El PP gana cuando suma

La Convención del Partido Popular terminó ayer en Valencia con una imagen histórica para esta formación: la de un lleno total de la plaza de toros valenciana que tantas veces anunció éxitos electorales de los populares. Pablo Casado ha terminado la Convención con los deberes hechos y bien hechos. La polémica previa sobre el liderazgo en Madrid alimentó las ilusiones de quienes confiaban en que esta semana de gira por España fuera un calvario para el presidente del PP. Incluso entre sus filas no faltaban quienes temían que una sucesión de actos públicos, confrontado con presidentes autonómicos ya cuajados en el ejercicio del poder, expusiera una supuesta debilidad de Casado como líder de su partido. Todos los ojos estaban puestos en Isabel Díaz Ayuso, cuyo éxito en Madrid se interpretó como una amenaza contra Casado, y no como un éxito suyo por haber apostado por ella para el gobierno de la comunidad madrileña. Díaz Ayuso llegó a la Convención a hacer lo que le correspondía: apostar por Madrid, como su futuro político personal, y apostar por Pablo Casado, como futuro presidente del Gobierno.

Estos actos de partido buscan, ante todo, la cohesión interna y el respaldo al líder. Sin ambas condiciones, no hay partido que gane unas elecciones y, menos aún, que forme gobierno. Tampoco hay partido que, sin unidad y dirección, genere suficiente confianza puertas afuera de sus votantes tradicionales. Más allá del baño de autoestima, la Convención del PP ha dado la imagen de un partido que está en buenas condiciones políticas, que gobierna bien a muchos millones de españoles y que las encuestas sitúan por delante del PSOE. Frente al espectáculo de descoordinación y enconamientos internos en el gobierno de Pedro Sánchez, el ciudadano apreciará ante todo una alternativa que no cause más problemas, que ofrezca sentido común y que tenga la experiencia de sacar al país de las crisis que, cíclica e inexorablemente, dejan los gobiernos socialistas. Con un discurso movilizador que recordaba al que le catapultó a la presidencia del PP tras las primarias de 2018, Casado puso a su partido en tensión para recuperar La Moncloa. Pudiera parecer un objetivo a largo plazo, pero no lo es para los populares, a los que les espera recuperar su gran activo político, que es el liderazgo del centro derecha español. Cuando el PP ha sumado todo lo que está a la izquierda del PSOE, ha ganado. Ese fue el planteamiento fundacional del PP en 1990, de la mano de José María Aznar, y a él debe volver el PP para ganar a la coalición de izquierdas y nacionalismos que ideó Rodríguez Zapatero en 2003 y que Pedro Sánchez está alimentando día tras día, a costa de la estabilidad del país.

Es evidente que el PP tiene en Cataluña y el País Vasco dos retos decisivos para afrontar con cierta seguridad una victoria electoral. Por eso la reunificación del centro derecha encuentra en estas Comunidades Autónomas su mayor justificación, pero ni solo allí es necesaria, ni esa reunificación debe hacerse a costa de los principios del liberalismo conservador del PP. Este partido ha sido una exitosa formación de gobierno cuando ha aplicado el reformismo moderado, sin estridencias, a las instituciones, a la economía y a los servicios públicos. La cantinela de la izquierda con su superioridad moral en políticas sociales no aguanta un minuto de comparación con los gobiernos del PP, con estadísticas oficiales en la mano. Tampoco seguir los cantos de sirena de la derecha representada por Vox llevarán al PP a sumar votos. Pero de las rentas ya no se vive, y nada sería más peligroso para el PP que caer en un exceso de confianza por los errores diarios del gobierno de Sánchez.