Voces contra el monolingüismo entre los ‘hijos de la inmersión’

Manuel, Laia, Joan, Nil, Ainara… Todos ellos tienen entre dieciocho y treinta años y han hecho su escolarización íntegramente en catalán a través del modelo de inmersión lingüística que hoy discute la Justicia. Podrían ser denominados ‘hijos de la inmersión’ porque estudiaron en un sistema que empezó a desplegarse en Cataluña en los años ochenta, durante los gobiernos de Jordi Pujol. Como ellos, más de un millón de alumnos catalanes reciben a día de hoy casi todos sus clases en el mismo idioma. Las únicas excepciones son las asignaturas de castellano y lenguas extranjeras y centros, como el de Canet de Mar (Barcelona), donde los tribunales han impuesto más horas en español tras la denuncia de una familia.

Después de cuatro décadas de modelo monolingüe, prácticamente todos los catalanes de menos de cuarenta años que han estudiado en la comunidad lo han hecho en inmersión. En total, cientos de miles de personas con experiencias muy variadas en función de su origen y su lengua materna. Todos ellos asisten, desde hace días, a la batalla abierta entre la Generalitat, los tribunales, las familias y los partidos soberanistas a cuenta del 25% de clases en castellano que fijó la Justicia en noviembre, una decisión que, tras ser avalada por el TS, ha abierto un agrio enfrentamiento. Mientras que el Govern defiende que el sistema actual es innegociable, hay muchas voces que discuten tanto su legalidad como su utilidad para asegurar un buen conocimiento oral y escrito del catalán y el castellano. Es el caso de estos jóvenes, que apuestan por una cohabitación en las aulas igual que la que hay ya en las calles, en el trabajo o en sus familias y grupos de amigos.

Ainara Pérez

20 años, Barcelona

«Sales de la escuela y te topas con la realidad, que tienes la lengua de tu país olvidada»

«En Cataluña hay dos lenguas y se tendrían que usar por igual en todos los ámbitos, también en la escuela. No es normal potenciar tanto una lengua que no deja de ser minoritaria y dejar de lado el castellano, que es la lengua común», explica Ainara Pérez, de 20 años. En su caso, estudió en una escuela concertada de Barcelona y destaca que siempre vio que su centro estaba «muy significado» políticamente. «Allí estudian los hijos de algunos políticos», reconoce la joven, que hoy cursa Derecho en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. «Tenía y tengo compañeros de clase que hablan un castellano nefasto, mezclando palabras en los dos idiomas constantemente o que no pueden decir palabras muy genéricas en castellano. Tema aparte es la ortografía. Después de usar tan poco el castellano durante años acaba siendo un desastre», relata. A su parecer, este desconocimiento de la lengua común de todo el país pasa factura a muchos alumnos en la universidad y en la vida laboral. «Cuando sales de la escuela te topas con la realidad, y es que tienes la lengua base de tu país olvidada, y eso tiene consecuencias», señala.

Joan Sáez

18 años, Manresa

«Hay quien tiene muchos problemas para cambiar de idioma o escribirlo»

Joan Sáez estudió en Manresa, en la Cataluña interior. En su caso, solo estudió en catalán, menos en las clases de castellano. «Lo del 25% de clases en castellano lo veo necesario, y es un mínimo. Bajo mi punto de vista debería ser más, sobre todo en casos como mi ciudad, Manresa, donde el castellano prácticamente no se usa. Algunos tienen muchos problemas para cambiar de idioma o escribirlo», expone Sáez, que hoy estudia Relaciones Laborales en la UAB. Tal y como defiende con vehemencia, las interferencias y el desconocimiento hacen que muchos alumnos hagan «catalanadas» cuando hablan o escriben en castellano. Sobre el caso de Canet, este joven resalta que la familia señalada por el soberanismo tiene «todo el derecho del mundo» a pedir más horas en castellano. «Bajo mi punto de vista tiene que haber una igualdad entre ambas lenguas, que son una riqueza para nosotros, ninguna tiene que salir perjudicada, tampoco el español, que es oficial y la hablan millones de personas en todo el mundo», reclama.

