Los argelinos acusan al Gobierno de Pedro Sánchez: «Lo que ha hecho con el Sahara es una traición»

Apenas 150 kilómetros separan las costas españolas de las argelinas. Esta proximidad geográfica ha permitido a lo largo del tiempo que los lazos históricos, culturales, sociales y económicos dieran paso a una relación de buena vecindad entre las dos naciones. Por eso no es extraño que el país magrebí, que cuenta con los dedos de una mano las naciones con las que ha llegado a firmar un tratado de amistad y cooperación, rubricara en 2002 un plan de cooperación con España.

Esos lazos se pueden encontrar desde siglos atrás, cuando Argelia se convirtió en lugar de asentamiento de comunidades españolas de cultura andalusí tras las expulsiones ordenadas, primero, por los Reyes Católicos y luego por Felipe III en 1609, y en un episodio más reciente, como el que se produjo durante la ‘década negra’ del país norteafricano.

Corrían los años 90 y los grupos terroristas llenaban de bombas el territorio. Todas las legaciones diplomáticas abandonaron Argel; todas, menos España, que mantuvo su consulado abierto. «Que España no cerrara su consulado en Argelia cuando todo el mundo nos abandonó aún perdura en la memoria de los argelinos», recuerda Fernando Novo, presidente de la asociación de cultura hispano-argelina ‘Miguel de Cervantes’. Una memoria para lo bueno, pero también para lo malo. «Los argelinos perdonamos, pero no olvidamos», dice Yahia Zoubir, profesor de Relaciones Internacionales argelino.

Mino, cocinero de la Casbah
Mino, cocinero de la Casbah – IGNACIO GIL

Y es que el viraje sobre la cuestión del Sahara Occidental por parte del Gobierno de Pedro Sánchez –posicionándose a favor del plan de autonomía de Marruecos sobre la excolonia española– ha sido recibido en Argel como una «traición». Personas como Mabrouk Aib, que conocen los dos países ya que trabaja en la cámara de comercio hispano-argelina, se sienten traicionadas y sorprendidas. También con la decisión de la banca argelina de suspender las domiciliaciones bancarias, «pero es coherente con la posición que mantiene Argelia desde hace tiempo de no dudar en ceder sus intereses económicos a cambio del respeto de sus principios».

Lazos desde Cervantes

Los vínculos entre ambos países son muy fuertes. El intercambio comercial entre los puertos de Levante y Argelia ha sido siempre constante. Y el flujo, no solo de dinero y mercancías, sino también de intercambio cultural y de hermandad se hace evidente en las calles argelinas, como en la Casbah, la ciudadela de Argel, que representa la resistencia a la colonización francesa. Con callejones sinuosos y estrechos que serpentean entre las casas de adobe y estuco todavía siguen los senderos originales de tiempos de los bereberes, donde allá por 1575 Miguel de Cervantes imaginó el Quijote mientras estuvo cinco años cautivo. Aquí el producto que triunfa es ‘la calentita’, una especie de torta de harina de garbanzo que cocinaban los españoles que vivían por estas tierras. Al sacarla del horno avisaban antes de comer de la temperatura: «Está calentita» y los argelinos se quedaron con ese nombre para el plato. Ahora en la Casbah, Mimo cocina ese plato que escenifica el intercambio entre los dos pueblos. Habla español, porque ha vivido más de siete años entre Zaragoza, Alcobendas y Madrid. «Esto se tiene que arreglar. La relación entre los dos países es de hermandad, no puede ser que estemos así».

Esta relación de mutuo beneficio, incluido el económico, a ambos lados del Mediterráneo se hace notar en las cuevas del puerto de Argel. Estos recovecos, que sustentan los cimientos del paseo marítimo fueron construidos en 1900 por los franceses y utilizados como lugar de almacenamiento para los productos que exportaban a ese país; sobre todo, legumbres, frutas, verduras. Ahora sirve para almacenar las mercancías importadas desde otras latitudes, en gran medida, desde España. Cosméticos, pero también productos agrícolas y textiles.

Dahamani, dueño de una tienda de cosméticos
Dahamani, dueño de una tienda de cosméticos – I. GIL

Cosmética

La importación de material cosmético es clave para los pequeños comerciantes de la zona. Maquillaje, productos para el cabello… España es el lugar donde lo compraban. «Ahora todos los que proceden de ahí los tenemos en stock», dice Dahmani, un comerciante argelino que tiene una pequeña tienda. Los estantes están llenos de productos turcos y chinos. Botes de keratina, mascarillas capilares… Pero españoles apenas se pueden ver dos o tres al fondo de una estantería. Dahmani siempre ha vendido mecancía española «porque la que más gusta a las clientas», pero si la situación sigue así, sin poder contar con nuevas reservas, ya sabe lo que va a hacer. «Compraré más a los turcos o a los chinos. La calidad no es la misma, pero no puedo tener la tienda parada».

El puerto de la capital argelina, junto con el de Orán, es el corazón económico del país. En un Estado importador de casi todo, menos gas y petróleo, la situación de parálisis comercial con España se hace evidente. «No es normal que haya tan pocos barcos», señala Nourdine, vecino argelino, que conoce cómo es el flujo normal de mercancías ya que trabajó durante más de diez años en el comercio entre España y Argelia. El intercambio de mercancías que se hacía a través de once vuelos (desde Alicante, 6 con Argel y 5 con Orán), así como el avión que cubría la ruta entre Valencia y la capital del país, se ha suspendido. Por vía marítima hay conexiones con Francia, Italia o Turquía, pero con nuestro país ha dejado de existir.

Parálisis

Jasmine nota esta parálisis. Es la dueña de un restaurante en el centro de Argel y gran parte de su abastecimiento procede de España. Por eso le preocupa la deriva que está teniendo la crisis. «Somos países hermanos. Esto se tendrá que solucionar porque los argelinos y los españoles nos necesitamos mutuamente». Jasmine recuerda los vínculos españoles de su familia: «Mi madre nació en Orán y hablaba castellano. En Argelia, los lazos con España son muy fuertes y nos llevamos mucho mejor con los españoles que con los franceses o los italianos», dice.

A pesar de esta mayor afinidad que se nota en la calle con los españoles, los funcionarios argelinos ya han comenzado a desplegar su diplomacia recibiendo a sus homólogos de Francia, Alemania e Italia. Ayer mismo, el presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, mantuvo una conversación telefónica con su homólogo francés, Emmanuel Macron, para «para repasar las relaciones bilaterales».

A expensas de la evolución del conflicto por vías diplomáticas, la sensación predominante es de incertidumbre, porque aún no se puede conocer el impacto exacto que tendrá la crisis. Pero ya desde Argelia apuntan a que las relaciones con este Gobierno español están abocadas al fracaso. Las intervención de la Unión Europea no sentó nada bien en Argel, «aunque demuestra la debilidad de España al tener que acudir a Bruselas», dice una fuente argelina conocedora de cómo funciona el hermético Gobierno de ese país.

Pero todos coinciden: esto no es una disputa entre dos países vecinos, sino que tiene, como señala Zoubir, un culpable y es el Gobierno de Sánchez «que una vez que obtuvo las garantías sobre el gas, negoció con Marruecos sobre el Sahara. Ahí está la traición».