¿Por qué Zaragoza sigue creciendo?

La principal ciudad aragonesa alcanza el cuarto puesto de las localidades con más población de España mientras mantiene la calidad de vida y es un modelo nacional de ‘ciudad en 15 minutos’

Zaragoza conocía esta semana que ya es la cuarta ciudad de España. Los 9.400 habitantes que han llegado en el último año elevan la suma hasta 694.109 personas que residen en la capital aragonesa. Un salto a los altos puestos de la clasificación nacional, pero que tiene mucha más historia si se baja a las aceras.

Porque los números, como dice el investigador Sergio Valdivielso, «son eso, solo números, que no son tan importantes como es la realidad». En ese día a día zaragozano pasan muchas cosas pero para Valdivielso, miembro del grupo de estudios de ordenanza del territorio de la Universidad de Zaragoza, la más importante es «la calidad de vida que existe en la ciudad, que es una característica de la que todos podemos sacar pecho».

Es inevitable mirar a Sevilla, ya que la capital aragonesa ha adelantado a la andaluza en esta clasificación, «pero son casos muy diferentes, con tamaños distintos y composiciones sociales distintas». Esa gran cantidad de diferencias, significada con la ausencia de un área metropolitana con mucha presencia, es el resultado de «una trayectoria histórica que ha llevado a Zaragoza y a Aragón a componerse así».

«Es más una anécdota que otra cosa, porque a nivel funcional no cambia mucho», cita María Zúñiga, investigadora de la misma cátedra, que valora como «amable» la capital aragonesa y todos los servicios que da a sus ciudadanos.

«La entrada en la margen izquierda del Ebro, con barrios como el Actur, ha permitido que la superficie residencial se expanda mucho en los últimos años, sobre todo a partir de los 90»

«El desarrollismo, la fuerza de atracción desde la capitalidad o el éxodo rural de los años 60 y 70 son la base de la ciudad en la que vivimos hoy», explica Valdivielso, que pone como ejemplo a los barrios de Delicias y San José, «que son muestra del crecimiento que la capital ha tenido en las últimas décadas». Otro de los momentos clave para el investigador es «la entrada en la margen izquierda del Ebro, con barrios como el Actur, que ha permitido que la superficie residencial se expanda mucho en los últimos años, sobre todo a partir de los 90». Esas décadas de bonanza económica y aquella burbuja que solo crecía hasta el momento en el que estalló hizo que «entre la última década del pasado siglo y la del 2010 se duplicase la superficie disponible para uso residencial».

El crecimiento se hace porque Zaragoza «tiene superficie para hacerlo», mostrando así un desarrollo «esponjado». Se nota que el modelo para expandirse ha cambiado y que los nuevos modelos de vida que se quieren desarrollar invitan a repensar la composición de los barrios del futuro.

«Por ejemplo, Valdespartera, que es una de las zonas que más ha crecido en los últimos años, tiene una densidad de 8.000 habitantes por kilómetro cuadrado, pero el barrio de Delicias tiene más de 32.000 habitantes por kilómetro cuadrado». ¿Qué conclusión se puede hacer con estas nuevas densidades? «Zaragoza tiene superficie para esa hipotética cifra de los 700.000 vecinos e incluso para bastantes más».

Porque ese crecimiento continuado que la capital aragonesa lleva acumulando desde hace tantos años debe tener para el experto en demografía dos objetivos claros: «El principal es la calidad de vida de todos los vecinos, sin importar en qué barrio residan; y también sería interesante apostar por la rehabilitación más por el crecimiento, asegurándose de que todos los barrios, antiguos y modernos, cuentan con todos los equipamientos necesarios para asegurar esa calidad de vida».

«Sería bueno que los políticos se olvidasen de la guerra entre el bus o el tranvía y buscasen generar una buena red de transporte público, en la que el ciudadano pudiese elegir entre todas las opciones posibles»

«La rehabilitación del casco urbano o una buena red de transporte son claves para que la vida de todos los habitantes tenga calidad», detalla Valdivielso, que menciona el transporte como «fundamental»: «Sería bueno que los políticos se olvidasen de la guerra entre el bus o el tranvía y buscasen generar una buena red de transporte público, en la que el ciudadano pudiese elegir entre todas las opciones posibles».

La tendencia que también evidencia este nuevo padrón es que Zaragoza sufre, como todas las ciudades de España, un problema con su crecimiento natural. «No nacen casi niños y ese aumento de población viene impulsado por la inmigración, aunque es un fenómeno menor del que nos pensamos», reflexiona Valdivielso, que cifra en un 14% el porcentaje de ciudadanos inmigrantes en la capital aragonesa. «Está distribuida por toda la ciudad y no existen esos problemas de convivencia, alarma o de posibles guetos que sí están en otras ciudades», afirma el sociólogo, que valora la necesidad de trabajar para que en el futuro estos fenómenos no se repiquen en la ciudad.

