«Los niños deben estar tres horas al día al aire libre, pero no llegan ni a una hora»

Bióloga, profesora y autora de diversos libros, como “Educar en la Naturaleza” (Mejores personas para un mundo mejor) y “Jugar al Aire libre”, Katia Hueso defiende el derecho de los niños de jugar al aire libre. Porque para ella, «si hubiera una palabra para definir la relación entre infancia y naturaleza, esa sería «injusticia»»

Hay muchas personas que comparten esta sensación de que los niños españoles tienen déficit de aire libre, comparado con niños del norte de Europa.

Sí, aunque diría que es general, incluiría también a los niños de los países nórdicos en esta ecuación, porque todos en general todos tenemos déficit de naturaleza. Estamos muy poco tiempo al aire libre. Comparado como se vivía hace una o dos generaciones.

Hay muy poco contacto con el medio natural, con el aire libre, ya ni siquiera en la naturaleza sino fuera en la calle, y esto tiene consecuencias, para el bienestar, para la salud, para su desarrollo… Es algo serio que hay que atajar.

Usted dice en su obra que debido a nuestras agendas, a las extraescolares, parece que tenemos a los niños bajo arresto domiciliario. ¿Cómo hacemos para contrarrestar esa ecuación que tenemos?

Es una ecuación complicada de resolver porque hay varias incógnitas que es lo que yo llamo la triple AAA, que son las tres enemigas de salir a jugar ahí fuera como hacíamos hace una o dos generaciones La primera «A» sería la de la Agenda tan apretada que tenemos, no solo padres y madres, sino los propios niños, que tienen actividades una detrás de otra. A vecesson elegidas por las necesidades de compaginar el horario familiar con el tiempo de los niños, pero muchas otras veces, se escogen por la presión que sufrimos como sociedad de enseñarles chino con dos años, un instrumento, un deporte, un arte, un tal y un cual…

La segunda «A» sería -reconozco que es una manera un poco enrevesada de decirlo-, la A de Abducción, entendida por secuestros. Algo que tal y como está demostrado, sucede cada vez menos. Es verdad que sucede, tenemos un suceso muy reciente de hecho, pero no podemos por esa razón dejar de salir ahí fuera. Igual que no podemos dejar de salir por otras muchas razones que nos pueden causar alarma, en un momento dado.

Y la tercera «A» sería el miedo a los Accidentes. Ahí sí puedo entender hasta cierto punto ese miedo porque hay cada vez más tráfico rodado, las ciudades están cada vez más pensadas para el tráfico de los vehículos y menos para el de las personas, y además es un tráfico más silencioso, paradójicamente, no oímos a los coches con tanta facilidad como antes. Es un tráfico más rápido y más agresivo. Y esto sí que hace que sea cada vez más difícil encontrar un espacio seguro en el que jugar.

Qué podríamos hacer las familias, podemos tomar el toro por los cuernos y decir, aquí nos plantamos: necesitamos estar al aire libre porque a los niños les aporta muchos beneficios, qué podemos hacer.

Las familias pueden, o podemos, actuar en distintos planos de presión vamos a decir: podemos presionar a nuestros distritos, o a nuestros concejales de los municipios donde residimos, aunque eso requiere un compromiso y un esfuerzo que no todo el mundo puede hacer. Y si no, simplemente, se trata de crear el tiempo y el espacio para salir ahí fuera. A veces es tan tonto como abrir la puerta. Es un gesto muy sencillo pero tan difícil de hacer.

Y acercarnos a los parques, dar un paseo con nuestra mascota…

Claro, tendemos a pensar que esto de conectar con la naturaleza tiene que ser algo que hagamos en un parque nacional, o en un sitio, como muy virgen, y no tan bonito desde el punto de vista paisajístico, vamos a decir. Pero nada más lejos de la realidad: a un niño le vale un solar, un rincón de la plaza, ese rincón medio abandonado que nadie presta atención donde hay unas ramitas, unas piedrecitas, unas hojas, ese tipo de rincones a los niños les van bien.

