«La paz esté con todos vosotros» ha sido la frase evangélica con la que el 267.º Sucesor de Pedro se ha dirigido al mundo entero
No es solo la imagen lo que cuenta. Aunque miles de focos y cámaras estuvieran centrados en captar la primera salida al balcón del Papa León XIV, uno de los aspectos más relevantes era lo que dijera. Las primeras palabras del 267.º Sucesor de Pedro al mundo entero tienen un peso propio: son el primer sello de su pontificado y, en muchos casos, una pista del estilo que marcará los años por venir. Es, por así decirlo, su carta de presentación ante todo el Pueblo de Dios… y ante el resto del planeta.
Benedicto XVI, en 2005, optó por la elegante discreción y la humildad: «Soy un humilde trabajador en la viña del Señor […] Me consuela el hecho de que el Señor sabe trabajar con instrumentos insuficientes».
Francisco, por su parte, eligió la espontaneidad. Desde el primer momento dejó claro que quería despojarse de títulos y protocolos: «Antes de que el obispo bendiga al pueblo, os pido que vosotros recéis para que el Señor me bendiga: la oración del pueblo, pidiendo la bendición para su obispo».
Ahora, el Papa León XIV ha mostrado al mundo su carta de presentación con sus primeras palabras: «La paz esté con todos vosotros». Pero no se ha referido solo a la paz entendida como ausencia de conflictos, sino a la paz de Dios, la que se menciona en los Evangelios: «la paz de Cristo resucitado, la del Buen Pastor, que ha dado la vida por el rebaño». Y añadió: «Yo también quiero que este mensaje de paz llegue a todos vosotros, a vuestras familias, a todas las personas, estén donde estén, a todos los pueblos, a toda la Tierra», ha exclamado con fuerza y seguridad.
Una paz que no es genérica ni abstracta, sino que se concreta en la certeza de que «Dios nos quiere, os quiere tanto a todos y el mal no prevalecerá». Y que, al mismo tiempo, invita a la acción y buscan «una paz desarmada y una paz desarmante, humilde y perseverante» —palabras que recuerdan a su predecesor, Francisco—.
De hecho, en esa línea, ha enmarcado también la última aparición pública del Papa emérito, durante la bendición Urbi et Orbi del Domingo de Resurrección, el día antes de que el Papa argentino falleciera. Ha sido como volver a ese mismo punto para continuar su mensaje: el mensaje de paz de Cristo resucitado. «Estamos todos en las manos de Dios, por tanto, sin miedo, unidos, mano de la mano con Dios y entre nosotros: vayamos adelante, somos discípulos de Cristo».
Con voz serena y mensaje escrito, el nuevo Pontífice parece haber trazado las líneas generales de lo que será su pontificado. «Cristo nos precede, el mundo necesita su luz, la humanidad necesita de Él como el puente para ser alcanzado por Dios y su amor», afirmó, marcando desde el primer momento una visión centrada en lo esencial del Evangelio.
Invitó a los fieles a ser constructores de unidad: «Ayudémonos unos a otros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro». En medio de su primer saludo al mundo entero, tampoco olvidó a los cardenales: «que me han escogido para ser el sucesor de Pedro y caminar junto a vosotros como Iglesia unida, buscando siempre la paz y la justicia».
Hacia el final de su discurso, el Papa retomó algunas de las ideas centrales de su mensaje, subrayando —con un tono sereno pero firme— que el camino de la Iglesia debe ser compartido: «Caminar juntos, unidos, buscando la paz, la justicia, trabajando juntos, fieles a Jesús y sin miedo para proclamar el Evangelio».
Y concluyó con una frase que parece anticipar el estilo que marcará esta nueva etapa: «Queremos ser una Iglesia sinodal, que camina unida; una Iglesia que busca la paz, la caridad y estar cerca de quienes más nos necesitan».