Los partidos de la oposición: más divididos, del ‘sorpasso’ a la absorción

Agitados, divididos, enfrentados. Adjetivos tradicionales para describir las relaciones en la izquierda son hoy indispensables para abordar la situación del espacio de centroderecha. Como si, irónicamente, se hubieran intercambiado los papeles. PSOE y Unidas Podemos cerraban el año presumiendo de un bloque parlamentario unido y sólido, pese a sus diferencias, mientras que enfrente las disputas se encarnizaban. PP, Vox y Cs están enzarzados en fuertes hostilidades y tienen estrategias dispares, que presentan una oposición poco cohesionada y débil.

La situación se ha retorcido en un año y ha dejado en el olvido el entendimiento que en 2019 fraguaron gobiernos autonómicos (Andalucía, Madrid, Murcia…) y municipales (Madrid y otras ciudades). Aquel consenso es ahora difícil porque dos hitos lo han revuelto todo.

El primero fue la llegada de Inés Arrimadas a la presidencia de Cs. «Se descuelga de la foto de Colón y de la estrategia del bibloquismo. Empieza a tener un cierto diálogo con el PSOE para romper con la estrategia de Rivera y tener su propio estilo. Cuando empieza a interlocutar hay algo que se rompe», analiza Verónica Fumanal, experta en comunicación política y autora del libro Comunicación para liderar.

Este reposicionamiento ante el estado de alarma y los Presupuestos cambia el tablero. «Para el PP, Cs ya no es una muleta fiel, como lo es Podemos para el PSOE, porque visibiliza la posibilidad de pactar con unos y otros, como Rivera al principio. Es el primer desgajamiento del bibloquismo cohesionado».

El segundo hito fue el discurso de Pablo Casado en la moción de censura y su ruptura con Vox con aquel «hasta aquí hemos llegado». «Necesitaba darle vigor al PP, ganar su liderazgo defendiendo el partido y lo hizo reivindicándolo frente a Vox», explica Javier Redondo, profesor de Políticas en la Universidad Francisco de Vitoria.

La ruptura del PP con Vox y el giro de Arrimadas rompen la unidad de bloque

Las frases de Casado fueron cañonazos contra Vox. «Sólo ofrece a España fracturas, derrotas y enfados. Pero lo que es aún peor: ofrece a la izquierda una garantía de victoria perpetua», le dijo a Abascal. Las consecuencias fueron la voladura de los puentes, el deterioro de la relación entre ambos -que en el pasado salvó momentos muy complicados en las investiduras, fue cordial- y, con todo, el regreso a una beligerancia total.

Pese a todo lo anterior, los politólogos coinciden en señalar que los tres partidos están condenados a entenderse si quieren desplazar a PSOE-Podemos y gobernar, porque el eje ideológico está «más presente que nunca» a raíz de la polarización. «La izquierda y la derecha son bloques cohesionados y la polarización hace que el trasvase de voto sea tan nulo que los partidos de cada bloque se fagocitan entre ellos. Son vasos comunicantes», explica Fumanal.

Enrique Cocero, consultor político de 7-50 Strategy, remarca lo mismo en su análisis. «Las cosas no se mueven», subraya, no hay trasvase de votantes entre los dos bloques y por eso asistimos a un momento en el que los partidos «hablan a su audiencia más acérrima», es decir, sólo quieren «agarrar a su base». Es por eso, explica Cocero, que el PSOE alimente la espiral «tirando pelotas por encima del PP hacia Vox», sabiendo que los de Abascal van a entrar en el debate y que así van a forzar al PP a posicionarse para luego acusarle de estar alineados con Vox y ser iguales.

Con los bloques estancos, el PP decidió en otoño desechar su idea de buscar una coalición con Cs, la plataforma de España Suma, para lanzarse hacia la estrategia de absorción, aprovechando el momento de debilidad del partido naranja. Las elecciones catalanas son el comienzo de esa carrera por la reunificación. Así, la cita del 14 de febrero podría tener una importancia capital para la reconfiguración del espacio, porque si Cs obtuviera un mal resultado -cualquiera que suene a derrota o debacle-, acarrearía acelerar el proceso. No en vano, Cataluña representa simbólicamente el fortín de Cs y el capital político de Arrimadas.

Redondo destaca que la «tendencia» iniciada por el PP para buscar la reunificación es «por el centro y hacia la derecha», como hizo Aznar. Y avisa de que las catalanas medirán los tiempos y la capacidad de resistencia de Cs a la maniobra. Cocero y él señalan también que el PP no está en condiciones de plantear la misma jugada con Vox porque se ha producido una «diferenciación» de proyectos. Por lo que ambos auguran que estarán condenados a entenderse.

La polarización impide el trasvase de votos entre izquierda y derecha

Para Redondo la marcha de Lorena Roldán, la ex portavoz de Cs en el Parlament, a la lista del PP es muy reveladora. «Primero se da un movimiento de votantes, luego de bases que buscan hacer carrera y, por último, de cuadros. Es en ese momento cuando se enciende la luz roja y un partido se puede comer a otro», explica. Además, Cs cuenta con una doble amenaza por su especificidad, y es que puede perder figuras a izquierda o derecha. Por lo que cualquier proceso de absorción sería en su caso mucho más rápido.

Arrimadas busca el centro porque por la derecha «el mercado está cerrado», pero Redondo avisa de una paradoja. «Los votos que le quedan a Cs son los votos de la negación absoluta de Sánchez, por eso es una posición muy arriesgada porque aunque adopta una postura natural para Cs, de poder llegar a acuerdos a ambos lados, los pocos votos que le quedan son los de un arraigado antisanchismo». De ahí que opine que, aunque recupere votos del PSOE o la abstención, la situación es delicada.

Por otra parte, hay una circunstancia que nubla el futuro en el centroderecha y es la certeza de que sus partidos necesitarán de una mayoría absoluta para gobernar. Al meter a Vox en esa ecuación, los nacionalistas que han sido llave en el pasado –PNV o la antigua CiU– salen de la suma. Un rechazo que, además, es recíproco por Vox.

Así lo resume Fumanal: «Mientras Vox siga vetando al nacionalismo moderado como articulador de mayorías de centroderecha, la derecha de este país tiene muy complicado volver a gobernar porque no se está ampliando la base de votos, sino que se están cohesionando las filas en la izquierda y la derecha». La única alternativa sería la mayoría absoluta, que también es muy difícil por la división del voto, que la ley electoral castiga severamente. Esto es aún más penalizador en las provincias rurales, justo donde el centroderecha tiene más votos.