Lo que tenemos que hacer como familias es a lo mejor no es planear una salida, sino simplemente salir. Al salir, y estar ahí fuera, que sean los propios niños los que dirijan la actividad. NO pensar: vamos a hacer una marcha, o vamos a hacer un recorrido o una actividad, sino vamos a salir, y a partir de ahí vamos a ver qué surge, vamos a ver qué nos encontramos. Si nos encontramos con la mascota del vecino, o nos encontramos con una piña, un pajarito, o con lo que sea.

Estás invitando a las familias a que NO les dirijamos tanto. Que les dejemos un poco solos.

Sí, es dejar no solo físicamente, que es importante, tiene su implicación, sino también solos mentalmente, en el sentido de que dirijan ellos la actividad, que se sientan creadores de esa libertad, de esa pequeña libertad que puedan tener a la hora de jugar.

¿Qué beneficios aporta según tú experta en estos temas estar en la naturaleza?

Muchísimos, Son beneficios que sentimos cualquiera de nosotros además. No necesitamos ser niños para disfrutarlos. Son beneficios sobre todo en los planos del desarrollo, en el caso de los niños se enmarca más en esa parte del desarrollo que están todavía en esa fase de crecimiento, como personas, aprendiendo, desarrollo tanto cognitivo como emocional. Es decir el desarrollo de adquirir habilidades y competencias, la naturaleza es muy diversa, muy impredecible también, y nos pone retos de vez en cuando que tenemos que superar. Cosa que a lo mejor en un espacio cerrado al estar preparado, no sucede.

Beneficios como digo emocionales, porque nos hace superar esos retos, nos hace superar dificultades: qué hacer un día de lluvia, qué pasa si hace viento, qué pasa si se me aparece un animal, o algo que en principio sea inesperado y yo tenga que resolver.

Y luego beneficios en el área de la salud, pues la salud física, por supuesto, a través del movimiento, la adquisición de habilidades en tres dimensiones, vamos a decir, el volvernos, la psicomotricidad gruesa, la fina, todo lo que eso lleva asociado de prevención de la obesidad y prevención de enfermedades relacionadas con el sedentarismo. La miopía por ejemplo, al estar al aire libre pues utilizamos la vista de una manera mucho más enriquecedora, que en un espacio cerrado.

Y luego beneficios para la salud mental, con lo que eso conlleva de serenidad, de tranquilidad, de expansión mental, de tener más libertad a la hora de elegir dónde estar, con quién, a qué jugar,con lo que eso conlleva de paz mental.

Luego benéficos del medio ambiente. El estar al aire libre hace que conectemos con el medio ambiente, con el medio natural y al final el roce hace el cariño, vamos queriendo cada vez más, ese medio es nuestro medio, donde jugamos, donde tenemos experiencias, donde fabricamos recuerdos, y esto hace que a futuro, apreciemos mucho más la naturaleza y por tanto la cuidemos. Entonces el planeta al final también se ve beneficiado.

Todos esos son los beneficios, pero es que además los inconvenientes de estar dentro también son muy numerosos, señala usted.

Efectivamente, es el beneficio que perdemos, al estar fuera, más el inconveniente de estar dentro y realizar una actividad sedentaria muy conectada a los dispositivos digitales, que al final son mundos que no creamos nosotros. Nos roba un poco la fantasía porque la fantasía ya la ha tenido otro antes

Meten mundos muy atractivos, pero que no son los nuestros. Esto pues tiene consecuencias a la creatividad, a la flexibilidad, resiliencia, capacidad de resolución de conflictos, de resolución de problemas, tiene unas consecuencias en muchos ámbitos que no somos conscientes por la facilidad que suponen: vamos a ponernos con la tablet, o el móvil, la TV, que están tranquilos. Es una solución para hoy pero es pan para hoy hambre para mañana.

En el libro recoges las indicaciones de la organización Nature Kids, que viene a advertir una serie de horas que hay que estar al aire libre a lo largo del año. 1000 horas al año, que se resumen en 3 horas al día. Nos sale la cuenta muy en números rojos en España con nuestros niños. Al menos una, pero no sale ni una.

