La regulación de la natalidad, que representa uno de los aspectos de la paternidad y de la maternidd responsables, es objetivamente conforme a la moralidad cuando se lleva a cabo por los esposos sin imposiciones externas; no por egoísmo, sino por motivos serios; y con métodos conformes a los criterios objetivos de la moralidad, esto es, mediante la continencia periódica y el recurso a los periodos de infecundidad.
Si bien la sociedad de bienestar empuja a vivir con comodidad y los medios de comunicación bombardean con sus ofertas proyectos muy atrayentes, que hacen dificil renunciar a ello. A pesar de todo, no faltan familias cristianas que buscan con sacrificio y generosidad tener más hijos, viviendo su amor a Dios y a los hombres con un montón de hijos.
Es intrinsicamente inmoral toda acción como por ejemplo, la esterización directa o la contraconcepción, que, bien en previsión del acto conyugal o en su realización, o bien en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, impedir la procreación.
La inseminación y la fecundación artificial son inmorales, porque disocian la procreación del acto conyugal con el que los esposos se entregan mutuamente, instaurando así un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Además, la inseminación y la fecundación heterólogas, mediante el recurso a técnicas que implican a una persona extraña a la pareja conyugal, lesiona el derecho del hijo a nacer de un padre y de una madre conocidos por él, ligados entre sí por matrimonio y poseedores exclusivos del derecho a llegar a ser padre y madre solamente el uno a través del otro.
El hijo es un don de Dios, el don más grande dentro del Matrimonio. No existe el derecho a tener hijos («tener un hijo sea como sea»). Si existe, en cambio, el derecho del hijo a ser fruto del acto conyugal de sus padres, y también el derecho a ser respetado como persona desde el momento de su concepción.
Cuando el don del hijo no les es concedido, los esposos, después de haber agotado todos los legítimos recursos de la medicina, pueden mostrar su generosidad mediante la tutela o la adopción, o bien realizando servicios significativos en beneficio del prójimo. Así ejercen una preciosa fecundidad espiritual.
Las ofensas a la dignidad del Matrimonio son las siguientes: el adulterio, el divorcio, la poligamia, el incesto, la unión libre (convivencia, concubinato) y el acto sexual antes o fuera del Matrimonio.
Hay que entender que el matrimonio es un proyecto de amor y sólo cuando el egoísmo de unos y las dificultades económicas y sociales de otros lo hacen muy complicado por eso, el triunfo del amor hará crecer y ser felices a las personas y el progreso de nuestra sociedad.