¿Salimos mejores? Voces para el cuarto aniversario de la pandemia

Eran dos semanas y duraron casi dos años. El tiempo se paró en marzo de 2020 al mismo ritmo que las urgencias se ahogaban

Eran dos semanas y duraron casi dos años. El tiempo se paró en marzo de 2020 al mismo ritmo que las urgencias se ahogaban. Quedaron los balcones, la esperanza de las 20.00 que se tornó en cansancio y las ganas de querer recuperar lo que se esfumó en pocos días mientras nacía un nuevo vocabulario. Confinamiento. Nueva normalidad. Saldremos mejores. ¿Salimos mejores? 5.304 aragoneses murieron a consecuencia de la Covid. Sanidad notificó en torno a 470.000 casos hasta que dejó de contabilizarlos en el verano de 2023. La mascarilla llevaba en el cajón varios meses.

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La palabra «confinamiento» se hizo habitual en nuestro vocabulario

 

Cuatro años después el mundo sigue girando. Ixeya Marín estaba en la recta final de segundo de Bachillerato cuando se paró en seco. Cuenta que no recuerda bien el confinamiento pero las lagunas no le impiden subrayar la palabra ansiedad. Eso y el “principio de depresión” que le detectaron poco antes. Estar en casa supuso dejar la medicación y “la excusa perfecta” para aislarse. En el horizonte del corto o medio plazo estaba la Evau. “Las clases fueron casi nulas, estudié los dos primeros trimestres y fui con eso. Recuerdo no verle las caras a mis compañeros”, comenta.

Pese a todo ahora cree que ese modelo de examen y las circunstancias le beneficiaron. Las pruebas de acceso a la universidad arrancaron un mes tarde, el 7 de julio. El 14 de septiembre las facultades se abrieron a rostros mitad cara, mitad mascarilla. 223 personas contrajeron el virus ese día en toda la Comunidad y tres perdieron la vida. Se apostó por ventanas abiertas para ventilar o la distancia de seguridad. Las amigas de Ixeya, por las restricciones del virus, eran las que se sentaban más cerca. Especulaba con los compañeros cómo eran de verdad los rostros de los profesores de Periodismo. “Siempre digo que la universidad empezó en el segundo cuatrimestre de segundo cuando les vi la cara a todos”. Alumnos y docentes.

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La desinfección de las calles era algo habitual

Su cuarto de la carrera lo vive en condiciones de normalidad. La que le habían contado antes de marzo de 2020. La misma, reconoce, que le causa cierta “envidia” (siempre sana) en la piel de su hermana, que arranca esta fase mientras ella la cierra. El paso del tiempo la ayuda a capturar entrecomillados breves pero crudos y reales. “Se te retrasa todo”, “se quedan los 18 en pausa”, “cortas amistades”. “Creces y maduras a la vez que te estancas hasta que el reloj se reactiva”, dice. “No salimos mejores, salimos igual”, responde segura, “fue una oportunidad para unirnos más pero para conseguirlo hay que hacer un trabajo de introspección que no ocurrió”.

¿LOS PROBLEMAS VENÍAN DE ANTES?

El jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital San Jorge de Huesca, Carmelo Pelegrín, trabajaba hace cuatro años en el Centro de Rehabilitación Psicosocial Santo Cristo de los Milagros, también en la capital altoaragonesa. Un espacio para pacientes con “trastornos graves, muchas veces asociados al consumo de sustancias”. “Dieron ejemplo”, recuerda, ya que aguantaron todo el tiempo encerrados y casi no se produjeron intentos de fugas. Eran 109. Para Carmelo, en los últimos años ha repuntado el “malestar emocional” de la gente, sin entrar en enfermedades mentales ni patologías concretas.

Es de los que piensa que esto venía de lejos y condicionado por factores externos del día a día. Los salarios, “la dificultad de hacer tu vida” o “la normalización del abuso de sustancias” son algunos de ellos. La pandemia fue un acento, que además chocó contra lo que él denomina “falta de tolerancia a la frustración”. “Se necesita potenciar la salud mental pero no todo es colocar un psicólogo en cada bloque”, asegura Pelegrín.

El suyo es un testimonio “pesimista”, reconoce. “No hemos salido mejores, tampoco excesivamente peores. Pensé que la pandemia serviría para entender lo frágiles que somos, creía que coger conciencia podría ayudar”, reflexiona al otro lado del teléfono.

“ME APUNTE, ¿QUÉ IBA A HACER?”

Cuando Lucía Bercero cruzó la puerta de su casa en Torralba de Aragón (Huesca) fue para abrir la de la residencia de Casetas. Forma parte de la generación de sanitarios que respondió a la petición del Departamento de Sanidad a los recién graduados. La llamada llegó el sábado 4 de abril, el mismo día que se notificaron 136 contagios y 20 muertos. Comenzó a trabajar como enfermera dos días después, cuando el parte de la jornada marcaba 112 y 34, respectivamente. “Me apunté, ¿qué iba a hacer”. Dice que fue una forma de “no acobardarse”. Un “vamos a ayudar” sincero y decidido, cara a cara (o cara a EPI) con los mayores. “Nos convertíamos en su vecina o su nieta”, asegura Lucía. Aun hoy le es imposible ignorar que la mayoría murieron solos.

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La mascarilla y los equipos de protección servían de escudo físico y emocional

“Cuando salías de trabajar te venía todo”, afirma. La mascarilla y los equipos de protección servían de escudo físico y emocional. Al virus, al miedo de que tu familia pase por algo similar. Su estancia en Casetas se prolongó hasta el 27 de junio, había pasado la primera ola y la nueva normalidad empezaba a asomar la cabeza. Lucía ha seguido trabajando en la atención hospitalaria en Zaragoza y admite que la pandemia ha supuesto un antes y un después. Ante cualquier sospecha de repunte de los virus respiratorios, como ocurrió en diciembre y enero con la gripe, sin ir más lejos, cambian el chip. Los propios hospitales han actualizado también sus protocolos.

No se despega de las amistades que hizo hace cuatro años. En situaciones límite, fueron ellos quienes la sostuvieron. Tiene la esperanza de que, de puertas de los hospitales, residencias y centros de salud para afuera, no se olvide lo que hicieron, comenzando por entender las condiciones laborales del sector. Aunque no fueron los únicos esenciales, matiza, también “policías, taxistas o dependientes de supermercado”, entre otros.

¿Salimos mejores? “Ojalá poder decirte que sí pero esto ha afectado mucho, es difícil pensarlo”.