No sabría decir pero por lo que observo a mi alrededor no llegue ni a una hora, el fin de semana un poco más, quizás. Pero entre semana, el poco aire que te da el aire entre que llegas al cole y entras en el colegio, o vas a clase de música y o vas al súper un momento. Porque ya ni siquiera es eso, ni siquiera vas al centro comercial. Llegas con tu coche y entras dentro del edificio. Ya eso de aunque sea comprar el pan, y el periódico, aquello que hacías al aire libre, ni siquiera lo haces. Así que sin saber cifras, lo que sí creo, es que estamos muy poco tiempo al aire libre. Si lo ideal es que los niños estén 1000 horas al año al aire libre, es decir, tres horas al día, pero no sale ni una hora escasa.

Esta organización lo que ha hecho es plantear unas fichas, que tú puedes ir rellenando, para ver si cumples con ese objetivo de las 1000 horas al año. Yo lo he hecho en mi casa y al mes lo he dejado porque me suponía mucha presión.

Quizás se puede no ser tan exhaustivo apuntando, y que surja de una manera más natural, tener algún tipo de recordatorio para salir a la calle, abrir la puerta y disfrutar del aire libre.

Claro en efecto, yo personalmente huyo un poco de la señalar con el dedo, y de las recetas fáciles, porque cada uno tiene sus circunstancias, su organización, habrá quien una ficha de esas le ayude y le sirva de recordatorio, para acordarse de que lleva una semana sin cumplir, pero a mi personalmente me genera más ansiedad todavía porque si ya la vida está llena de compromisos y en tu tiempo libre le añades ese otro pues apaga y vámonos. Pero cada cual…

Pero qué pequeñas acciones puede hacer una familia para retomar ese contacto y esa educación en la naturaleza, que es como titulas tu libro. O el otro de Jugar al Aire libre.

Claro la pandemia sí que nos ha enseñado algunas cosas, como apreciar esa conexión con la naturaleza en las circunstancias más difíciles. Estuvimos confinados 3 meses sin poder salir de casa, si quiera, y los niños sufrieron esto especialmente. ESto nos enseñó a apreciar la naturaleza en las cosas más pequeñas, incluso en este espacio interior en el que estamos, hay plantas, los muebles son de madera, podemos ir apreciando esos materiales que nos conectan con el mundo natural que está ahí fuera y que a lo mejor no podemos acceder en este momento. También adquirir la conciencia de que la naturaleza es solo el verde de esos parques naturales a los que yo me refería antes, sino que es esos parques naturales, es el agua que bebemos, es la comida que comemos…. la naturaleza está en todo lo que hacemos, está dentro de nosotros, incluso por los microorganismos que llevamos dentro. Es decir que todos nosotros somos naturaleza, y si sabemos apreciar eso, seremos más conscientes por un lado, más tranquilos, porque esa consciencia ya nos lleva a buscar esa conexión con la naturaleza que hay ahí fuera. Y eso como decía antes, es tan fácil como abrir la puerta, y dejarse llevar.

Tu fuiste la pionera además en España en esto de la enseñanza al aire libre, el outdoor schooling. ¿Puedes hablarnos de esto tan famoso, practicado en países del Norte de Europa pero que no acaba de calar en España, paradójicamente, un país con mejor tiempo y más horas de luz?

