El éxito de Chiara Mazzel, la esquiadora ciega que sigue la música a 100 km/h: «Es plasticidad neuronal, nuestro cerebro se adapta»

La italiana vence en el  Mundial FIS de paraesquí gracias a un potente altavoz que lleva su guía y que le permite seguir el rastro del sonido

Chiara Mazzel no esquía, no compite, no desciende: Chiara baila. El pasado domingo, en la estación leridana de Espot, se proclamó campeona del supergigante del Mundial FIS de paraesquí, pero ella sólo bailaba. Un baile al ritmo de la música, un baile siguiendo el rastro de la música. Menudo invento, el suyo, menuda innovación.

Chiara Mazzel es invidente. Por un glaucoma infantil diagnosticado demasiado tarde, desde niña fue perdiendo vista hasta que a los 18 años ya casi no veía, si acaso objetos de muy, muy cerca, a menos de 20 centímetros. De Trento, a los pies de los Dolomitas, al norte de Italia, tuvo entonces que dejar su hobby, el esquí, hasta que cinco años después descubrió el paraesquí. «Y di el paso. Parece fácil, pero es muy difícil, lo más difícil de mi carrera. Descubrir que puedes hacer deporte aunque seas ciega, que existe esa posibilidad, cuesta mucho», reconoce Mazzel que en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Beijing 2022 obtuvo un diploma -acabó séptima- y ahora domina el mundo. ¿Cómo ha mejorado tanto? «El tubo», anuncia su guía, Fabrizio Casal y sí, en efecto, «el tubo» ha disparado sus resultados.

El año pasado, ya acostumbrada a la competición, a bajar por la nieve a 100 kilómetros/hora, Mazzel detectó una cosa. Todos los esquiadores invidentes siguen las instrucciones que sus guías les lanzan a través de un micrófono conectado a un altavoz, pero no es tan importante lo que dicen, lo importante es que lo digan, que hablen, que emitan un sonido. Mazzel descubrió que, más allá de las indicaciones, esquiaba en dirección a la voz. Si Casal le indicaba «derecha», ella giraba a la derecha, pero lo hacía siguiendo el ruido, no tanto la propia directriz. Y eso le llevó a pensar en otro método. En «el tubo».

EL ORIGEN DEL INVENTO

El año pasado Mazzel y Casal empezaron a trabajar en un sistema gracias al cual la esquiadora supiera en todo momento dónde estaba su guía, si había girado o no, hacia dónde le había hecho y en qué grados. La idea era que el sonido, en lugar de ser intermitente – «derecha», «izquierda» o «bache», las típicas instrucciones-, fuera continuo y la solución estaba clara: música. Si el guía, Casal, emitía música desde su altavoz, la esquiadora, Mazzel, podría seguirle, pero en las primeras pruebas las notas se dispersaban por la montaña, quedaban sepultadas por el ruido de los esquís y el efecto no era el deseado. Decidieron llamar a un amigo.

«Fuimos a ver a un ingeniero de audio, Ricardo Cerutti, que ya nos había ayudado con mi micrófono, para saber si nos podía ayudar con esta nueva idea. Necesitábamos un aparato que emitiera un sonido muy potente, muy direccional, un sonido que le llegara a Chiara de manera muy directa», recuerda Casal sobre cómo nació «el tubo». Menudo invento, el suyo, menuda innovación. De nombre industrial, MAG.00, «el tubo» es un altavoz de 300 vatios con una salida de sonido en forma de cilindro que el guía lleva atado a la cadera en todo momento y que permite que la esquiadora le siga al milímetro.

LYMBUS

Casal igualmente da algunas instrucciones -«li, li, li» es a la izquierda o «re, re, re» es a la derecha-, pero ahora el trabajo principal lo hace la música. «Gracias al tubo he mejorado mucho tanto técnicamente como en velocidad. Es como si viera por las orejas», proclama Mazzel, que ahora lidera las competiciones y que ya ha hecho que sus rivales se interesen por su artefacto. Por cómo funciona y también por qué funciona. ¿Qué hay detrás del ingenio?

LA PLASTICIDAD NEURONAL

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«Es una muestra evidente de la plasticidad neuronal del ser humano, del aprendizaje que somos capaces de hacer en determinadas situaciones», explica el neurólogo Jesús Porta, vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología y jefe en el hospital Clínico San Carlos de Madrid.

«Un tercio de nuestro cerebro se dedica a ver, la vista es parte fundamental del desarrollo cerebral, pero sin ella el cerebro se adapta, la potencia cognitiva de las neuronas se desarrolla de otra manera. Por eso los niños invidentes se adaptan mucho mejor a estímulos sonoros. Por eso en una resonancia a un ciego congénito hay partes de la corteza occipital que funciona, aunque ésta se dedique esencialmente a la visión. Por eso, en este caso, la esquiadora se orienta a través del sonido. Hay quien piensa que la audición y el equilibrio se adquieren a muy temprana edad, pero no los desarrollamos del todo hasta los 14 años. En su caso, un problema de visión de niña le ha llevado a la adaptación», analiza Porta sobre el éxito de Chiara Mazzel. Pese a haber perdido la vista, la esquiadora paralímpica vuela pista abajo porque ha aplicado la neurociencia. No esquía, no compite, no desciende: ella simplemente baila.