«Si la situación de abandono no se revierte, algún día afectarán de forma irreversible a muchos otros documentos»
La Biblioteca Nacional de España, otra vez inundada por las lluvias: «Parecía un diluvio»
Parafraseando a Émile Zola, si me es permitido hablar, quiero dirigirme a usted gritando la verdad con toda la fuerza de mi indignación como hombre honrado, pues estoy convencido de que ignora lo que está ocurriendo.
El incidente del jueves pasado en la Biblioteca Nacional de España no es un hecho trivial ni se puede pasar por alto. Sería verdaderamente extraño que no hubiera goteras en un edificio con más de 200 años de historia, pero, que la principal biblioteca de España sea motivo de chanza por ello, nos avergüenza a todos. Según su director, el hecho no tiene la menor importancia y sólo ha afectado a unos pocos volúmenes del fondo moderno y remata «de todo lo que puede pasar climatológicamente, los daños del agua son casi lo de menos, pues el agua a veces no es un elemento que destruye, sino que consolida las fibras». Trato de convencerme de que el señor Óscar Arroyo no pensaba lo que decía, pues, de lo contrario, haría evidente su ignorancia en materia de conservación. No creo necesario recordarle, sr. ministro, que la Biblioteca Nacional es decana de las instituciones culturales españolas y el mayor repositorio del patrimonio escrito en nuestro país. Merece ser tratada con respeto.
Las goteras del jueves son el penúltimo incidente sufrido por la Biblioteca Nacional. A pesar de lo que pudiera parecer, no fueron resultado de la mala suerte o de una imprudencia sino consecuencia de la falta crónica de medios con los que debe afrontar sus funciones la que es cabeza del sistema bibliotecario español. Por ello,
Acuso a los ministros de Hacienda que han maltratado a la institución con presupuestos ridículos que apenas cubren sus necesidades más básicas. A pesar de ser una de las diez bibliotecas más importantes del mundo, su presupuesto representa el 5% del que dispone la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, el 12% del de la Biblioteca Nacional de Francia o el 19% del de la Biblioteca Británica. Esta falta de solidez económica ha degradado sus instalaciones hasta el extremo de comprometer la integridad de los 34 millones de libros y documentos que alberga e impide el desarrollo de las políticas bibliotecarias de las que es responsable, condenándola a una dolorosa irrelevancia en el escenario bibliotecario internacional. Este abandono, que también afecta a otras instituciones excelsas de la cultura española como el Archivo Histórico Nacional, explica que, a pesar de su potencial cultural y económico, nuestro país ocupa posiciones alarmantemente retrasadas en los indicadores de ciencia y tecnología.
Acuso al Ministerio de Cultura de España, que en los últimos 30 años ha obviado a la Biblioteca Nacional como una de las joyas más preciadas del patrimonio cultural de nuestro país, ha relegado su función a la de generadora de exposiciones y la ha reducido a ser el espejismo digital de un fondo que se deteriora lenta y silenciosamente.
Acuso a los ministros que han nombrado direcciones generales ajenas a los problemas del centro, sus trabajadores y sus fondos. Direcciones que han pasado por alto el estado de los edificios y que han mirado hacia otro lado sin querer ver su progresivo deterioro. Directores que han transmitido una imagen de modernidad cuando, en realidad, las instalaciones han superado con creces su vida operativa y se mantienen a duras penas porque su sustitución parece inviable por su alto coste.
Acuso a las direcciones técnicas que no han sabido estar a la altura de las necesidades de una biblioteca nacional y han impuesto decisiones que escamotean los problemas de difícil solución. Que han fingido escuchar el criterio de los profesionales de la institución, pero no han sabido o no han querido defenderlo ante quien hiciera falta. Que, a pesar de saber que es una necesidad inaplazable, han huido de la confrontación y han optado por soluciones parciales e insuficientes en lugar de luchar por una reforma integral de los edificios de la Biblioteca Nacional.
Acuso a los gestores de la institución que no han escuchado a quienes clamaban por la falta de medios, la obsolescencia de las instalaciones y la escasez de recursos. Gestores que no han sabido o no han querido luchar contra una administración que ignora a uno de los principales activos del Estado. Gestores que no se han interesado lo más mínimo en crear una estructura de mantenimiento dotándola de los arquitectos e ingenieros necesarios y de los recursos económicos y materiales que permitan hacer frente a las ingentes necesidades para alcanzar los estándares de conservación exigibles a una institución que, por ley, debe garantizar la preservación de la cultura escrita de nuestro país.
Acuso a un director que no entiende su misión al frente de la biblioteca más importante del Estado. Un director que, en lugar de presentar su dimisión con la dignidad de Milagros del Corral ante el atropello de una decisión injusta, da explicaciones que avergüenzan a todos los trabajadores e investigadores de la BNE e indignan a los ciudadanos de este país.
Y le acusaré a usted, sr. Ministro, de omisión dolosa si sigue ignorando las necesidades de la Biblioteca Nacional y se alivia pensando que las goteras solo han dañado una pequeña parte del fondo moderno o que se solucionará reparando una cañería. Porque si esta situación de abandono no se revierte, algún día afectarán de forma irreversible a muchos otros documentos de los que usted es actualmente su primer custodio.
* Arsenio Sánchez Hernampérez es premio Nacional de Conservación y Restauración de Bienes Culturales 2013.