Un sólido Alcaraz remonta en el duelo de la tensión ante Sinner y jugará su primera final en Roland Garros

El español tira de paciencia y recuerdos de sus calambres ante Djokovic en 2023 y prevalece en el maratón de tensión ante el italiano tras cuatro horas y 9 minutos (2-6, 6-3, 3-6, 6-4 y 6-3)

Carlos Alcaraz – Jannik Sinner: resultado, ganador y última hora del partido de semifinal de Roland Garros

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Se decía que era una semifinal de alto voltaje y lo es, pues la tensión corre por las venas de Carlos Alcaraz y Jannik Sinner durante todo el encuentro. Tanto en juego entre los dos que el duelo resulta menos vistoso de lo esperado, con pocas dulzuras porque se agarrotan los brazos de tanto que quieren no fallar. Pero el español tiene fondo de armario y de físico, con el que no palidece en la batalla táctica ni en los altibajos del marcador, tampoco cuando la lucha supera las tres horas y media; es cuando se crece tras aguantar el chaparrón. Ya advertía que tenía que encontrar un equilibrio entre aburrirse y deslumbrar, y consigue aquí el sobresaliente a ese aspecto de su crecimiento, pues sufre con la cabeza agachada durante buena parte del encuentro, pero sale con la cabeza bien alta porque la final es suya. Sin brillos ni diabluras, con mono de trabajo y constancia.

ROLAND GARROS

SEMIFINAL

  • Carlos Alcaraz
2 6 3 6 6
  • Jannik Sinner
6 3 6 4 3

«Tienes que encontrar la alegría sufriendo. Es la clave. Sobre todo aquí en tierra, y en Roland Garros, con peloteos tan largos, con cuatro horas y cinco sets. Tienes que aprender a sufrir. Y muchas veces me ha dicho mi equipo que tengo que disfrutar sufriendo», concede el español, por fin una sonrisa en su boca después de mantener un rictus serio durante todo el choque, que había mucho en juego y no se podía desperdiciar energía.

El español tenía como objetivo en el choque ante Stefanos Tsitsipas no perder su primer servicio, como había hecho en los cuatro primeros partidos. Que todos los había solucionado con nota, pero sabía que no podía tentar tanto a la suerte. Pero los nervios son evidentes y el objetivo no se cumple ante Sinner. Porque salva la primera con un saque directo, pero concede la segunda con una derecha a la red. Un pecado que le cuesta porque empieza la semifinal a contracorriente tras un juego inicial que dura seis minutos. Sinner no es Wolf, ni De Jong, ni Aliassime, ni Korda ni Tsitsipas y certifica el segundo juego en blanco. Esto, sabe Alcaraz, es una carrera de fondo, así que tampoco se desespera. Pero no se puede tentar tanto a la suerte.

Aprende a sufrir el español, que tiene enfrenta a un Sinner encaramado al trono de la ATP desde el lunes y que sale a la Philippe Chatrier como un ciclón. Segurísimo con el servicio, todo le sale bien y cada golpe aturde un poco más a Alcaraz, que no encuentra ritmo ni sus trucos surten efecto alguno. Ha estudiado tanto el italiano el juego del español que por momentos incluso se adelanta a sus movimientos antes de que este los piense. Así, la Chatrier asiste encantada a ese inicio de partido, debate encendido en las gradas porque hay ánimos para «Caglos», y replican enseguida los de «Jannik». Ánimos para el primer juego de Alcaraz a los 20 minutos (4-1).

Tanta la tensión en esa pista vestida de final aunque sea la penúltima ronda todavía, que a Alcaraz lo atrapan los nervios cuando parecía haber visto la luz. Una doble falta que no tocaba para regalar otra bola de rotura. Presión que llega de dentro y del otro lado de la red, que Sinner es un muro y ha vuelto a subir la intensidad. La salva pero es un aviso para sí mismo. Esto, ante Sinner, no. Pero vuelven los nervios y la derecha que se estrella en la red permite volver a impulsarse al italiano. Sinner manda y aunque resiste Alcaraz una bola de set, la segunda no la puede levantar, y en 40 minutos es un 6-2 para el italiano.

El que ya es de facto número 1 golpea con más fuerza de la que le llega, que ya es decir, y hasta las que no puede ponerse encima de la pelota las responde como puede y entran. Y Alcaraz sufre, que es otra rotura nada más iniciarse el segundo set.

Despierta el español y el partido parece que vuelve a empezar, bola de rotura porque el italiano ha bajado una décima la intensidad, imposible aguantar la potencia que había expuesto durante mucho más tiempo, y comete dos errores de revés consecutivos. La tensión también habita en el de San Cándido, pero durante la primera hora es una tensión que sabe poner en juego con acierto. Sabe que si baja una décima su intensidad, Alcaraz se echará encima. Y lo sufre al inicio del segundo set, cuando el español se envalentona, aprovecha los diez errores de revés del italiano y sus cinco dobles faltas: la tensión va por bandos.

