Jesús recordó brevemente a sus Apóstoles los puntos más sustanciales de su mensaje a todas las naciones, y luego los sacó afuera, al monte de los Olivos, en compañía de otros discípulos, de su Santísima Madre y otras santas mujeres, que se hallaan en Jerusalén
Llegados allí, despidiéndose de todos Jesús y levantando las manos les dió su postrera bendiciión y comenzó a elevarse con gran majestad por los aires, por su propia virtud, ante la mirada de los presentes que le iban siguiendo con la vista, hasta que una nube se interpuso y se lo ocultó. Y el Señor Jesús subió al cielo, donde está sentado a la derecha de Dios Padre.
Estando ellos con la vista fija en el cielo mirando como se alejaba, se les presentaron dos ángeles vestidos de blanco, y les dijeron: «Varones de Galilea, ¿por qué estáis ahí parados mirando al cielo? Este Jesús que acaba de seepararse de vosotros y se ha subido al cielo, vendrá de la misma manra que le habéis visto subir allá»(S. Marcos XVI, 19; S.Lucas XXIV, 50-51; Hechos I, 9-11).
Cuarenta días después de haberse mostrado a los Apóstoles bajo los rasgos de una humanidad ordinaria, que velaban su gloria de Resucitado, Jesús subió a los Cielos y se sentó a la derecha del Padre.
Desde entonces es Señor Jesús reina con su humanidad en la gloria eterna del Hijo de Dios, intercede incesantemente ante el Padre en favor nuestro, nos envía su Espíritu y nos da la esperanza de llegar un día junto a Él, al lugar que nos tiene preparado.
«Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos»
Como Señor del cosmos y de la historia, Cabeza de su Iglesia, Jesús glorificado permanece misteriosamente en la tierra, donde su Reino está ya presente, como germen y comienzo, en la Iglesia. Un día volverá en gloria, pero no sabemos el momento. Por esto, vivimos vigilantes, pidiendo: «Ven, Señor Jesús!» (Ap 22,20).
La Parusía es que, después del último estremecimiento cósmico de este mundo que pasa*, la venida gloriosa de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, que finalizará con el triunfo definitivo de Dios y con el Juicio final. Así se consumará el Reino de Dios.
Jesús, Hijo del Padre, segunda Persona de la Santísima Trinidad, junto al Espiritu Santo, son el único Dios que juzgará a los vivos y a los muertos con el poder que ha obtenido como Redentor del mundo, venido para salvar a los hombres.
Los secretos de los corazones serán desvelados , así como la conducta de cada uno con el único Dios y con el prójimo. Todo hombre será colmado de vida o condenado para la eternidad, según sus obras. Así se realizará «la plenitud de Jesús, el Hijo de Dios Padre» (Ef 4,13), en la que «Dios (La Santísima Trinidad») será todo en todos» (I Co15,28).
*El fin de este mundo en presencia de Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios. Y la esperanza tras el Juicio universal de un mundo nuevo.