Particulares, entidades y representantes políticos analizan los datos de la última encuesta municipal que refleja el desplome del catalán como primera lengua
«Estoy a favor de que el catalán se enseñe en Barcelona, pero –pese a ser catalana y catalanoparlante– es una guerra perdida: poco a poco, en las aulas se habla catalán y en el patio, castellano». Así se expresa Sara, la dependienta de una zapatería en la zona de Sarrià que pide no publicar su nombre real, pero añade: «Mis hijos han ido a colegios catalanes y ellos y muchos de sus compis hablan en castellano, no sé por qué».
La perplejidad de Sara, no obstante, no es una ilusión, sino que coincide con los últimos datos sobre el uso del catalán publicados por el ayuntamiento de la capital catalana. Hace unos días, el consistorio daba a conocer la Encuesta de Servicios Municipales de 2024, en la que se recoge que solo el 36% de barceloneses tiene el catalán como lengua de uso habitual, frente al 56 % que usa el castellano. Un 8 % dice hablar otros idiomas como primera opción.
Para el gobierno municipal, esta caída del uso social del catalán –es el dato más bajo en los 25 años que se lleva publicando la encuesta– no es una «percepción, sino una realidad», según la primera teniente de alcalde, Laia Bonet. Preguntada sobre esta cuestión durante la presentación de la encuesta, señaló que la bajada «tiene mucho que ver con el cambio poblacional» –un eufemismo para no decir «inmigración»–, y emplazó al gobierno a «trabajar activamente en la preservación del catalán».
En la calle, no obstante, no todos lo tienen tan claro. Sara considera que la inversión millonaria del Ayuntamiento en promover el catalán «es inútil, porque en las escuelas ahora se hace prácticamente todo en catalán». Antón –de nuevo, nombre ficticio– trabaja en un estanco y advierte de que el gasto es desproporcionado, porque «cada uno ha de tener la libertad de hablar en el idioma que quiera».
¿Conflicto entre lenguas?
En otra calle, cerca de la plaza Francesc Macià, Alfonso descansa en un banco: «No creo que haya ningún conflicto entre catalán y castellano, creo que los catalanes somos terriblemente abiertos en este tema», dice en catalán. Parecido piensan Montse y Ramón, para quienes el énfasis no debería estar en la promoción del catalán sino «del bilingüismo, o incluso del trilingüismo, con inglés, porque vivimos en Europa y en el mundo».
Ramón, además, considera que los políticos inflan el conflicto: «El catalán no se perderá, ¡si no se perdió en la posguerra!». «Entre clientes no he visto mucho conflicto: aunque alguno sí me ha reclamado que le hable en catalán, un 90% de los que no hablan catalán, te entienden», añaden desde una conocida pizzería de la zona alta de Barcelona.
Más catalanohablantes que nunca
Desde Impulso Ciudadano, su presidente, José Domingo, recuerda que, en Barcelona, por su carácter cosmopolita se hablan muchas lenguas y el español se ha convertido en «el vehículo principal de comunicación entre sus residentes, porque es la lengua en la que se entiende más gente». Pero esto no quiere decir, precisa, que se haya reducido el número de personas que conocen el catalán. Al contrario, «hay más catalanohablantes que nunca», apostilla.
Esto también se refleja en la encuesta municipal, ya que se recoge como un 72 % de los barceloneses habla catalán, y que un 92 % dice que lo entiende y un 60 %, que lo escribe. Pero Domingo también destaca que, desde una óptica nacionalista, es un «drama» el hecho de que otras lenguas compartan espacio con el catalán, y por eso se «magnifica» que el porcentaje de catalanohablantes se haya recudido, aunque realmente no sea así.
«En una sociedad madura los ciudadanos no necesitan consignas sobre la lengua a usar», añade el presidente de Impulso Ciudadano, quien considere que esas «presiones políticas» que se están ejerciendo sobre los ciudadanos para que usen el catalán están siendo «contraproducentes» porque tienen un «elemento totalitario que incomoda» a muchas personas y que consiguen, precisamente, el efecto contrario, que el catalán se deje de hablar.
Por este motivo, pide a los responsables políticos que «reflexionen», porque esas campañas «intimidatorias» que se están llevando a cabo en diferentes ámbitos, como el educativo, el institucional, o el económico, «tiene un efecto rebote», y lo que provoca es que los ciudadanos dejen de hablar el catalán al ser la lengua «obligatoria» y opten por el castellano, que ven como «lengua de libertad».
El efecto contrario
En la misma línea se pronuncia la presidenta de la Asamblea por una Escuela Bilingüe, Ana Losada, que insiste en que las políticas para «forzar» el uso del catalán por parte de la Generalitat, ya sea con los anteriores gobiernos o con el actual de Salvador Illa, tiene «el efecto contrario que dicen buscar». Y es que se «penalizan» las acciones que llevan a cabo entidades como la «ONG del catalán», Plataforma per la Llengua, que insta, por ejemplo, a denunciar a comercios, dependientes o médicos si usan el español.
Y considera que así, desde luego no se va a conseguir que aumente el uso social del catalán, porque «se están vulnerando derechos lingüísticos y se está alimentando que los castellanohablantes renunciemos a nuestros derechos como ciudadanos». Y recortando desde ese lado, añadía, no se consigue su propósito, que se «incremente el uso del catalán».
40 años de políticas «nacionalistas»
Entre los grupos de la oposición al gobierno municipal y a las políticas de imposición lingüística, el líder del PP en el consistorio barcelonés, Daniel Sirera, lamenta que los datos de la encuesta «son el resultado de 40 años de políticas nacionalistas que han usado sistemáticamente la lengua como herramienta política», unas políticas –añade– con las que «han convertido el catalán en una lengua antipática sobre todo entre los jóvenes».
Por su parte, el líder del grupo municipal de Vox, Gonzalo de Oro, considera normal que se hable más castellano en la ciudad condal, ya que actualmente casi el 24% de la población es extranjera y el castellano está entre las principales lenguas del mundo. «Barcelona es una ciudad 100% bilingüe, que habla en castellano y catalán; lo importante es que la administraciones entiendan que esa es la realidad de la mayoría de barceloneses», señala.
De Oro también ve un efecto rebote en el «sectarismo lingüístico» y critica que durante este mandato «PSC y ERC pactaron una medida surrealista como que las entidades o asociaciones que quieran solicitar una subvención al Ayuntamiento de Barcelona lo hagan exclusivamente en catalán». También critica que el anterior gobierno, liderado por Ada Colau, «ya cedió a la presión de ERC», destinando más de 24 millones de euros a controles con posibles sanciones a comercios o locales de restauración.