La ciudad estadounidense es la última escala de la Heredera en América dentro de su viaje de formación
Una de las grandes mentiras de Nueva York es que es la ciudad que nunca duerme. Todavía no se desperezaba la Gran Manzana y ya estaba en pie toda la marinería del Juan Sebastián de Elcano, el buque-escuela de la Armada española, fondeado desde el día anterior en la bahía de Nueva York, con el sol despuntando por Brooklyn. Entre ellos la guardiamarina Borbón Ortiz, la Princesa de Asturias.
«Los que no dormimos somos nosotros», confesaba con gracia uno de los marineros que acompañan a la Heredera de la Corona de España, poco después deremontar el río Hudson hasta el muelle 88, a la altura de la calle 48, en la orilla de Manhattan, esquivando los ‘ferries’ mañaneros que transportan oficinistas desde New Jersey a Wall Street.
Es el mismo río que hace casi 500 años, y en el nombre de esa misma Corona, exploró el marinero portugués Esteban Gómez, el primero en plasmar en un mapa esta desembocadura. Y que dio su primer nombre a este río: San Antonio. Con el tiempo sus riberas acogieron a Nueva Ámsterdam, que después fue Nueva York, que sigue siendo hoy la puerta de entrada a América para tantos sueños.

«Desde el punto de vista histórico de la navegación de un navegante español, es tremendamente inspirador para los jóvenes guardiamarinas realizar esta navegación», contaba después el capitán de navío Luis Carreras-Presas do Campo, comandante del Elcano en esta travesía.
Entre esos jóvenes, la Princesa Leonor, que formó con el resto de la marinería sobre la cubierta del barco, encaramada al tranvía de popa. Desde allí, al igual que sus compañeros, se descubrió la cabeza para saludar con la gorra, mientras la banda de música interpretaba ‘Suspiros de España’. Antes del pasodoble sonó ‘Ganando barlovento’, una marcha naval. Y mucho antes, el rugido del mar.
Contó el comandante que la guardiamarina Borbón Ortiz, el tratamiento que recibe a bordo del Elcano, y el resto de la tripulación -76 guardiamarinas, 20 oficiales, 20 suboficiales, 130 militares de escala y de marinería y dos maestros civiles- se enfrentaron a condiciones duras en el último trayecto, desde Santo Domingo a Nueva York.
«Tuvimos la oportunidad de prever, de anticipar y de prepararnos para disfrutar la experiencia marinera de un temporal», dijo con satisfacción el comandante. Ese temporal, con vientos de 60 nudos, estuvo cerca de permitir al Elcano -y, con él, a Doña Leonor- batir el récord de velocidad para el barco. Alcanzó 16,1 nudos, cerca del máximo histórico de 17.
El comandante insistió una y otra vez en no hacer ninguna distinción sobre la presencia de la Princesa de Asturias a bordo. «Naturalidad y normalidad, como en cualquier otro crucero», dijo. Es evidente -la seguridad, la atención mediática- que esa no es igual a otras travesías. Pero eso no afecta a la vida a bordo. «Es una más», aseguraba uno de los marineros, mientras algunos compañeros se fundían en abrazos con sus familiares en tierra.
La llegada del Elcano a Nueva York tenía otro componente emotivo para la tripulación: se produce poco más de dos semanas después del trágico accidente de otro buque-escuela, el Cuauhtémoc, de la Armada de México. El navío se estrelló contra el puente de Brooklyn, en un accidente en el que dos marineros fallecieron y decenas resultaron heridos. La tripulación del Elcano celebró en la víspera un acto militar en homenaje a las víctimas desde el lugar en el que estaba fondeado.
El Elcano lleva en el mar desde el pasado 11 de enero, cuando partió desde el puerto de Cádiz, en una travesía histórica por la presencia de la heredera de la Corona a bordo. Hasta el momento, ha hecho escalas en las Islas Canarias (Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria), Salvador de Bahía (Brasil), Montevideo (Uruguay), Punta Arenas y Valparaíso (Chile), Callao (Perú), Panamá, Cartega de Indias y SantaMarta (Colombia) y SantoDomingo (República Dominicana), además de Nueva York.
El buque-escuela permanecerá aquí hasta el martes, cuando iniciará el viaje de regreso hacia España. En él ya no navegará Doña Leonor, que cruzará en avión el Atlántico el próximo lunes para seguir su formación naval en la fragata Blas de Lezo, que desarrollará maniobras en el Mediterráneo.
La Princesa de Asturias volverá a embarcar en el Elcano para llegar a Gijón el 3 de julio. Después, finalizará la travesía de este año del buque-escuela en el puerto de Marín, entre el 14 y el 17 de julio, previo paso por Ferrol, entre el 9 y el 12 de julio.
Durante los días que estará en Nueva York, el Elcano estará abierto para visitas durante el fin de semana, después de haber asombrado en su paso por el Hudson a los madrugadores que hacen deporte en la orilla del río. En la escala neoyorquina, los marineros participarán en diferentes actividades. La guardiamarina Borbón Ortiz está asignada a un grupo que asistirá a un concierto de la orquesta del Teatro Real en el Carnegie Hall. También participará en el resto de actividades programadas para la marinería, como una recepción y un acto de jura de bandera, previstos para este viernes.
Su visita a EE.UU. en el ‘Elcano’ se produce casi cuarenta años después de la de su padre, el Rey Felipe. En mayo de 1987, el entonces Príncipe de Asturias, también en su travesía como guardiamarina, atracó con el buque-escuela en Annapolis. La cercanía con Washington, la capital de EE.UU., permitió una entrevista con el entonces presidente de EE.UU., Ronald Reagan. En esta ocasión, no está en la agenda -y la distancia de Nueva York con Washington no lo facilita- un encuentro entre la Heredera del Trono de España y del actual presidente de EE.UU., Donald Trump.