Calambres y sonrisas

Grita Alcaraz, que logra el break y hay que soltar la tensión. Por fin por delante en el partido después de haber sufrido tanto y haber esperado la oportunidad de romper la defensa del italiano. Aquella pequeña grieta, menos primeros servicios, se convierte en un agujero porque es él ahora quien lee al rival con facilidad y Sinner quien no acierta en las decisiones de sus tiros, y por donde empieza a discurrir por fin la derecha letal, la que no encuentra oposición. Cinco juegos consecutivos para devolverle el set, en 50 minutos.

«Jannik, Jannik», impulsa la Chatrier porque ve abatido al italiano; «Carlos, Carlos», empuja el otro lado. Y en el albero, es un Sinner que no encuentra primeros y un Alcaraz que aprovecha los regalos, diez errores de revés para el italiano hasta ese momento y, sobre todo, cinco dobles faltas muestra de que, además de tensión, se ha desequilibrado la estrategia.

Los fuegos artificiales se apagan en este tercer capítulo. Esto todavía no es un Nadal-Federer. Es más a fallos que aciertos, encadenando dobles faltas y breaks uno y otro; demasiado estáticos ambos, como si los calambres de la tensión de estas dos horas los hubieran atrapado en una pájara de once minutos interminables, que es lo que dura el quinto juego, con cuatro opciones de break para Alcaraz, también acalambrado; con recuerdos ingratos de aquella otra semifinal del año pasado en la que claudicó ante ellos y ante Djokovic.

Y a la vez les llegan en un tercer set raro, agarrotados los dos y con calambres porque ya son dos horas de contención y se juega al que menos falle. «Teníamos calambres los dos, pero había que seguir luchando. Aprendí del partido de semifinales contra Djokovic del año pasado. En esos momentos tienen que estar calmado y continuar porque los calambres van a desaparecer», admite el murciano, que se ve con dos sets abajo en el peor momento físico del italiano, atendido en el tercer y quinto juego por el fisio.

Sin embargo, por sensaciones, fondo de armario físico y mental, la partida tenía en Alcaraz a un candidato con más opciones, pues se mueve más fresco a partir de que desaparecen los calambres y se entra en las tres horas de partido. Espera su oportunidad después del sufrimiento y las grietas que observa en el italiano, al que no lo sostiene el primer servicio (8 dobles faltas, por 7 del español), ahora son agujeros por donde se cuela con la derecha firme y suelta, sin remordimientos ni errores, de esas que no tienen respuesta al otro lado de la red. «El cuarto y el quinto set han sido con un gran nivel. Estoy muy contento de haber esperado mi momento para coger la oportunidad cuando he podido», analiza después.

Alcaraz se libera, la derecha mata y el revés remata y entra en ese agujero mental que deja Sinner para lograr el cuarto set al resto y decidirlo todo al quinto set. Brazo en alto y la mirada taciturna de hace una hora es ahora todo determinación.

En la recta final es un Alcaraz superior, madurado en más situaciones como esta, y que pincha al italiano al resto porque palidece con este golpe y desperdicia todo lo ganado anteriormente. Es un duelo entre el mejor de la temporada y el mejor del torneo, pero sobre todo, es un duelo de madurez, y ahí se nota que el español está todavía un punto por encima del italiano, y mil puntos por encima de todos los demás. Sabe Alcaraz qué significa este escenario, esta ronda, y este Grand Slam a siete partidos largos de tierra batida que no se deciden en un par de horas ni en un par de sets. Y camina sobrado por la Chatrier, sin fantasmas de ningún tipo en la cabeza ni por el antebrazo ni por aquella semifinal ante Djokovic. De hecho, ha aprendido de ella con la rapidez con la que ha hecho todo. Y con 21 años.

Por eso se permite media sonrisa, solo media, cuando logra el break en el segundo juego, que son cuatro consecutivos y se inclina el billete para la final hacia su lado, que tiene un arsenal el murciano y se le escapan las ideas al italiano, demasiado tiempo intentando jugar a la intensidad a la que solo lo obliga Alcaraz.

Esa rotura impulsa al de El Palmar, que saca todo su repertorio de solidez en esos últimos juegos, y frena los últimos chispazos de Sinner, al que le llega, no obstante, para claudicar con entereza y orgullo, pues salva dos bolas de partido. Sin embargo, y a pesar de los nervios que también atenazan en ese epílogo al murciano, este exhibe ese paso hacia delante en esa asignatura pendiente: encuentra en esta semifinal el equilibrio entre el aburrimiento y el ADN, la capacidad de ganar jugando menos bien que otros partidos, de asumir que no habrá puntos para los ‘highlights’, pero la consistencia dará el triunfo. Este, y muchos más. Con un revés paralelo, Alcaraz por fin se suelta: brazos al cielo y grito, con sonrisa abierta porque se consigue mucho en estas cuatro horas y nueve minutos: su golpe en la mesa en un duelo de altísima tensión a su rival más íntimo, inclinar el cara a cara a su favor (5-4) y el billete para la primera final de Roland Garros de su carrera.

«Probablemente es uno de los partidos más difíciles de mi corta carrera. El gran trabajo que pone cada día Sinner hace que sean siempre tan complicados. Y espero que lo siga haciendo para que tengamos más partidos como este», se expresa el murciano, sonrisa por fin desatada, ante una Chatrier que se pliega ante su constancia, su madurez y su ganar sin brillar, que también es ganar. Ya habrá tiempo para exquisiteces. «Nos vemos en la final», concluye.