El Papa estrena el sufragio universal en el órgano asesor vaticano más importante
Al rebasar los diez años como Papa y después de sus innumerables alusiones sobre la urgencia de reconocer el papel de la mujer en la Iglesia, Francisco da un paso al frente cualitativo y cuantitativo. Del gesto de nombrar a algunas de ellas para cargos en la Curia pasa a lo más parecido al «sufragio universal» que se ha vivido hasta la fecha en el orbe vaticano.
Francisco otorga el derecho al voto a todo católico que no sea obispo o cura en el Sínodo, el foro eclesial que creó Pablo VI hace seis décadas como un órgano asesor, sin poder ejecutivo, que orienta al Papa sobre determinados temas de actualidad. Así pues, todos los laicos, en igualdad entre hombres y mujeres, que sean invitados a participar en la asamblea sinodal convocada en dos sesiones para los meses de octubre de 2023 y 2024, decidirán si se aprueba o no el documento final que salga de esta cumbre eclesial.
En porcentaje, se calcula que los laicos representarán el 25% de los sufragios, puesto que el 75% de la asamblea la compondrán obispos de los cinco continentes. Hasta la fecha, los católicos no ordenados que tomaban parte en estos encuentros lo hacían en calidad de expertos o auditores. Ahora el Papa argentino hace desaparecer la figura del auditor que será sustituida por 70 miembros, entre los que pueden ser elegidos sacerdotes, personas consagradas, diáconos o fieles laicos y que procedan de las Iglesias locales. Según los organizadores del Sínodo, la mitad de estos participantes tendrán que ser mujeres y todos votarán.
Pero, ¿qué criterio se seguirá para escoger a los primeros electores de la historia de la Iglesia? Serán elegidos por el Papa de una lista de 140 personas que participaron en las reuniones preparatorias del sínodo mantenidas por las Conferencias Episcopales de todo el planeta. «A la hora de identificarlos, se tendrá que tener en cuenta no sólo su cultura general y prudencia, sino también sus conocimientos, tanto teóricos como prácticos, así como su participación en diversas capacidades en el proceso sinodal», explican sobre este particular casting desde la Asamblea General Ordinaria del Sínodo, que ayer presentaron estas novedades.
La igualdad entre hombres y mujeres también se visibiliza en otra decisión no menos significativa. Hasta ahora los superiores generales de las congregaciones religiosas -claretianos, escolapios…- que fueran sacerdotes, tenían cinco sillas fijas en la asamblea sinodal a repartir. Ahora, las superioras de las congregaciones -Hijas de la Caridad, salesianas…- también tendrán sus cinco butacas con sus cinco votos correspondientes.
Para Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y relator del Sínodo de la Sinodalidad, estos cambios “no son una revolución”. De hecho quiso evitar este término por sus connotaciones violentas, consciente del resquemor que la participación de todo el Pueblo de Dios supone para algunos sectores conservadores católicos: «Nosotros no queremos víctimas, queremos avanzar juntos». En esta misma línea, el cardenal Mario Grech, secretario general del Sínodo, quiso rebajar ayer las expectativas: «Seguirá siendo un Sínodo de obispos, pero habrá esta participación como miembros de laicos». «Su presencia y participación no sólo asegura el diálogo entre profecía del pueblo de Dios y el discernimiento de los pastores», apostilló.
En cualquier caso, tanto Hollerich como Grech buscaron restar importancia a los votos y a su peso numérico en la toma final de decisiones. «El Sínodo no es un parlamento», insistieron, como viene haciendo Jorge Mario Bergoglio en cada una de sus intervenciones sobre este proceso abierto. Para estos dos cardenales que forman parte de su círculo de mayor confianza, el sufragio es un instrumento humano que, sin duda, ayuda, pero subrayaron que lo verdaderamente es el discernimiento y la oración: «Hay que meterse en juego con el Espíritu». Y las católicas lo harán con voz y, por primera vez en la historia, con voto.
