El PSOE asume que el 19-J será un «baño de realidad» para Sánchez

En Moncloa, Ferraz y aledaños se habla de manera recurrente en los últimos tiempos, tanto en público como en privado, y no sin cierta displicencia, del «plan Casado». Aquel, cuentan, que consistiría en ir convocando elecciones en distintos territorios para ir erosionando, poco a poco hasta las próximas elecciones generales, a Pedro Sánchez. Naturalmente, quienes así hablan pretenden subrayar la evidencia de que el autor de ese supuesto plan es alguien fuera ya de la vida política, pero lo cierto es que, de existir, ese plan se ha ido cumpliendo casi al milímetro a cada paso. Primero en las elecciones de la Comunidad de Madrid el 4-M del 2021, cuando Isabel Díaz Ayuso redujo al PSOE a ser la tercera formación de la Asamblea madrileña, por detrás de Más Madrid, en unos comicios donde el PP superó, en solitario, a la suma de toda la izquierda.

Lo mismo ocurrió un año después, aunque no con un resultado tan boyante, en Castilla y León, donde Alfonso Fernández Mañueco mantuvo en febrero pasado la presidencia de la Junta, aun con el peaje de tener que llevar a cabo la primera coalición de gobierno con Vox. Y ahora todo hace indicar, encuestas en mano, que el plan que tenía diseñado el expresidente del PP, según los socialistas, se mantendrá como se tenía previsto en las elecciones del domingo en Andalucía, aunque su presunto autor no vaya a poder beneficiarse del mismo.

El PSOE trata de mantener el optimismo de cara a esa cita con las urnas, que según todos los pronósticos ratificarán al popular Juan Manuel Moreno al frente de la Junta de Andalucía, cuatro años después de haber logrado el hito histórico de poner punto y final a los casi cuarenta años ininterrumpidos del PSOE andaluz en el poder, desde que se constituyó la autonomía.

Insisten en que el domingo no se cumplirán para ellos los más negros presagios demoscópicos, que sitúan al candidato Juan Espadas en el peligroso límite de los 33 escaños, los que tienen actualmente los socialistas en el Parlamento autonómico y que ya supusieron una debacle histórica en 2018 para Susana Díaz. Aunque en aquella ocasión los socialistas andaluces no dejaron de ser el partido más votado en toda la comunidad. Condición que, según el sondeo de GAD3 que publicaba este lunes ABC, perdería el 19 de junio, pasando además del 28 por ciento de los votos de hace cuatro años a una estimación del 25 por ciento, mientras que el PP, según el mismo sondeo, superaría la barrera del 40 por ciento de los apoyos y obtendría 53 escaños, a solo dos de la mayoría absoluta.

Todo ello en una comunidad que no es cualquiera ni por su peso demográfico (la más poblada de España), ni por su significación histórica como feudo socialista. La gente del PSOE, el partido que controla la mayoría de ayuntamientos andaluces y la mayor parte de las diputaciones, presume desde hace décadas de ser la formación política más apegada a ese territorio. En cualquier rincón de la región, aun en el más recóndito, explican, hay una parroquia y una Casa del Pueblo, la manera tradicional de denominar a las sedes socialistas. Una imbricación con el territorio que no parece tener el actual secretario general del partido, el madrileño Sánchez. Dos de cada tres electores andaluces, según GAD3, consideran que el presidente del Gobierno perjudica los intereses de su propio partido en esa comunidad autónoma. Muy por encima de los que piensan lo mismo de Alberto Núñez Feijóo, un 28 por ciento, de Yolanda Díaz, un 39 por ciento, e incluso de Santiago Abascal, un 45 por ciento.

Un discurso que no cala

Ante este escenario, los socialistas asumen ya que el domingo el proyecto de Sánchez vivirá un duro «baño de realidad». En primer lugar, y más obvio, porque no logrará recuperar la Junta perdida en 2018. Y para más inri con Espadas, la apuesta personal de Sánchez para acabar con la era de Susana Díaz como líder del PSOE andaluz.

En segundo lugar porque se volverá a evidenciar que el discurso del miedo a la «ultraderecha» de Vox, en la comunidad donde primero irrumpió y por sorpresa la formación derechista, no termina de calar como forma de movilizar al electorado de izquierdas. Recuérdese a este respecto que el PSOE, como el resto de fuerzas de la izquierda, alentó y promovió las protestas callejeras a las puertas del Parlamento andaluz contra la investidura de Moreno hace cuatro años, llegando incluso a fletar autobuses para ello, ante la llegada a San Telmo de un Ejecutivo que, según se dijo para justificar aquellas movilizaciones, ponía en riesgo «los derechos conseguidos por las mujeres».

Y en tercer lugar, pero no menos importante, y vinculado con el punto anterior, porque el trasvase de votantes socialistas hacia el PP que reflejan los sondeos desarma buena parte del discurso del aparato socialista y lanza una señal de alarma de cara a las generales. En concreto, algunos sondeos señalan ya que hasta el 16 por ciento de quienes votaron al PSOE las últimas autonómicas podrían ahora optar por respaldar a Moreno y que lo harían por su «buena reputación».

Un cambio de rumbo

La mera posibilidad de que un votante tradicional del PSOE (y del PSOE andaluz, nada menos) se pase al PP provocaba sorna estas últimas semanas en las filas socialistas. Pero sin esa variable parece difícil entender datos como los que la demoscopia apunta para el domingo en provincias como Sevilla, que podría dejar de estar teñida del color rojo por primera vez en la democracia.

Ante toda esta situación, algunos dirigentes veteranos creen conveniente replantearse la estrategia política a medio plazo e incluso buscar un cambio de rumbo justo cuando termina el vigente ciclo electoral, este domingo en Andalucía, y comienza el que pasará el año que viene primero por las elecciones autonómicas y municipales y luego, siempre que Sánchez cumpla su promesa de no hacer un adelanto electoral, por las generales.

A menos de dos años vista de que los españoles decidan con sus voto si hay cambio de inquilino en La Moncloa, cada vez se oyen más alto las voces quejosas de que hacer política en el PSOE obliga, en estos momentos, a actuar muchas veces a ciegas, dada la ambivalencia de determinados postulados gubernamentales. Salir a la tribuna del Congreso, o someterse a una comparecencia ante los medios o a una entrevista desde la perspectiva gubernamental y/o de partido puede ser un deporte de alto riesgo político. Así ocurre, si se defiende que el volantazo internacional dado con Marruecos no afecta a las relaciones con Argelia, como dictaba el canon discursivo de Moncloa y Ferraz hasta la misma semana pasada. Justo cuando las autoridades argelinas lanzaron una dura andanada a las relaciones bilaterales, luego matizada a instancias de la UE.