Es un paradójico. Podríamos decir que donde debería nacer un movimiento de este tipo debería ser aquí, en el Mediterráneo que tenemos sol y buenas temperaturas, prácticamente todo el año, ¿no? Y sin embargo, le tenemos miedo al exterior. Es muy curioso. Tengo la suerte de haber vivido fuera de España bastantes años, y haber visto otras maneras de aproximarnos a la naturaleza, de relacionarnos con ella. He vivido en Escandinavia varios años también, que es un poco de donde viene la inspiración de nuestro proyecto, y en efecto en 2011 nació el Grupo de Juego la Naturaleza Saltamontes , que está en Collado Mediano, en la Sierra de Guadarrama, y es un proyecto educativo dirigido a niños de 3 a 6 años, lo que sería la segunda etapa de infantil, que de momento es una etapa no obligatoria, y lo que hacen los niños en lugar de estar en una escuela con paredes y con techos, es estar al aire libre. Su aula es el bosque, es el monte, y dado que están ela etapa de infantil, el curriculum es jugar. Al aire libre, por supuesto con las medidas de seguridad necesarias, y el acompañamiento necesario para que eso se desarrolle con tranquilidad y respetando la integridad física de todo el mundo evidentemente. Pero su actividad es eso: jugar al aire libre durante todo el curso escolar.

Muchas familias dirían: pero no aprenden nada.

Sí. Ahí entramos en el debate de qué es jugar y para qué sirve. El juego es el gran precursor del aprendizaje. Podemos aprender de muchas maneras, podemos aprender también como se decía antes: la letra con sangre entra. Sí, se puede. Pero a través del juego entra mucho mejor. Y esto lo sabe cualquiera que esté dentro del mundo de la educación y en la etapa de infantil más todavía. En las escuelas se juega mucho. Pero qué sucede que al jugar al aire libre se trabaja mucho más competencia como la imaginación, la fantasía. Estamos trabajando con materiales que no están predeterminados, sino que están ahí, pues palos, piedras, hojas, en fin…Y estos materiales se convierten en lo que cada niño quiere, y ese niño transforma ese material a través del juego. ¿Qué sucede? Que a través del juego libre, la motivación es máxima. Cuando yo juego a lo que yo quiero, estoy al 150 por ciento. Si juego a lo que me dicen, a veces me apetece y a veces no. Pero jugando a lo que yo quiero, pongo toda la carne en el asador.

Cuando pinto mi nombre en el suelo, cuando juego a hacer trasvases con el barro, cuando corro cuesta abajo para sentir sencillamente la velocidad del viento en la cara, todo esto son experiencias que nos dan aprendizajes de autocontrol de conocimiento de nuestro cuerpo, incluso de matemáticas y lectoescritura. Al escribir con palitos nuestro nombre, pues al final es alfabetización y si estoy contando piedras para ver si tengo más que el vecino, pues estoy haciendo matemáticas. SI la estoy colocando por orden de tamaño, también estoy haciendo matemáticas, estoy haciendo un trasvase de agua de un charco, estoy practicando física, el pensamiento científico, y todo este tipo de cosas. Se aprende muchísimo y lo que pasa es que se aprende de otra manera, menos organizada, desde fuera, y más organizada desde dentro, desde la propia motivación del niño.

¿Y por qué crees que en España no cala este modelo?

Creo que somos animales de costumbres, en todos lados lo somos pero aquí nuestra costumbre es que el maestro da su clase magistral, tiene que seguir un manual, un libro, un orden en su programación… Pero si uno lee la normativa que aplica para educación en general pero más en concreto la educación en infantil no te pone que tengas que seguir un libro de texto, ni te pone que tengas que hacer las cosas en determinado orden, solo pone que tu tienes que asegurar que al final de esa etapa los niños han cumplido con una serie de objetivos. Y estos objetivos se cumplen, de una manera más orgánica, más en el orden que cada niño de forma natural va adquiriendo. Nos cuesta porque no hay evidencias tan fáciles, no hay unas fichas que podamos ver, no hay unas tablas que podamos ir marcando, es mucho más sencillo tanto para el docente como para una familia, el ver el resultado en un papelito de lo que hay hecho el niño en ese trimestre o ese día en la escuela. En lo que estamos trabajando con otras compañeras, con otras escuelas, similares, estamos trabajando en herramientas de registro, de documentación, de calidad, para que esto se entienda como algo serio, no como algo de hippies abraza árboles que se han ido allí a pasar el rato al monte.

Porque la transición digamos de este tipo de escuelas, ala escuela ordinaria en Primero de Primaria, ¿cómo es?

