París apunta a los traficantes de migrantes por la tensión en Calais

Calais, la ciudad portuaria francesa que hasta octubre de 2016 albergó un campo con miles de extranjeros en busca de una vida mejor, vuelve a ser un símbolo de los desajustes de la política de la inmigración en Europa. Las repetidas tensiones en la zona degeneraron el jueves en una reyerta que dejó 22 heridos, algunos por balas, y cuatro en estado crítico. El ministro francés del Interior, Gérard Collomb, apuntó a los traficantes de personas como responsables de la tensión. Francia teme que Calais vuelva a convertirse en un foco de atracción para migrantes.

El incidente del jueves no es el primer episodio en los meses recientes de violencia en Calais, donde viven entre 500 y 800 personas que aspiran a cruzar el canal de la Mancha, pero sí uno de los más graves. Estalló hacia las 14h30, cerca de un punto de distribución de comida, cuando un afgano disparó contra varios eritreos. Las peleas se prolongaron durante la tarde cuando un centenar de eritreos replicaron atacando con barras de metal y palos de madera a una veintena de afganos.

El ministro Collomb se desplazó la misma noche a Calais, y anunció la llegada de más policías. También recordó que en breve el Estado se encargará del suministro de alimentos. Y señaló a los traficantes, que llegan a cobrar, según datos de la agencia France Presse, hasta 2.500 euros para trasladar a quienes pagan esta suma en camiones que cruzan el canal en ferry o por el Eurotúnel. “En Calais”, dijo Collomb en un mensaje en la red social Twitter, “la verdadera violencia es la de los pasadores que explotan con cinismo la miseria y el miedo de los refugiados”. En otro momento, avisó de que «si alguien quiere ir a Reino Unido, no debe venir aquí». Calais, dijo, es «un espejismo, un muro contra el que chocan los migrantes».

El presidente, Emmanuel Macron, visitó Calais el 16 de enero, y en un discurso defendió su política de inmigración, una combinación de mano abierta con los refugiados y mano dura con el resto. La misma semana se reunió con la primera ministra británica, Theresa May, que aceptó pagar más a Francia para que este país proteja la frontera. Desde entonces la situación no ha mejorado, y el debate sobre la actuación de los cuerpos policiales franceses, y sobre la suerte de las personas atrapadas en Calais, se ha intensificado. Aliados políticos de Macron también han criticado su política de mano dura y los supuestos excesos policiales. En verano, el defensor del pueblo, Jacques Toubon, ya expresó su inquietud por las condiciones de vida y la falta de respeto por los derechos humanos de los migrantes de Calais.

“Afirmo, señor presidente, que funcionarios de la República Francesa golpean, gasean, apedrean, humillan a adolescentes, a muchachas y muchachos en el desamparo y la indigencia. Lo he visto y lo he filmado”, escribió hace unos días en el diario Libération el escritor Yann Moix, que prepara un documental sobre Calais. “Yann Moix, en su artículo usted no menciona la violencia de los inmigrantes, las barreras habituales en las carreteras, los apedreamientos”, le replicó un grupo de periodistas del diario local Nord Littoral. “Usted se olvida de los habitantes de Calais, a los que durante meses se ha dejado solos, ante la Jungla y sus 10.000 inmigrantes, ante una presión migratoria sin precedentes, sin respuesta del Estado”. La herida de Calais sigue abierta.