Las expresiones de la Oración. El Combate de la Oración.

La oración vocal asocia el cuerpo a la oración interior del corazón; incluso quien practica la más de las oraciones no podría prescindir del todo en su vida cristianna de la oración vocal.  En cualquier caso, ésta debe brotar siempre de una fe personal. Con el Padrenuestro, Jesús nos ha enseñado una fórmula perfecta de oración vocal.

La meditación es una reflexión orante, que parte, sobre todo, de la Palabra de Dios, en la Biblia; hace intervenir a la inteligencia, la imaginación, la emoción, el deseo, para profundizar nuestra fe, convertir el corazón y fortalecer la voluntad de seguir a Jesús; es una etapa preliminar hacia la unión de amor con el Señor.

La oración contemplativa es una mirada sencilla a Dios en el silencio y el amor. Es un don de Dios, un momento de fe pura, durante el cual el que ora busca a Jesús, se entrega a la voluntad amorosa del Padre y recoge su ser bajo la acción del Espíritu. Santa Teresa de Jesús la define como una íntima relación de amistad: «Estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama».

La oración es un don de la gracia, pero presupone siempre una respuesta decidida por nuestra parte, pues el que ora combate contra sí mismo, contra el ambiente y, sobre todo, contra el Tentador, que hace todo lo posible para apartarlo de la oración. El combate de la oración es inseparable en el progreso de la vida espiritual: Se ora como se vive, porque se vive como se ora.

Además de los conceptos erróneos de la oración, muchos piensan que no tienen tiempo para orar o que es inútil orar. Quienes oran pueden desalentarse frente a las dificultades o los aparentes fracasos. Para vencer estos obstáculos son necesarias la humildad, la confianza y la perseverancia.

La dificultad habitual para la oración es la distracción que separa de la atención a Dios, y puede incluso descubrir aquello a lo que realmente estamos apegados. Nuestro corazón debe entonces volverse a Dios con humildad. A menudo la oración se ve dificultada por la sequedad, cuya superación permite adherirse en la fe al Señor incluso sin consuelo sensible. La acedía es una forma de pereza espiritual, debida al relajamiento de la vigilancia y al descuido de la custodia del corazón.

La confianza filial se pone a prueba cuando pensamos que no somos escuchados. Debemos preguntarnos, entonces, si Dios es para nosotros un Padre cuya voluntad deseamos cumplir, o más bien un simple medio para obtener lo que queremos. Si nuestra oración se une a la de Jesús, sabemos que El nos concede mucha más que este o aquel don, pues recibimos al Espíritu Santo que transforma nuestro corazón.

Orar es siempre posible, pues el tiempo del cristiano es el tiempo de Jesús resucitado, que está con nosotros «todos los días» (Mt28,20). Oración y vida cristiana son, por ello, inseparables.

Se llama la oración de la Ora de Jesús a la oración sacerdotal de Jesús en la Útima Cena. Jesús, Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, dirige su oración al Padre cuando llega la Hora de su «paso» a Dios, la Hora de su Sacrificio.