Consignas del Campamento y Colonias II. LAS CUATRO VIDAS Y LA EDUCACIÓN I

Sorprende la afirmación: «cuatro vidas tiene el hombre» y, sin embargo, es cierta, aunque el cultivo de las cuatro vidas no esté, hoy, muy de moda. En la actualidad, para la inmensa mayoría de los padres y de los gobiernos, es obvio, que tienen que cuidar la primera: la vida física de los chavales, y raro es el chico o la chica que no se ve alentado por su familia a cuidar de su alimentación, descanso e higiene y ocupado en la práctica de algún deporte.

Es importante que los hijos crezcan sanos y fuertes.

Hace años, cuando la práctica deportiva no era tan frecuente y no había tantos medios para realizarla, ésta era una asignatura que muchos echaban en falta en la educación escolar.

La alimentación sana y abundante siempre ha sido una preocupación constante de los padres, que la resolvían lo mejor que podían, de acuerdo con sus posibilidades económicas. Hoy, gracias a Dios, en general, para la mayoría de la población de nuestro país, no es un gran problema. Si lo es, una alimentación inadecuada que hace que el sobrepeso sea un grave problema por el abuso de ciertos alimentos y también por la falta de la práctica de algún deporte.

Lo que ya a nadie le cabe duda es el tema de la higiene, y, aunque, a menudo, hay que pelear con los chavales para que se cepillen los dientes y para que se duchen, parece cierto que ellos mismos están convencidos de lo necesario que es para su salud física practicar con regularidad las normas de higiene.

Además, el culto al cuerpo está de moda y pegan muy mal unas zapatillas de marca, unas sudaderas llamativas, con un cuerpo desaliñado, sucio y poco deportivo. Todo eso está muy bien, hemos progresado y tenemos unos chavales -chicos y chicas- que en general,  da gozo verlos.* Atención al incremento en nuestro país de la pobreza infantil.

La segunda de las vidas, la intelectual, no le va a la zaga y, a pesar de que los planes de estudio no son del agrado de todos, y de que algunos opinan que los chavales no están tan preparados como antes, todo el mundo está de acuerdo con que los chicos tienen que estudiar. Por otra parte los chicos son mas despiertos -¿será la «Tele»?-.

Las actividades extraescolares desarrollan valores y capacidades a los que sus padres no tuvieron acceso. La informática y esa rara habilidad para manejar todo tipo de artilugios electrónicos merece la admiración de los mayores.

De todas las maneras, ésta es una preocupación constante y prioritaria de los padres y de los gobiernos, que quieren preparar a los chicos con unos conocimientos y títulos que les permitan salir adelante, en un mundo cada vez más competitivo. Por cierto, no nos olvidemos de mencionar la necesidad del conocimiento de idiomas, hoy casi tan imprescindible como lo era antes saber la famosa tabla de multiplicar, que aprendíamos, incluso, cantando.* Atención al abuso de las nueva tecnologías que crean problemas Psicológicos y de comportamiento importantes.

La tercera vida, la vida de la voluntad, del autodominio, de la formación del carácter y de la personalidad, sin embargo, no está tan atendida. La vida de la voluntad -como todo lo que tiene vida-  también precisa de alimentarse y crecer.

Ayudar a enreciar la voluntad de los chavales es una necesidad, y educar el carácter, un deber. La ausencia de creencias quita a los hombres el gran elemento motivador que forja la voluntad.

Tenemos chicos y chicas sanos e inteligentes, pero muchos de ellos son caprichosos, débiles e inconstantes y, a pesar de todo el esfuerzo que hacemos, no entendemos el por qué del fracaso escolar -que va en aumento-, y tampoco cómo es posible que, con los magníficos sentimientos que tienen -preocupados y solidarios con el tercer mundo y la ecología- se manifiesten caprichosos y egoístas con los padres y abuelos, y muy poco generosos con los demás.

A veces, nos echamos la culpa y decimos «les consentimos demasiado»; quizás les protegemos en exceso y no tenemos en cuenta que «toda ayuda innecesaria es una limitación para el que la recibe». Tener buenos sentimientos pero sin fuerza de voluntad para vencer las dificultades que, sistematicamente, obstaculizan que esos sentimientos se conviertan en actos,o bien, que se desarrollen sentimientos y hábitos que les autodestruyen.* Frecuentemente les llevan a la pérdidad de la autoestima y al suicidio.

Por último la cuarta vida:de las ideas y creencias. Asunto éste de interés y de pura coherencia lógica. No podemos, -en España y desde hace ya muchos años- la mayoría lo hace-  bautizar a un chaval, luego permitirle hacer la Primera Comunión,  incluso, llevarle a un colegio religioso y, luego, dejarlo solo, sin ayudarle con una buena formación, sin alimentar la vida de sus creencias, con lo que no sabe a que atenerse y vive con y como sus padres su desinterés por las mismas.*

Respecto a la cuarta vida, ése es un problema de Fe. Si piensan que no deben bautizarlos porque ellos no son creyentes, me parece lógico, y que, cuando sean mayores, decidan por sí mismos. Pero, si conviven con niños y personas de las ideas y creencias cuales sean, ¿no será mejor que lo hagan con niños y personas que sean coherentes con sus creencias? ¿Acaso no queremos que ellos sean consecuentes con sus convicciones?

Qué duda cabe que cuando sea mayor se planteará su Fe.Eso lo hemos hecho todos. Entonces tendrá que elegir. No creer es  tener Fe en que Dios no existe o que se llama Alá, o Buda, o…la casualidad…y eso, no deja de ser una FE. Pero, ¿qué puede elegir quién no conoce, o, lo que es peor, tiene una visión deformada -por insuficiente- de su religión y de su Dios?

Las ideas y crencias son una opción que toman los padres, para sus hijos, cuando tratan con ellos; de la misma manera que, cuando nacen, se comprometen a desarrollar las otras tres vidas y, si no lo hacen -porque no quieren- incurren en grave responsabilidad.

Existe -hoy- miedo a las sectas, y hay que tener mucho cuidado con la influencia que reciben los muchachos. Por eso, hay que enterarse de a dónde van los chavales y con quién. Nadie, en su sano juicio, mandaría a sus hijos a un colegio sectario, de la misma manera que no los llevaría a un restaurante donde los pudieran envenenar, pero a nadie se le ocurre dejar a sus hijos sin comer por si acaso.