La segunda vida de la Estación del Norte: de viejo andén a corazón cultural del Arrabal

La Estación del Norte fue construida en 1861 y se convirtió posteriormente en centro cívico

La fachada de la Estación del Norte lleva más de siglo y medio contemplando el ir y venir de la ciudad. Pero desde 2004, el sonido que se escucha en su interior ya no es el traqueteo de los trenes, sino el de la cultura, el aprendizaje y la convivencia vecinal. Allí donde antes se anunciaban partidas y llegadas, hoy se encadenan clases, conciertos, ciclos artísticos y encuentros comunitarios.

La memoria del lugar se percibe en cada rincón. Construida en 1861, la Estación del Norte fue durante más de un siglo la principal puerta ferroviaria de Zaragoza, hasta que en 1973 cesó definitivamente su actividad. El abandono posterior dejó al inmueble en un estado de deterioro que amenazó con borrar un trozo esencial de la historia industrial española.

No obstante, la ola de políticas de recuperación patrimonial impulsadas en los años noventa permitió rescatar la vieja estación y adaptarla a un nuevo uso. Tras un proceso de rehabilitación minucioso, volvió a abrir sus puertas en 2004, esta vez como un centro cívico destinado a la participación ciudadana.

«Fue una idea maravillosa que nos ha permitido recuperar esta antigua estación», afirma Pilar Salinas, directora del centro, que asumió el proyecto tras su paso por el Centro Cívico Tío Jorge. Para ella, trabajar aquí es casi custodiar un legado urbano, una demostración de que los edificios del siglo XIX pueden renacer como espacios públicos vivos y necesarios.

EL LATIDO DEL BARRIO: UN ESPACIO POLIVALENTE Y ABIERTO

Lo que comenzó como una apuesta por la descentralización de los servicios municipales se ha convertido, con el tiempo, en un auténtico ágora contemporánea. El salón de actos, capaz de mutar según las necesidades siendo un día una sala de jazz, otro tablao flamenco y otro gran sala de baile para los mayores, refleja el espíritu del lugar.

El centro organiza más de 90 cursos estables al año y más de mil actividades puntuales, siempre en colaboración con entidades y colectivos del entorno. La afluencia constante de público no solo fortalece la vida cultural del barrio, sino que también impulsa la convivencia intergeneracional. «Tenemos adolescentes, muchos niños y un colectivo de mayores muy participativo», explica Salinas. Esa diversidad condiciona la programación y convierte a la Estación del Norte en uno de los ejes sociales más importantes del Arrabal.

DE PROGRAMAS DE BIENESTAR A CICLOS DE FLAMENCO

Si algo caracteriza a este centro cívico es la potencia de sus ciclos culturales. La Estación del Norte no solo alberga actividades, ha logrado generar programas propios con sello reconocible, algunos ya convertidos en referencia en la ciudad. Entre los proyectos más emblemáticos se encuentra el programa «Andén del Bienestar», que regresa cada primavera para explorar la salud emocional a través del teatro, el cine y la narración.

«Desde este andén se husmea en todos aquellos aspectos emocionales que rigen nuestra vida», explica Salinas. Bajo el guiño metafórico al pasado ferroviario, el programa aborda temas de máxima actualidad desde una óptica creativa y comunitaria.

Otro pilar de la programación es el ciclo de baile flamenco, una evolución del programa en red Ritmos y Danza, que ha encontrado en la Estación del Norte un ecosistema perfecto para crecer. Este año ha contado con artistas de primer nivel como Juan de Juan, Carlota Benedín o Nazareth Reyes, además de exposiciones y actuaciones con guitarristas, percusionistas y cantaores. El ciclo combina además espectáculos de aforo completo con un componente pedagógico fundamental: los artistas invitados imparten clases magistrales a profesores y estudiantes de Zaragoza.

A esto se suman programas de expresión artística, con exposiciones accesibles para cualquier visitante que pase por el vestíbulo, La Linterna Mágica, un espacio de cine mensual para públicos jóvenes, el ciclo Jazz al Margen o el reciente programa «En femenino», centrado en visibilizar a mujeres vinculadas a la música y debatir sobre feminismo y sexismo en el ámbito cultural.

UN MOTOR ECONÓMICO Y SOCIAL PARA EL ARRABAL

En cualquier caso, el impacto del centro cívico va más allá de la cultura. La actividad constante genera un flujo de vecinos y visitantes que revitaliza la economía local. Los bares del entorno lo saben bien. «Nos piden los carteles del flamenco porque saben que trae más gente a sus mesas», explica Salinas. El efecto dinamizador se deja notar especialmente en hostelería y pequeño comercio, que encuentra en el centro cívico un aliado inesperado.

En definitiva, La Estación del Norte es hoy un ejemplo de cómo el patrimonio puede reinterpretarse para convertirse en infraestructura social. Su historia, marcada primero por el movimiento ferroviario y ahora por el movimiento ciudadano, demuestra que la arquitectura del pasado puede seguir siendo útil si se la pone al servicio de la comunidad.