Dos venezolanos, tres italianos, un papuano y un armenio serán elevados a los altares este domingo. Sus vidas, distintas en origen y tiempo, confluyen en una misma vocación: amar, servir y testimoniar el Evangelio incluso hasta la muerte
Bajo el cielo de Roma, la Plaza de San Pedro se prepara para una de las celebraciones más solemnes del año: el Papa León XIV canonizará esta mañana a siete nuevos santos, hombres y mujeres de distintas épocas y continentes cuya vida fue un testimonio radical del Evangelio. Una ceremonia que reunirá a miles de fieles venidos de todo el mundo para celebrar la santidad de vidas entregadas a Dios en contextos y tiempos muy distintos, pero unidas por una misma fe.
Los nuevos santos serán: Ignacio Maloyan, obispo y mártir en el genocidio armenio; Peter To Rot, laico catequista y mártir de Papúa Nueva Guinea; Vincenza Maria Poloni, fundadora de las Hermanas de la Misericordia de Verona; María Carmen Rendiles Martínez, fundadora de la Congregación Siervas de Jesús en Venezuela; María Troncatti, misionera salesiana en Ecuador; José Gregorio Hernández Cisneros, conocido como el ‘médico de los pobres’ venezolano; y Bartolo Longo, ex sacerdote satanista que se convertiría en uno de los mayores propagadores del Rosario.

Venezuela tendrá sus dos primeros santos
Entre los nuevos santos destacan dos venezolanos profundamente queridos por su pueblo: el doctor José Gregorio Hernández y la madre María Carmen Rendiles Martínez. El primero, nacido en Isnotú en 1864, es conocido en toda Venezuela como el médico de los pobres.
Intentó varias veces consagrarse como religioso y sacerdote, pero su delicada salud se lo impidió. Sin embargo, aquella fragilidad, lejos de apartarlo de su vocación, se transformó en un don. «No lo llevó a cerrarse en sí mismo, sino a convertirse en un médico aún más sensible a las necesidades de los demás», dijo de él el Papa Francisco al declararlo beato.
Por su parte, María Carmen Rendiles Martínez, nacida en Caracas en 1903, consagró su existencia al servicio silencioso y a la oración. En 1927 ingresó en la Congregación francesa de las Siervas de Jesús en el Santísimo Sacramento, y con el paso de los años se convirtió en una figura de prudencia y liderazgo espiritual. En la década de 1950 guió la refundación de su congregación, y en 1965 la Santa Sede aprobó oficialmente la nueva comunidad venezolana bajo el nombre de «Siervas de Jesús».
Un santo sin milagro: el caso de Peter To Rot
Particular atención suscita la canonización del beato Peter To Rot, catequista laico de Papúa Nueva Guinea, martirizado durante la ocupación japonesa en la Segunda Guerra Mundial. Esposo y padre de tres hijos, se opuso a la poligamia que los japoneses querían imponer y se negó a dejar morir la fe de su gente.
Su causa ha sido singular, pues el Papa Francisco, en febrero de 2024, concedió la dispensa del milagro requerida para la canonización de un beato, ya que documentar uno en un país con escasez de hospitales y una cultura predominantemente oral era una misión casi imposible.

Un mosaico de santidad
El grupo que hoy canoniza León XIV forma un auténtico mosaico de carismas y misiones. Desde el heroico testimonio del armenio Ignacio Maloyan, asesinado en 1915 durante el genocidio armenio —el 10 de junio de aquel año, Maloyan y 447 fieles fueron llevados al desierto para ser ejecutados—, hasta la entrega silenciosa de Vincenza Maria Poloni y María Troncatti, pasando por el impactante legado de Bartolo Longo, quien tras años sumido en el espiritismo y el satanismo murió en 1926 pronunciando: «Mi único deseo es ver a María, que me salvó y me salvará de las garras de Satanás».
Con estas vidas, la Iglesia vuelve a ofrecer al mundo rostros concretos de la santidad: hombres y mujeres que, con amor, servicio y entrega, mostraron la fidelidad al Evangelio en la vida diaria y en la prueba. No fueron vidas perfectas, sino heridas y purificadas por el dolor, que aprendieron a dejarse guiar por Dios y a responderle con fe y generosidad.