Con la mano en el corazón, dice que se considera «una maña más» y que estos meses le han hecho «apreciar aún más» al Ejército de Tierra y las Fuerzas Armadas
«Les confieso que cuando llegué a Zaragoza el pasado 17 de agosto venía con muchas expectativas, en parte por todo lo que me había contado mi padre, aunque también sabía que algunas etapas no serían fáciles» expresó la Princesa Leonor, con la mano en el corazón y visiblemente emocionada esta mañana, tras recoger en la Seo del Salvador, en Zaragoza, la medalla de Aragón.
En el día de su despedida de la ciudad que le ha visto dar sus primeros pasos en la vida militar como dama cadete en la Academia General Militar (AGM), la Princesa de Asturias solo tenía palabras de sincero agradecimiento: «Les puedo decir que lo que he vivido aquí supera con creces lo que pensaba hace diez meses. En Zaragoza, en Aragón, me he sentido en casa, acogida y acompañada en una tierra que siempre formará parte de mi vida».
«Aterricé en la Academia General Militar con ilusión y muchas ganas de aprender y conocer tanto a mis compañeras y compañeros de promoción, como de las otras promociones con las que he compartido este año», reconoció la Princesa de Asturias, al tiempo que destacó que aquí no solo se ha formado como cadete: «Descubrir la exigencia académica e intelectual, física y técnica que eso significa, me hace apreciar aún más al Ejército de Tierra y a nuestras Fuerzas Armadas».
Sin vestimenta civil
Vestida con el uniforme de cadete de especial elegancia y luciéndola medalla del toisón y la medalla de Aragón y las Cortes, Doña Leonor contó que aquí, en Zaragoza y en la AGM, ha conocido a jóvenes de su generación y ha convivido con ellos: «Les aseguro que lo que vivimos mientras nos formamos en la Academia nos une para siempre y nos hace madurar y crecer gracias al compañerismo, a la guía de mandos y profesores y a todas las personas de la Academia que nos impulsan para seguir avanzando y mejorando. Aquí hemos jurado bandera, aquí hemos superado momentos que requerían esfuerzo y un gran trabajo de equipo, aquí hemos disfrutado y sufrido juntos, sobre todo, aquí hemos aprendido mucho».
Las calles más céntricas del casco histórico de Zaragoza amanecían en el día de hoy engalanadas con banderas de España para despedir a la que ha sido su habitante más importante desde que un jovencísimo Príncipe Felipe residió en ella 1985, razón por la que el Rey siempre ha sentido un vínculo y cariño especial hacia esta ciudad. Así lo destacó la Princesa de Asturias: «Mi padre lo vivió de un modo parecido hace casi 40 años y en estos días hemos hablado mucho de ello. Seguir sus pasos significa mucho para mí».
Este lazo que ahora comparten padre e hija lo demostró la Princesa públicamente desde primera hora de esta mañana, cuando a las diez y media llegó al Palacio de la Aljafería, donde la presidenta de las Cortes de Aragón, Marta Fernández, le impuso la medalla del Parlamento como expresión del «sentimiento de lealtad y respeto hacia la Corona y hacia el ideal de servicio que esta institución simboliza», en presencia de la ministra de Defensa, Margarita Robles, y del presidente de Aragón, Jorge Azcón. De los 67 diputados que forman las Cortes, no asistieron cinco, los de los partidos de Chunta Aragonesista, Izquierda Unida y Podemos.
Orgullosa de lucir esta primera medalla, la Princesa Leonor salió de la Aljafería sin prisa, queriendo ser muy consciente del momento que estaba viviendo, después de firmar en el libro de honor: «Muchas gracias por concederme la Medalla de las Cortes de Aragón en este palacio de la Aljafería, que fue Casa de los Reyes de Aragón. Una ocasión especial que me ha dado la oportunidad de conocer más su historia y disfrutar de su belleza».
La Princesa se desplazó hasta la plaza del Pilar, donde había varios cientos de aragoneses que la recibieron con aplausos y toda clase de piropos y halagos. En el interior del Ayuntamiento la alcaldesa, Natalia Chueca, le entregó el título de ‘hija adoptiva de Zaragoza’, una distinción que reconoce a las personas que han destacado por sus méritos o cualidades, especialmente en los ámbitos cultural, científico, social, artístico, político o económico, o por servicios prestados en beneficio de la ciudad, y el bastón de mando de la ciudad.
Junto al consistorio, en el edificio de la Seo del Salvador, la Princesa recibió la medalla de Aragón porque, según recoge el decreto de concesión, «se ha hecho merecedora del afecto general del pueblo aragonés y ha mostrado una especial sensibilidad» hacia la tierra aragonesa.
Cuando volvió a salir a la plaza —la misma por donde desfiló por primera vez en público para ofrecer flores a la virgen del Pilar después de haber superado su primer mes en la AGM—, agradeció las muestras de cariño y cercanía de la gente que salió a despedirla, que vitorearon vivas a Leonor y a España.
Al concluir esta mañana —que fue la cuarta ocasión que presidió actos en solitario y la primera en la que habló— Doña Leonor tomó conciencia de que su primer curso de formación castrense va finalizando. La Princesa todavía tiene tiempo de despedirse de Zaragoza, ya que el curso no finalizará hasta el 19 de junio, cuando tendrá lugar el acto de clausura del curso. Un día muy importante para ella y también para las Fuerzas Armadas, ya que Felipe VI cumplirá diez años como Rey de España.
«Quedan sólo cinco semanas para que me vaya, para que reciba mi despacho de alférez, ¡y ya empiezo a echaros de menos!», destacó la Princesa, al tiempo que añadió que «en estos meses» ha sentido «el respeto y la amabilidad de los aragoneses», muchos de ellos le acompañaron durante esta mañana en la Aljafería, la plaza del Pilar y en la Seo del Salvador, «lugares históricos donde la tradición y el simbolismo se proyectan con fuerza en el alma de los aragoneses y también de la Corona». «Estoy muy agradecida —de verdad— por lo que he vivido aquí durante este tiempo, por todo lo que me ha dado esta ciudad», reconoció.
En este primer acto oficial donde la Princesa daba sus primeras palabras en solitario, contó con el mismo personal de la Casa de S.M. el Rey con el que cuentan sus padres en cada acto institucional. Desde Madrid se desplazaron el jefe de la Casa de Felipe VI, Camilo Villarino; el jefe de Protocolo, Bernardo Francisco de Lizaur; y el jefe de comunicación, Jordi Gutiérrez. Y, como su padre, contó además con un discreto equipo de seguridad.