De Cades al Arnón. Conquista del reino de Sijón. Conquista del reino de Og.

De Cades al Arnón.

Luego nos volvimos y partimos hacia el desierto, por el camino del mar de Suf, como Yahvé me había mandado. Durante mucho tiempo anduvimos rodeando la montaña de Seír. Yahvé  me dijo: «Ya habéis dado bastantes rodeos a esta montaña: dirigíos hacia el norte. Y da al pueblo esta orden: Vais a pasar por el territorio de vuestros hermanos, los hijos de Esaú, que habitan en Seír. Os tendrán miedo, pero tened mucho cuidado; no los ataquéis, porque yo no os daré nada de su tierra, ni siquiera lo de la planta del pie, ya que la montaña de Seír se lo he dado en posesión a Esaú. La comida que comáis se la compraréis por dinero, y por dinero les compraréis también el agua que bebáis. Pues Yahvé tu Dios te ha bendecido en todas tus empresas: ha protegido tu marcha por este gran desierto, y hace ya cuarenta años que Yahvé tu Dios está contigo sin que te haya faltado nada.»

Pasamos, pues, al lado de nuestros hermanos, los hijos de Esaú que habitan en Seír, por el camino de la Arabá, de Elat y de Esión Guéber; después cambiando de rumbo, tomamos el camino del desierto de Moab. Yahvé me dijo: «No ataques a Moab, no le provoques al combate, pues yo no te daré nada de su tierra, ya que Ar se la he dado en posesión a los hijos de Lot. (Antiguamente habitaban allí los emitas, pueblo grande, numeroso y corpulento como los anaquitas. Tanto a ellos como a los anaquitas se los tenía por refaítas, pero los moabitas los llamaban emitas. Igualmente en Seír habitaron antiguamente los joritas, pero los hijos de Esaú los desalojaron, los exterminaron y se establecieron en su lugar, como ha hecho Israel con la tierra de su posesión, la que Yahvé les dio.) Y ahora, levantaos y pasad el torrente Zéred.»

Pasamos pues el torrente Zéred. El tiempo que estuvimos caminando desde Cadés Barnea hasta que pasamos el torrente Zéred fue de 38 años; hasta que desapareció del campamento toda la generación de hombres de guerra, como Yahvé les había jurado. La mano misma de Yahvé había caído sobre ellos para exterminarlos del campamento hasta acabar con ellos.

Cuando la muerte había hecho desaparecer del pueblo a todos los hombres de guerra, Yahvé  me dijo: «Vas a cruzar hoy la frontera de Moab, por Ar, y vas a encontrarte con los hijos de Amón. No los ataques ni les provoques; pues yo no te daré nada de la tierra de los hijos de Amón, ya que se lo he entregado a los hijos de Lot en posesión. (También éste era considerado país de refaítas; los refaítas habitaron aquí antiguamente; y los amonitas los llamaban zanzumitas, pueblo grande, numeroso y corpulento como los anaquitas; Yahvé los exterminó al llegar los amonitas, que los desalojaron y se establecieron en su lugar; así había hecho también en favor de los hijos de Esaú, que habitaban en Seír, exterminando al llegar  ellos a los joritas; aquéllos los desalojaron y se establecieron en su lugar hasta el día de hoy.
Y también a los avitas, que habitan en los campos hasta Gaza; los caftoritas, venidos de Caftor, los exterminaron y se establecieron en su lugar). Levantaos, partid y pasad el torrente Arnón. Mira, yo pongo en tus manos a Sijón, el amorreo, rey de Jesbón, y todo su país. Comienza la conquista; provócale al combate. Desde hoy comienzo a infundir terror y miedo de ti entre todos los pueblos que hay debajo del cielo: al tener noticia de tu llegada temblarán todos y se estremecerán.»

Conquista del reino de Sijón.

Del desierto de Quedemot envié mensajeros a Sijón, rey de Jesbón, con estas palabras de paz: «Voy a pasar por tu país; seguiré el camino sin desviarme a derecha ni a izquierda. La comida que coma véndemela por dinero, el agua que beba dámela por dinero; sólo deseo pasar a pie, como me lo han permitido los hijos de Esaú que habitan en Seír y los moabitas que habitan en Ar, hasta cruzar el Jordán para ir hacia la tierra que nos da Yahvé nuestro Dios.» Pero Sijón, rey de Jesbón, no quiso dejarnos pasar por allí porque Yahvé tu Dios le había empedernido el espíritu y endurecido el corazón, a fin de sometértelo, como sigue todavía hoy. Yahvé me dijo: «Mira, he comenzado a entregarte a Sijón y su país; empieza la conquista, apodérate de su territorio.» Sijón salió a nuestro encuentro con toda su gente, y nos presentó batalla en Yahás. Yahvé nuestro Dios nos lo entregó y le derrotamos a él, a sus hijos y a toda su gente. Nos apoderamos entonces de todas sus ciudades y consagramos al anatema toda ciudad: hombres, mujeres y niños, sin dejar superviviente. Tan sólo guardamos como botín el ganado y los despojos de las ciudades tomadas. Desde Aroer, al borde del valle del Arnón, y la ciudad que está en el valle, hasta Galaad, no hubo ciudad inexpugnable para nosotros; Yahvé nuestro Dios nos las entregó todas. Unicamente respetaste el país de los amonitas, toda la ribera del torrente Yaboq y las ciudades de la montaña, todo lo que Yahvé nuestro Dios nos había prohibido.

Conquista del reino de Og.

Luego torcimos y subimos camino de Basán. Og, rey de Basán, salió a nuestro encuentro con todo su gente y nos presentó batalla en Edreí. Yahvé me dijo: «No le temas, porque yo le he entregado en tus manos con toda su gente y su país. Harás con él lo que hiciste son  Sijón, el rey amorreo que habitaba en Jesbón.» Yahvé nuestro Dios entregó en nuestras manos también a Og, rey de Basán, con todo su pueblo. Le derrotamos hasta no dejarle ni un superviviente. Nos apoderamos entonces de todas sus ciudades; no hubo ciudad que no les conquistáramos: sesenta ciudades, toda la comarca de Argob, reino de Og en Basán,
plazas fuertes todas ellas, con altas murallas, puertas y cerrojos; sin contar gran número de ciudades de los perizitas. Las consagramos al anatema, como habíamos hecho con Sijón, rey de Jesbón; consagramos al anatema a toda ciudad: hombres, mujeres y niños; aunque guardamos como botín todo el ganado y los despojos de estas ciudades. Así tomamos entonces, de mano de los dos reyes amorreos, el país de Transjordania, desde el torrente Arnón hasta el monte Hermón (los sidonios llaman al Hermón Sarión, y los amorreos lo llaman Sanir): todas las ciudades de la Altiplanicie, todo Galaad y todo Basán hasta Salcá y Edreí, ciudades del reino de Og en Basán. (Og, rey de Basán, era el último superviviente de los refaítas: su lecho es el lecho de hierro que se halla en Rabá de los amonitas, de nueve codos de largo por cuatro de ancho, en codos corrientes).