat, leales a Puigdemont, y el PDeCAT es enorme y soterrada.

En medio de un gran enojo contra los dos llamados «hooligans» del prófugo, Elsa Artadi y Eduard Pujol, el ex presidente Artur Mas envió a un equipo de confianza a Berlín integrado por las llamadas «tres cariátides”: Marta Pascal, Neus Munté y Mercé Conesa. En un verdadero alarde de imagen falsa, el trío femenino posó con Puigdemont en paz y compañía, pero la procesión iba por dentro. Pascal, Munté y Conesa tenían el encargo de Mas de indagar sobre los planes del futuro Govern diseñados por Puigdemont, que dejan por completo al margen a dirigentes de su partido en favor de sus fieles. Por su parte, en ERC el malestar es también evidente a la hora de repartir carteras, siempre y cuando claro está, los antisistema de la CUP decidan abstenerse y facilitar la investidura de Torra, algo que decidirá hoy domingo su consejo político y que tiene a los radicales asamblearios altamente divididos.

La pasada semana Artur Mas tuvo una intensa agenda en Madrid. Junto a una cena con un foro empresarial, fue visto en el reservado de un restaurante cercano al Congreso de los Diputados y en el discreto rincón de un conocido hotel de la capital, habitual sede de encuentros de tronío. Aunque públicamente lo niegan, algunos diputados del PDeCAT como el veterano Carles Campuzano, y republicanos como Joan Tardá o Esther Capella, han mantenido contactos políticos para tratar de influir en los próximos pasos de Puigdemont y mermar el poder de Elsa Artadi y Eduard Pujol. Ambos recibieron con gran afán de protagonismo a Quim Torra a las puertas del Parlament, lo que disgustó al resto del grupo parlamentario, y dirigen los nuevos nombramientos en caso de que el candidato logre la investidura. Ello genera un fuerte malestar en el partido neoconvergente y en Esquerra Republicana, dónde no ocultan su desazón. La sensación de una etapa provisional y nuevas elecciones vuelve a estar sobre la mesa, a expensas de cómo acabe finalmente la grotesca investidura.

Tal como ya avanzó este periódico, el pulso entre Mas y Puigdemont se acrecienta. El control de la economía y la poderosa red de medios de comunicación públicos está sobre el tapete. Para la primera área, ERC quiere colocar a Pere Aragonés, hombre de confianza de Oriol Junqueras. En la segunda, bajo el paraguas de presidencia, la candidata es Elsa Artadi i Vila, con todo el poder en sus manos, pero Mas quiere situar a toda costa a su hombre de confianza Ferrán Mascarell. Si finalmente Quim Torra puede ser investido la batalla será terrible, añaden las fuentes consultadas. Los dirigentes republicanos, que optan por un perfil bajo, reconocen que se está «vendiendo la piel del oso antes de cazarla». En todo caso, la división entre todos ellos está servida a expensas de lo que finalmente decidan los antisistema de la CUP, cuya mayoría está en manos muy radicales a favor de nuevas elecciones envalentonados por las encuestas. Si una vez se cargaron a Mas, ahora pueden hacer lo mismo con Quim Torra, advierten con insolencia.

A pesar de las apariencias, el soberanismo hace aguas y así lo admiten en los partidos constitucionalistas, muy críticos con la figura e ideología de Joaquim Torra Pla. Ni siquiera en los Comunes ha caído bien su elección, a quien consideran un autentico «monigote» del fugitivo y nada transversal, en palabras de su portavoz Xavier Doménech. En caso de logar la investidura, el espectáculo será de traca, dado que Carles Puigdemont ha impuesto sus condiciones como la imposibilidad de utilizar las dependencias presidenciales del Palau o firmar desde su exilio cualquier decreto que salga del nuevo Govern. «El colmo de la patochada», dicen estos dirigentes, sabedores de la complicada situación. El escenario llega a tal surrealismo que hasta un diputado soberanista lo admitía con sorna en los pasillos del Congreso: «Si hasta esto le va a salir bien a Rajoy…».