Valores familiares XI: Entusiasmo y Carisma

Escribía Gregorio Marañón, el ilustre médico y humanista español, de mediados de siglo, que hay vocaciones que solo pueden realizarse plenamente, si van acompañadas del correspondiente entusiasmo por parte de quien las ejerce. Señalaba también que para mostrar entusiasmo hay que tener gracia, habilidad, o sea carisma. Y para ser más preciso, ponía como paradigmas de dicho encuentro las profesiones de maestro, sacerdote y médico, diciendo de ellas, que si se ejercen bien, es porque nacen de la gracia y del entusiasmo que tal gracia genera. No es concebible un maestro sin amor a los alumnos, un sacerdote sin sentido por lo santo, ni un médico que no se incline ante el enfermo.

Leyendo en estos días un texto de Tony Alessandra, que lleva por titulo “Carisma” y por subtítulo “Siete claves para desarrollar el magnetismo que lleva al éxito”, se me vino a la memoria el memorable texto del humanista y médico Marañón, al encontrar entre las claves del actual, los mismos argumentos del ya clásico, aunque aun moderno doctor moralista.

Carisma y entusiasmo, de alguna manera se identifican en aquellas personas que tienen clara vocación para algo. Tienen entusiasmo las personas que gozan con lo que hacen y justamente gozan porque tienen habilidad o gracia para hacerlo.

En el mundo hiper-competitivo en que hoy nos desvivimos, cada vez es más frecuente la recurrencia teórica y práctica al desarrollo efectivo de cuotas de optimismo, actitud positiva, es decir entusiasmo, así como a la proyección de las habilidades congénitas.

Entre los buenos consejos que el autor de “Carisma” propone al lector, me parecen particularmente interesantes los tres siguientes: En primer lugar recomienda mostrar una imagen de sí mismo silenciosa y amable. No son las palabras las que más comunican, sino más bien los gestos, la sonrisa, y toda otra forma que demuestre amabilidad y cariño.

En segundo lugar hay que hablar bien para que la comprensión sea plena. Un lenguaje atropellado, demasiado parsimonioso, oscuro, grosero, no tendrá nunca un buen retorno. Hablar claro, suave, con palabras apropiadas, con el acento preciso es un buen camino para enlazar con el otro.

Finalmente, el autor recomienda escuchar al otro sin distraerse, mirándole a los ojos, prestándole toda la atención posible. Las personas que tienen esta costumbre, suelen ser enormemente atractivos para sus interlocutores. Lo contrario es evidentemente una señal de poco interés, de superficialidad, de lejanía.

Todos buscamos hoy mejorar imagen, desarrollar las capacidades que nos llevan a un mejor estado de ánimo, a una mayor eficacia de nuestra relación. Creo que la combinación de consejos que vienen de estos dos “maestros” de la ética, pueden servirnos.

Carisma y entusiasmo, uno y otro, ambos respaldándose en nuestra gestión, nos harán crecer en tranquilidad. Y ese será nuestro mayor éxito.

Y por si nos quedara duda, podemos recordar que el sentido originario de las palabras es profundamente clarificador. Carismático es el que goza de una gracia singular, de un don divino, mientras el entusiasta es una persona que “está en Dios”, algo así como un ser penetrado de luz y felicidad. O sea, con la gracia de ENTUSIASMO Y CARISMA

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