Magnificat
Proclama mi alma
la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios
mi salvador;
porque ha mirado la humillación
de su esclava.
Desde ahora me felicitarán
todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho
obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
Dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos
los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometio a nuestros
padres-
en favor de Abrahan
y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo
y al Espíritu Santo.
Como era en un principio,
ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén
Bajo Tu Protección
Bajo tu amparo nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos
en nuestras necesiddes;
antes bien, líbranos siempre
de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!
Benedictus
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado
y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza
de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho
desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra
de nuestros enemigos
y de la mano de todos
los que nos odian;
realizando la misericordia
qe tuvo con nuestros padres
recordando su santa alianza
y el juramento que juró
a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que,
libres de temor,
arrancados de la mano
de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia,
todos nuestros días.
Y a tí, niño,
te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia
de nuestro Dios,
nos visitará el sol
que nace de lo alto,
para iluminar
a los que viven en tinieblas
y en sombra de muuerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, al Hijo,
y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
por los siglos de ls siglos.
Amén.
Te Deum
A tí, oh Dios, te alabamos,
a tí, Señor, te reconocemos.
A tí, eterno Padre,
te venera, toda la creación.
Los ángeles todos,
los cielos
y todas las potestades te honran.
Los querubines y serafines
te cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor,
Dios del universo.
Los cielos y la tierra
están llenos de la majestad
de tu gloria.
A tí te ensalza
el glorioso coro de los apóstoles,
la multitud admirable
de los profetas,
el blanco ejército de los mártires.
A tí la Iglesia Santa,
extendida por toda la tierra,
te proclama:
Padre de inmensa majestad,
Hijo único y verdadero,
digno de adoración,
Espíritu Santo, Defensor.
Tú eres el Rey de la gloria, Jesús.
Tú eres el Hijo único del Padre.
Tú, para liberar al hombre,
aceptaste la condición humana
sin desdeñar el seno de la Virgen.
Tú, rotas las cadenas de la muerte,
abriste a los creyentes
el Reino del Cielo.
Tú te sientas a la derecha de Dios
en la gloria del Padre.
Creemos que un día
has de venir como juez.
Te rogamos, pues,
que vengas en ayuda de tus siervos,
a quienes redimiste
con tu preciosa sangre.
Haz que en la gloria eterna
nos asociemos a tus santos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice tu heredad.
Sé su pastor
y ensálzalo eternamente.
Día tras día te bendecimos
y alabamos tu nombre par siempre,
por eternidad de eternidades.
Dígnate Señor, en este día
guardarnos del pecado.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor,
venga sobre nosotros,
como lo esperamos de Tí.
En Tí, Señor, confié,
no me veré defraudado
para siempre.