Las campanas de las iglesias de Mosul vuelven a repicar

Sentimientos encontrados de emoción y tristeza envuelven el ambiente. Villancicos y otros cánticos navideños sonaron con fuerza en el interior de la abandonada catedral de San Pablo de Mosul. Es la primera vez, desde que en agosto de 2014 las huestes yihadistas de Abu Bakar Al Bagdadi plantaron la insignia negra sobre la provincia de Nínive (norte de Irak), que los cristianos celebran la misa de Navidad en sus iglesias en Mosul y alrededores.

«Mi mensaje es para nuestros hermanos los musulmanes antes que los cristianos», manifestó el patriarca de la Iglesia católica caldea de Irak, Louis Raphael Sako, que ofició la misa. «Les pido que cambien su forma de pensar, deberían conocer mejor el cristianismo», alentó el patriarca iraquí. A pesar de que las localidades de la Planicie de Nínive, donde se concentra la mayoría de cristianos de Irak, fueron liberadas hace más de un año y la segunda urbe de Irak hace seis meses, apenas unos cientos de familias han regresado a Qaraqosh, la localidad cristiana más grande de Nínive, con una población de 50.000 almas antes de la llegada del Estado Islámico (EI), y a Tel Skof –con 12.000 cristianos caldeos–, el resto de poblaciones cristianas siguen siendo pueblos fantasma.

«La situación es miserable, la mayoría de las casas de los cristianos están destruidas, desvalijadas o quemadas. No hay muchas oportunidades para poder volver aquí», indicó a LA RAZÓN el padre Thabit, que pertenece a la diócesis católica caldea de Erbil. En la capital del Kurdistán iraquí hay en este momento más de 120.000 cristianos refugiados, prácticamente toda la población cristiana de la Planicie de Nínive.

Pero ahora, muchos de ellos, sobre todo los jóvenes han emigrado. Los cristianos se están marchando a Turquía o Líbano y otros han conseguido asilo en Australia o Estados Unidos. «Si la situación no cambia, ni empieza la reconstrucción, los cristianos no regresarán a Irak. No podemos hacerlo solos, necesitamos la ayuda de la Comunidad internacional, y de las organizaciones internacionales. Hasta ahora la Iglesia (Caldea) es quien más nos ha ayudado», advirtió Thabit.

«Con el apoyo de la Diócesis voy a abrir una oficina de reconstrucción», agregó el religioso. La Diócesis Caldea no sólo ayuda a los cristianos sino a otras minorías religiosas como los yazidíes que huyeron de las montañas de Sinjar, norte de Irak, en agosto dela ño 2014.

Pero sus ilusiones y esperanzas chocan con una tenebrosa realidad: los cristianos en Oriente Medio se han convertido en el principal objetivo de los atentados terroristas. Hace sólo una semana, unos yihadistas del EI atacaron una iglesia en Baluchistán (Pakistán) y acabaron con la vida de una decena de personas. «No quiero quedarme aquí, lo hemos perdido todo. Me gustaría poder ir a EE UU», señaló Rodi Raad, estudiante universitario de Karemles. Su familia ha sido doble víctima del delirio yihadista. El padre de Raad murió hace 12 años en Mosul, en un atentado terrorista perpetrado por la rama iraquí de Al Qaeda, (AQI) precursora del Estado Islámico. Y ahora son refugiados en el Kurdistán iraquí después de haberlo perdido todo. En Karemles, donde había 3.000 cristianos antes del EI, no hay electricidad ni agua corriente, ni se han limpiado aún las minas y artefactos explosivos que diseminaron los yihadistas por todas partes. Fue uno de los primeros asentamientos humanos en la antigua Mesopotamia y llegó a ser una de las ciudades asirias más importantes de Babilonia. Su patrimonial casco antiguo ha quedado reducido a escombros.

El Estado Islámico devastó las áreas cristianas, saqueando y quemando hogares e iglesias, así como profanando tumbas de santos y despojándoles de todas las reliquias valiosas. Se necesitarán cientos de miles de dólares para reparar todos los hogares y bienes robados por los extremistas en estos años.

El daño en Qaraqosh es extenso, particularmente en las iglesias del casco antiguo de la ciudad. Cientos de feligreses se congregaron para celebrar la misa del Gallo en la Iglesia católica siriaca de la Inmaculada, abrigados por paredes chamuscadas y ennegrecidas, y todavía marcadas por las pintadas del Estado Islámico. Los feligreses atendieron la homilía de Navidad en sillas de plástico donadas por la Iglesia ya que no cuentan con dinero suficiente para poder reemplazar los bancos de madera que fueron incendiados por los yihadistas.