Bueno, la transición tiene sus dificultades, evidentemente. Estamos pasando de estar al aire libre, en movimiento, juego libre, cuando digo libre no digo libertad total, hay unos límites, de respeto y de seguridad que hay que cumplir. Pero en principio hay una gran libertad. Pasamos a un contexto en el que hay unas normas muy claras y muchas normas. Estar en un espacio interior nos impone paradójicamente más normas que estar en el exterior. Hay muchas cosas que no podemos hacer cuando estamos en un grupo grande de gente en un espacio pequeño, hay muchas más normas de convivencia. Y esto cuesta un poquito. Pero, ¿qué sucede? que estos proyectos de educación en la naturaleza suelen tner ratios muy bajas, nosotros andamos en 18 niños por 3 adultos, lo que hace que el acompañamiento emocional sea muy intenso y muy cercano. Son niños que tienen mucha capacidad de expresar sus necesidades, de expresar sus inquietudes, y por tanto esa transición tan brusca que puede parecer entrar en Primaria, ellos la gestionan bien porque hablan del tema, manifiestan sus dificultades, piden ayuda, no solo a sus padres, a compañeros, a los adultos que están en el colegio, no tienen esa dificultad en acercarse a personas supuestamente superiores en jerarquía. No sienten esa barrera que podemos sentir a lo mejor si llevamos un tiempo en una institución escolar. Además son niños que a través de esa exploración libre que han ido haciendo durante esos 3 años que han pasado en la escuela al aire libre, tienen una grandísima inquietud por aprender, porque no está esperando a que nosotros les contemos algo, sino que ellos general el conocimiento que necesitan para lo que estén haciendo en ese momento. Exploran, indagan, buscan, no están sentados esperando a que pasemos a la página 25. Ellos van a la página 25 cuando lo necesitan. Los maestros aprecian mucho en general esa sed de conocimiento, esas ganas de aprender, ese ímpetu… Ese sería el lado bueno.

La pandemia sí que ha dejado ese poso de aprovechar el exterior para las clases en la escuela ordinaria

Claro, decías antes que era un modelo que se expandía poco, el de la educación al aire libre, y es verdad que es difícil, son proyectos pequeños, económicamente difíciles de sostener, al final son las familias quienes los sostienen, están donde están, con lo cual hay familias que no pueden acceder por distancia física, y sin embargo para mi el futuro de este enfoque no está tanto en este tipo de escuelas, sino en que esa mirada del cole se impone a las escuelas de paredes y techo y que las paredes se permeabilicen con el exterior, que sea más permeable la entrada y la salida al interior y al exterior. No pasa nada por estar dentro del aula, pero vamos a salir más, vamos a estar en conexión con el exterior, vamos a no solo usar el exterior solo como patio de recreo, o de descanso, sino también impartir clases, hacer exámenes, lo que cada docente considere.

Creo que eso sí que ha ocurrido

Sí ese pasito sí se ha dado. Esto ha sido un regalo, digamos, de la pandemia, con todas las comillas del mundo.

La clave, como tú dices en tu libro, es dejar mejores personas para un mundo mejor.

Exactamente. Cuando estamos al aire libre, en la naturaleza, tenemos experiencias que nos vinculan con ella. Y cuanto más tiempo estemos, más probabilidad de que sucedan cosas que nos generen vínculos con el lugar en el que estamos. Ves un insecto, se te posa un pajarito, ves un arcoiris, sientes el viento, muchas cosas maravillosas que te pueden suceder, y cosas no tan maravillosas, que no esperes que te vaya a llover y que te empapes y pases frío. Todas estas experiencias hacen que se genere un vínculo emocional muy fuerte con el lugar en el que nos ha sucedido, cualquiera que piense en sus recuerdos en la infancia, es muy probable que recuerde más este tipo de cosas, a una tarde frente a la TV. Estos recuerdos que vamos generando lo que van a hacer es reforzar el amor o el afecto emocional por ese lugar donde sucedieron. Por tanto vamos a querer protegerlo.