La pirámide

El papel de la inmigración también hace que la pirámide de edad se rejuvenezca ligeramente. Además, los extranjeros tienen más hijos: «El 60% de los menores no españoles han nacido en Zaragoza y en el futuro vendrán segundas y terceras generaciones de ciudadanos no españoles que habrán nacido en la capital aragonesa».

Desde hace unas semanas se cuela en los discursos políticos y comunicativos la idea de la ciudad en 15 minutos: un plan que tiene como objetivo conseguir que las grandes capitales, pese a su tamaño, sean capaces de ofrecer sus equipamientos a sus ciudadanos de manera cercana y próxima, sin que estos tengan que hacer grandes desplazamientos.

«Zaragoza no es una ciudad en 15 minutos, porque lo es en siete y medio», celebra Valdivielso, que aplaude que este sistema se quiera instaurar porque es «una idea de calidad de vida, porque es fundamental tener tan cerca los elementos básicos de la estructura de la ciudad». Este investigador le resta la mitad del tiempo en el caso de la capital aragonesa porque «casi todos los zaragozanos tienen tres de los equipamientos básicos a menos de 300 metros de su portal». «Es todo un éxito en el modelo de localidad, pero no estamos sabiendo darlo a conocer como se merece», detalla un Valdivielso, que anima a toda la ciudadanía a centrarse en «un punto de vista muy importante para todos, tanto los partidos políticos como para la sociedad en general».

Sin embargo, esa nota positiva sí que tiene varios aspectos que se deben pulir. «Creo que está por delante el desarrollo que la calidad de esos mismos servicios», reflexiona el investigador, que invita a «ir más allá, fijarnos en los detalles, ver cómo funciona todo y no jugar solo la carta de que los equipamientos están cerca de los ciudadanos».

«No es una teoría que debe tomarse sin más, porque es un reflejo de que las cosas se están haciendo bien», reflexiona Zúñiga, que anima a considerar más esta innovación social: «Todo el tiempo que no tenemos que gastar en ir a esos equipamientos, además de la calidad que tienen, lo podemos invertir en mejorar nuestra vida».

Mayor calidad de vida, servicios cerca de todos los ciudadanos, inversiones de grandes empresas como promesas políticas… ¿Puede Zaragoza convertirse en un agujero negro que termine de apuntalar el drama de la despoblación? «No debería, porque el crecimiento de la ciudad siempre ayuda a que se desarrolle su entorno», dice Valdivielso, que pese a constatar que el área metropolitana de Zaragoza no es tan potente como la de otras capitales autonómicas, sí evidencia que «la deslocalización industrial le ha venido bien a esas localidades, que han recibido nueva población y nuevos puestos de trabajo».

Exilio a la ciudad

En la otra cara de la moneda, Valdivielso recuerda una investigación centrada en la comarca de Monegros. La conclusión aseguraba que había más mujeres monegrinas con estudios universitarios en Zaragoza que en todas las localidades de la comarca. «Se mezcla todo, porque no encuentran un espacio de trabajo adecuado a su formación y porque en Zaragoza ven una mejor oportunidad de iniciar una nueva vida e, incluso, de crear una familia». El concepto «agujero negro» le parece «exagerado» al investigador universitario, que considera que ese exilio se da hacia «cualquier ciudad que ofrezca oportunidades laborales y un buen nivel de vida».

El riesgo de convertirse en un Madrid a escala, que absorba todo lo que le rodea, está «muy lejos» para Valdivielso, que sí que ve en Zaragoza una ciudad para vivir con comodidad. «El salario medio cunde en este municipio y podemos convertirnos en una alternativa muy interesante para la clase media, por su gran calidad de vida y por la buena conexión que tiene con el resto de España», enumera el investigador, que cree esa posición estratégica y los transportes que salen de la capital siguen siendo un «factor importante» que mejora su papel respecto a los potenciales nuevos habitantes.

«Tenemos suelo habitable para mantener un crecimiento constante los próximos 15 o 20 año»

Si la cifra de los 700.000 vecinos se ve cada vez más real, el sueño de principios de siglo de llegar al millón de habitantes sigue siendo algo utópico. «Una cosa es el deseo y otra cosa es lo que va a pasar en realidad, pero es cierto que con este crecimiento se puede dar esa cifra de los 700.000 habitantes y sin que la ciudad crezca en exceso, porque tenemos suelo habitable para mantener un crecimiento constante los próximos 15 o 20 años».

«Yo quiero que mi ciudad sea todo un referente de calidad de vida para sus ciudadanos, sin importar cuántos habitantes tenga», concluye Valdivielso, que asegura que Zaragoza «será la ciudad que quieran sus habitantes».