El extravagante trono del último monarca absoluto de África en Sevilla

Mswati III, rey de Esuatini, acude a la cumbre de la ONU con su novena esposa y rodeado de exigencias insólitas

Entre los jefes de Estado presentes esta semana en la IV Conferencia Internacional de la ONU sobre Financiación para el Desarrollo, uno de los que más atención ha generado es Mswati III, rey de Esuatini. Su figura, la del último monarca absoluto del continente africano, ha llamado la atención tanto por su controvertido estilo de gobierno como por el despliegue de excentricidades que lo acompaña allá donde va.

Esuatini, antiguo reino de Suazilandia, es una pequeña nación del sur de África enclavada entre Sudáfrica y Mozambique, con apenas 1,2 millones de habitantes. Mswati III, quien gobierna desde 1986, se convirtió en su momento en el monarca más joven del mundo al asumir el trono con tan solo 18 años. A día de hoy, sigue ejerciendo un control casi total sobre el poder ejecutivo, legislativo y judicial del país.

La llegada de Mswati a Sevilla, acompañado por su novena esposa, la reina Nontsetelo Magongo, ha generado comentarios dentro y fuera del ámbito diplomático. El monarca y su séquito se alojan en uno de los hoteles más exclusivos de la ciudad en el que, según adelantó Abc, su equipo solicitó un trono para instalar en su suite y una fotografía a tamaño real del rey. La extravagancia de la petición sorprendió incluso al propietario de una copistería local, que aseguró al medio que el encargo no se llegó a realizar por la mala calidad de la imagen aportada.

Perplejidad manifiesta

La visita del monarca de Esuatini a Sevilla tiene tanto una dimensión política como una carga simbólica evidente. En un foro que aboga por el desarrollo sostenible y una financiación global más equitativa, la presencia de uno de los pocos jefes de Estado que aún ostenta un poder absoluto resulta, según fuentes políticas locales consultadas por THE OBJECTIVE, una paradoja difícil de ignorar. En Esuatini, el 59% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, y el país lidera las estadísticas mundiales de prevalencia del VIH, con aproximadamente un 27 % de la población adulta afectada.

El contraste entre la vida del monarca y la de sus súbditos es uno de los aspectos más señalados por organizaciones internacionales y medios. Mswati III ha sido criticado en repetidas ocasiones por sus gastos excesivos, como la adquisición de decenas de vehículos de lujo, jets privados y la construcción de numerosos palacios. En 2019, por ejemplo, se estimó que destinó 15 millones de euros a comprar automóviles para sus esposas, lo que generó indignación en un país en el que las necesidades básicas aún no están garantizadas para una gran parte de la población.

El monarca no viaja solo: lo acompaña la reina Nontsetelo, con quien contrajo matrimonio en 2002, cuando ella apenas alcanzaba la mayoría de edad. Se trata de una de sus 16 esposas oficiales, en una tradición polígama heredada de su padre, el rey Sobhuza II, quien llegó a tener más de 70 mujeres y más de 200 hijos. La reina Nontsetelo, de raíces mozambiqueñas y portuguesas, ha sido elegida en esta ocasión para acompañarlo en su periplo europeo, que incluyó recientemente una visita de Estado a Ghana, donde fueron recibidos por el rey de los Ashanti en una ceremonia marcada por el respeto mutuo entre casas reales africanas.

Su paso por Sevilla

La estancia del monarca en Sevilla incluye su participación activa en los foros de la cumbre de la ONU, además de eventos sociales de alto perfil, como la recepción ofrecida en el Real Alcázar por los Reyes de España y la cena de gala en el Palacio de Dueñas, organizada por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Si bien no es la primera vez que Mswati III pisa suelo español —en 2019 protagonizó una discreta visita privada a Málaga—, su participación en la cumbre de la ONU marca, según coinciden expertos en política internacional, su intervención más visible y significativa en territorio nacional. Esta vez, además de su delegación oficial, el monarca ha traído consigo una representación palpable de un modelo de realeza que muchos consideran propio de otra época, pero que aún perdura en pleno siglo XXI.

En los últimos años, Esuatini ha sido escenario de una creciente ola de protestas prodemocráticas, duramente reprimidas por el régimen. En 2021, manifestaciones masivas exigieron reformas constitucionales y una mayor apertura política en un país en el que los ciudadanos no pueden elegir libremente a sus representantes y donde la disidencia suele silenciarse con fuerza. Las movilizaciones fueron respondidas con violencia. Organismos internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch han denunciado la falta de libertades civiles, la censura y la persecución sistemática de activistas y periodistas.