Asperger: «Sabemos comunicarnos a nuestra manera»

Agustín, de 19 años, fue diagnosticado de TDA hace cuatro años. Ahora estudia psicología «para dar respuestas a lo que me ocurre»

Fue en Bachillerato cuando Agustín escuchó por primera vez la palabra asperger. Al menos, entre sus familiares. Él siempre había sido un joven «diferente». Le costaba relacionarse, entablar relaciones y manejarse en contextos sociales. Sin embargo, en su entorno nadie había prestado espacial atención a su peculiar carácter. «Hasta hace cuatro años me trataban como alguien que no hablaba de manera adecuada, que no interpretaba bien los gestos o las bromas. En definitiva, me tachaban de introvertido», asegura este madrileño de 19 años.

Fue su madre, Verónica, quien comenzó a investigar por su cuenta y a consultar con expertos. Un día se sentó con él y le habló de los trastornos del espectro autista (TEA), entre los que se encuentra el síndrome asperger, que hoy celebran su Día Internacional. «Yo simplemente escuché lo que me explicaba y me pareció muy interesante pues no me lo planteaba como algo malo sino un rasgo de mi personalidad que hasta ahora no habíamos puesto nombre y que sí lo tenía. Así, de un día para otro pasé de ser un chico introvertido a tener una denominación concreta y la verdad, es que me sentí mucho más tranquilo al saberlo», relata a este diario.

En España, se calcula que, aproximadamente, 450.000 personas están diagnosticadas con este trastorno y en Europa llega a afectar a unos 3,3 millones. Según la Confederación Asperger España, este síndrome «ha aumentado significativamente en los últimos cuarenta años. En 1975 la cifra aportada por la organización americana Autismo Speaks señalaba un caso de autismo por cada 5000 nacimientos. En 2008 esta cifra se situaba en, aproximadamente, un caso de TEA por cada 150, y las investigaciones más recientes apuntan que actualmente uno de cada 68 niños podría presentar un trastorno de este tipo. El 1% de la población podría presentar un TEA». El principal obstáculo con el que suelen encontrarse las personas asperger es su tardío diagnóstico, lo que puede generar frustración y una mayor inadaptación entre ellos.

Entender la mente

De hecho, Agustín cuenta que él, antes de saber qué él lo tenía, había pasado por muchas consultas de psicólogos y psiquiatras «que me evaluaban como cualquier a otra persona y encontraban ciertos patrones fuera de lo común. Es más, que mi conducta la interpretaban como un rasgo concreto de mi personalidad».

Cuando fue diagnosticado decidió apuntarse a la Asociación Asperger de Madrid «para conocer a más personas como yo».

«Me ha sido de gran ayuda. Fui poco a poco abriéndome al mundo y entendiendo que mi forma de comunicarme era diferente a la de otra parte de la sociedad. No es que no sepa hacerlo, sino que lo hago de un modo distinto al resto. Puedo llegar a tener ciertos puntos que parecen extravagantes, pero soy completamente funcional», reivindica este joven.

Tal es su empeño en comprender mejor el origen y desarrollo de su síndrome que decidió estudiar psicología en la Universidad Complutense: «Creo que se ha estudiado mucho el cerebro, pero muy poco la cognición y la mente. Me parecía interesante poder ayudar a las personas a entender cómo funcionamos y, al mismo tiempo, encontrar respuestas a alguna de las preguntas que siempre tuve, como, por ejemplo, por qué nos compartamos de una manera determinada y no de otra».

En su afán por indagar también se ha ofrecido como voluntario en un proyecto que busca cómo mejorar las habilidades sociales en personas con TEA/Asperger. Se trata de un programa piloto con realidad virtual de Las Rozas Innova, la empresa municipal de Innovación del Ayuntamiento de Las Rozas, junto a y la Asociación Asperger Madrid a la que pertenece Agustín. «Es una experiencia muy positiva. Se realiza a través de unas gafas con realidad virtual que te ponen frente a personas ante las que debes ir presentándote. Son conversaciones virtuales de un minuto sobre diferentes temáticas. Luego se realiza un análisis sobre cómo se ha realizado: número de palabras utilizadas, tono de voz, muletillas que se han utilizado, claridad en la expresión… Creo que tiene mucho potencial. Es una manera de aprender socializar, que es lo que a nosotros nos cuesta», relata el joven.

Otras nueve personas van a participar con Agustín en este proyecto que se realizará a lo largo de este año en 18 sesiones en el Hub de Emprendimiento e Innovación de Las Rozas Innova, bajo la dirección del psicólogo Héctor Redondo. «Los participantes van a utilizar la aplicación “virtual speech” para ensayar su reacción e interactuación en situaciones sociales cotidianas en un ambiente controlado con cinco objetivos que se irán midiendo y evaluando a medida que avancen las sesiones: impulsar la proactividad en las relaciones sociales, disminuir la ansiedad en la interacción con otras personas, mejorar la comunicación verbal y no verbal, entrenar conductas que favorecen la socialización, así como m mejorar de la atención, la velocidad de procesamiento, la memoria y las habilidades visioreceptivas como el contacto visual con los interlocutores», dice el experto.

Y es que, uno de los aspectos que también golpean con fuerza a las personas con asperger, es la dificultad que tienen para encontrar trabajo. Según varios estudios, se calcula que el 80% de esta población está en desempleo, pese a que sus capacidades cognitivas son excelentes. «Nos cuesta comunicarnos o entablar diálogos con desconocidos por miedo a que nos puedan juzgar. Esto nos hace perder oportunidades laborales, incluso becas para estudios», puntualiza Agustín.

Atención hiperselectiva

Con el paso de los años, este futuro psicólogo, asegura haber aprendido a gestionar sus habilidades sociales y también de estudio. «Me costaba focalizar. En la educación obligatoria y en bachillerato no tuve problemas grandes, en la carrera un poco más porque con el TDAH ya que me genera una atención hiperselectiva. Lo que ocurre es que me enfoco mucho en unas cosas o asignaturas y en otras no. Pero lo estoy trabajando y voy mucho mejor», reconoce.

En cuanto a las amistades y relaciones personales, confiesa que «desde siempre me ha costado hacer grupo de amigos porque no sabía si tenían buena o mala intención cuando bromeaban. Aquello que estaba implícito no lo alcanzaba a identificarlo. Si había algo más allá de lo explícito no lo entendía. Mi reacción era quedarme callado, serio, no me reía ni sabía continuar con la conversación».

«Yo me analizo mucho y según he ido aprendiendo he descubierto los mecanismos para mejora. Como digo, al principio, siempre que estaba con un grupo de gente, permanecía en silencio. Pero una vez que se empezaba a hablar de algo que me interesaba, era otra persona y establecía lazos. Sin embargo, era un tanto contradictorio querer hablar solo de mis intereses porque limitaba mucho las conversaciones».

Una vez comprendido el porqué de su comportamiento, quiso compartirlo con las personas que tenía en buena estima. «Muchos me dijeron que por fin entendían mi actitud, agradecieron que lo compartiera. Desde entonces se reforzó nuestra relación». Aun así, lamenta que toda la sociedad no está preparada para afrontar los problemas psicológicos, «y no me refiero solo al asperger, sino también a la depresión y otros tanto», pero él está convencido que en el futuro las cosas cambiarán y «dejarán de descartarte por no saber comunicar como lo hacen ellos».