El encuentro de los ministros de exteriores de Rusia y Ucrania no logra progresos para una tregua

Mientras las portadas abrían con la foto de una mujer embarazada siendo evacuada tras el bombardeo ruso sobre un hospital de maternidad en Mariupol –que dejó tres muertos y 17 heridos-, los ministros de exteriores de Rusia y Ucrania llegaron en la mañana del jueves a la ciudad turca de Antalya para negociar una tregua que parece lejana. El encuentro entre el ruso Sergey Lavrov y el ucraniano Dmotry Kuleba, bajo mediación de su homólogo turco Mevlut Cavusoglu, supuso el primer encuentro de alto nivel entre los países enfrentados desde el inicio de la invasión ordenada por Vladimir Putin el 24 de febrero. Como era previsible, no hubo avances significativos.

Kuleba, que insistió en que su país no puede parar una guerra si “quien la empezó no tiene voluntad de detenerla”, invirtió sus esfuerzos en suplicar que se garanticen los corredores humanitarios. Esencialmente, en la sitiada ciudad portuaria de Mariupol, sin luz, agua, ni medicamentos. “Vine aquí con una propuesta para un corredor humanitario a y desde Mariupol, para que los civiles puedan abandonar la zona”. Insistió en que Lavrov desestimó tratar en profundidad las cuestiones centrales que se pretenden dirimir para detener la sangría.

Sobre la demanda de un alto el fuego total durante 24 horas para atender cuestiones humanitarias críticas, el ministro ucraniano aclaró que “no hemos hecho progresos, pero hemos acordado continuar los esfuerzos”. Lavrov se limitó a apuntar los mensajes para llevarlos a consultas en el Kremlin. El emisario ruso insistió en que Kyiv simplemente quiere aparentar su predisposición negociadora, y acusó a Occidente de alimentar el conflicto por los envíos de armamento de los últimos días a Ucrania mediante sus fronteras con Rumania y Polonia.

Hasta ahora, representantes de Moscú y Kyiv se habían encontrado hasta en tres ocasiones en Bielorrusia, pero los supuestos entendimientos que se lograron –-esencialmente para proteger a los civiles- no fueron respetados.

Mientras los ministros de exteriores se reunían en la ciudad balneario turca, las bombas seguían aterrando a miles de ucranianos. Según el alcalde de Mariupol, ya se cuentan 1.200 víctimas civiles en la ciudad, en ataques masivos catalogados ya como un “genocidio”. Las imágenes de entierros de cadáveres en fosas comunes no parecen alterar las intenciones de Putin. En una comparecencia televisiva, el presidente Zelensky se preguntó: “¿Qué clase de país es Rusia, al que le asustan hospitales de maternidad y los destruye?”.

El ambiente previo del encuentro, celebrado en un lugar vacacional de referencia para rusos y ucranianos en tiempos pre bélicos, no parecía el más idóneo para lograr progresos. Lavrov ya alertó que Rusia no haría ninguna concesión sobre sus reclamaciones centrales: mantener el control de la península de Crimea; la independencia de las repúblicas separatistas de Donetsk y Lugansk al este de Ucrania; o la garantía de que Ucrania mantendrá su carácter “neutral” para evitar la expansión de la OTAN cerca de sus fronteras. El “sueño” de Putin es liquidar a la armada ucraniana y derrocar a Zelensky y su gobierno.

Antes del encuentro, el ucraniano Kuleba tildó a su homólogo ruso de “Ribbentrop contemporáneo”, nombrando al ministro de exteriores de la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Ante la operación militar de mayor envergadura desde que Hitler hundiera a Europa en el abismo, la diplomacia de Kyiv ha comparado frecuentemente al Kremlin con el III Reich. Paradójicamente, el supuesto objetivo declarado de Putin es “desnazificar” Ucrania.

“Nuestro objetivo es acabar trayendo a los tres líderes conjuntamente”, dijo el turco Cavusoglu, refiriéndose a la voluntad de agrupar a Putin, Volodymyr Zelensky y Recep Tayyip Erdogan. Miembro de la OTAN y con estrechos vínculos con ambos bandos, Turquía pretende ejercer un rol mediador decisivo. En la misma línea está actuando Israel: el siempre convulso Oriente Medio mueve ahora fichas en el tablero de guerra europeo. Pese al fracaso final, Cavusoglu deseó que el encuentro fuera un “punto de inflexión”.

Antes del encuentro en Anatolia, el gobierno ucraniano confirmó que se abrieron siete pasillos para la evacuación de civiles, y unas 35.000 personas habrían logrado huir desde distintas localidades. Mientras, Zelenski sigue insistiendo en reclamar el cierre del espacio aéreo para neutralizar los bombardeos aéreos rusos, y pide el suministro de cazas de combate a las potencias occidentales.

Respecto a las demandas rusas, Kyiv mostró predisposición a garantizar la “neutralidad”, pero no la desmilitarización del país. Se aceptaría esta demanda si se respeta la soberanía de Ucrania, y se retiran las tropas de ocupación rusas. Entregar definitivamente Crimea y las repúblicas separatistas del Donbás parece una condición inasumible para los ucranianos.

Pese a los reportes sobre miles de bajas en las fuerzas armadas rusas –se estiman entre 5.000 y 6.000-, y el inesperado retraso que están sufriendo en su avance para conquistar Ucrania, Putin mantiene que la “operación especial” para neutralizar al país vecino sigue según los planes previstos.