Manuel Rodríguez

20 años, Viladecans

«Somos una sociedad bilingüe y estamos orgullosos de ello»

El caso de Manuel Rodríguez resume lo que ocurre en muchos colegios de Barcelona, donde la inmersión se cumple a rajatabla en la primaria y se relaja un poco en la ESO, donde los docentes y directores son menos ‘militantes’ de la lengua. «En secundaria los profesores eran más flexibles. Se podían hacer algunas asignaturas extra en castellano si el profesor o los alumnos se sentían más cómodos, pero en el colegio fue distinto, más parecido a lo que vemos en las noticias, con señalamiento a quienes pedían hacer más castellano. En la escuela un niño lo pidió y se le miró muy mal, yo, como castellanoparlante, empaticé con él», explica Rodríguez, que estudió la secundaria en Viladecans (Barcelona). «Pienso lo que debe pensar la mayor parte de los catalanes, que somos una sociedad bilingüe y estamos orgullosos de ello. Lo del 25% me parece bien, pero podría ser más, llegar al 50-50. Tanto el catalán como el castellano son oficiales en Cataluña y deberían estar al mismo nivel», resalta este barcelonés que hoy estudia un grado medio de programación de aplicaciones.

Laia López

21 años, Montcada

«En la universidad el castellano depende de la voluntad del profe»

«Desde que entré en el colegio hasta los 18 años, toda la educación la he recibido totalmente en catalán, excepto inglés y castellano. Cuando venían alumnos de fuera tenían que aprender catalán obligatoriamente y no había opción de cambiar al castellano. Si venía alguno de otra comunidad de España, igual», expone Laia López, de 21 años, que hoy estudia Administración y Dirección de Empresas en la Autónoma de Barcelona. «La lengua vehicular en todo, clases, actividades y actos, era el catalán. Los casos en que un profesor usaba castellano eran casi anecdóticos», indica la joven. Según recuerda, cuando llegaba alguien de fuera dejaba de estudiar otras asignaturas para hacer catalán hasta que tenía el nivel para seguir el curso igual que el resto de alumnos. «Eso hacía que los niños no pudieran estar al mismo nivel que los compañeros en el resto de materias», lamenta. Para ella, estas situaciones de marginación se repiten en las universidades catalanas. «Nadie te asegura que las clases sean en castellano, depende de la voluntad del profesor», apunta. También ve problemas en la comprensión lectora en castellano. «La mayoría de artículos científicos o libros están en castellano o inglés, pero después de estar toda la educación leyendo y escribiendo casi solo en catalán el nivel de comprensión lectora en los otros idiomas es muy bajo», alerta. Para ella, lo ideal sería un modelo en el que castellano, catalán e inglés fueran todas «vehiculares» y convivieran en las escuelas e institutos, como lo hacen en la calle.

Andrés Haro

20 años, Sant Joan de Vilatorrada

«Para mí, el modelo perfecto sería el trilingüismo total»

Andrés Haro ha estudiado con inmersión toda la vida, desde parvulario hasta la universidad. «Tanto en primaria como en secundaria el castellano se trata como una lengua extranjera, casi como si fuera inglés», rememora. En su caso, hablaba castellano en casa y hoy se desenvuelve bien en ambas lenguas, pero reconoce que en su clase había compañeros con niveles «muy deficientes» de español. «Cuando llegas a la universidad ves que muchos alumnos tienen graves dificultades para la expresión oral y escrita si no es en catalán, y eso que son universitarios», expone este estudiante de Derecho de la UB, la principal universidad catalana. «El modelo perfecto, para mí, sería un trilingüismol total, con asignaturas troncales en catalán, castellano e inglés. No hay que olvidar que en inglés también somos bastante deficientes», advierte.

Nil Noya

29 años, Barcelona

«Es perverso e injusto, todo el mundo lo ve, pero nadie dice nada»

«Yo soy de una familia catalanoparlante y la primera crítica que hago a la denominada ‘inmersión’ es que se la llame así», asevera Nil, de 29 años. «Es una inmersión cuando se le habla a los alumnos en una lengua que no es su lengua materna, pero si estudias en catalán y la lengua de tu casa es también catalán, no es inmersión, es un sistema monolingüe», defiende el joven. «Quien es de una familia catalanoparlante no hace inmersión, estudia directamente en su lengua», resume. Para él, que fue profesor un tiempo aunque ahora se dedica al análisis de datos, otra de los problemas es que muchos docentes están «ideológicamente sesgados» en Cataluña. «Es todo muy perverso y muy injusto, y todo el mundo lo ve, pero nadie dice nada», concluye.