Por fin una generación de oro

Por mucha calidad, justicia deportiva o empeño que pusieran los jugadores; el sentimiento de que España se merecía por fin este oro europeo no podía imponerse a la razón. El deporte no se guía por la emoción, sino por los datos: un solo tanto de desventaja contra Rusia en 1996, una fantástica Suecia en 1998, la Francia imperial en 2006, y una etiqueta de favorito que pesó demasiado ante Alemania en 2016. Ayer, por fin, la calidad, la justicia, el empeño, el sentimiento y la razón se pusieron de acuerdo para impulsar a España hasta el título continental contra Suecia. Para rubricar en oro a una generación irrepetible. Con todo merecimiento.

Son muchas las medallas que han conquistado con su juego. En las 200 veces que Raúl Entrerríos, Arpad Sterbik o Viran Morros han vestido la camiseta nacional, en las cien que lo han hecho Rivera, Sarmiento, Aginagalde, Cañellas, Sarmiento, Gurbindo o Gedeón, hay dos oros mundiales (2005, 2013), un bronce olímpico (Pekín 2008), y un bronce (2014), cuatro platas y por fin un oro europeos. Pero sonmuchos más los aficionados que se han ganado gracias a su vibrante puesta en escena, su colorido juego colectivo, la humildad, los abrazos en la victoria y la derrota, las sonrisas en las alegrías, los apoyos en la tristeza, y un levantarse siempre ante las dificultades. Intangibles que no dan medallas, pero sí prestigio y del que ya se empapan los Dujshebaev, Pérez de Vargas, Solé, Balaguer, Fernández, Corrales o Goñi, candidatos para alargar la hegemonía en lo que está por llegar.

«Esta fase de preparación comenzó hace año y medio y todavía le queda mucho por mejorar. Siempre se habla de cambio de ciclo, pero lo que quiere la gente es ver a su equipo ganar. Eso es lo que intentamos hacer: generar alegrías, generar ilusión. Lo conseguimos con el equipo humano y lo tenemos que conseguir con el resultado», admitía Jordi Ribera a este periódico antes de partir a Croacia. Quince días después, vuelve con el oro europeo.

Un éxito tremendo en dieciséis meses en el cargo. Lo que habían intentado sin éxito sus predecesores, lo atrapa él en su primer Europeo, con esta España que se empeña en decir que aún está en crecimiento, a medio camino entre lo brillante que fue y lo que puede brillar todavía en el futuro.

Tokio 2020

Todavía hay mucho que crecer y en lo que creer. Solo cinco jugadores de esta selección que ya es de oro desarrollan su profesión en España. Volverá a reivindicarse esta medalla para aumentar los presupuestos, los patrocinios, la afluencia a los pabellones, la vuelta de los exiliados. Quizá siga siendo una utopía a corto plazo, pero también parecía imposible vencer a la Francia de Nikola Karabatic y se logró, con clase, convicción y lecciones maestras. También parecía imposible ese oro europeo, tras cuatro finales malditas. Pero ya está grabada en el pecho de estos jugadores que encuentra a muchos en la madurez deportiva, a otros en el despegue, pero que a todos alimenta para continuar y mejorar.

El balonmano español los necesita. Para pensar en futuribles hazañas, como quizá esa gloria olímpica en Tokio 2020 después de la ausencia en Río 2016. Esta generación de oro no lo es solo por la medalla, también por el sentimiento, la humildad y el corazón. Por emocionar con su lucha, su entrega y su capacidad para creer y hacer creer.