Derechos de los sacerdotes.
Dijo Yahvé a Aarón: «Yo te doy el ministerio de lo que se reserva para mí. Todo lo consagrado por los israelitas te lo doy a tí y a tus hijos, como porción tuya, por decreto perpetuo. Esto es lo que será tuyo de las cosas sacratísimas, apartadas del fuego: todas las ofrendas que me restituyan los israelitas, como oblación, como sacrificio por el pecado, o como sacrificio de reparación, son sacratísimas: serán para ti y para tus hijos. De las cosas sacratísimas os alimentaréis. Todo varón lo podrá comer. Lo considerarás como cosa sagrada. También te pertenecerá la ofrenda reservada de todo lo que los israelitas entreguen como ofrenda de balanceo; te lo doy a ti y a tus hijos y a tus hijas por decreto perpetuo. Cualquiera que esté puro en tu casa lo podrá comer. Todo lo mejor del aceite y la flor del mosto y del trigo, las primicias que ofrezcan a Yahvé, te las doy a ti. Los primeros productos que lleven a Yahvé, de todo lo que produzca su tierra, serán para ti. Todo el que esté puro en tu casa lo podrá comer.
Cuanto caiga bajo el anatema en Israel, será para ti. Todo primogénito de cualquier especie, hombre o animal, que se presente a Yahvé será para ti. Pero harás rescatar al primogénito del hombre y harás también rescatar al primogénito de animal impuro. Los harás rescatar al mes de nacidos, según tu valoración, por cinco siclos de plata, siclos del santuario, que son de veinte óbolos. Pero al primogénito de vaca, o de oveja, o de cabra, no lo rescatarás: es sagrado. Derramarás su sangre sobre el altar y su grasa la harás arder como manjar abrasado de calmante aroma para Yahvé.
Su carne será para ti, así como el pecho del rito del balanceo y la pierna derecha. Todo lo reservado de las cosas sagradas que los israelitas reservan a Yahvé, te lo doy a ti y a tus hijos e hijas, por decreto perpetuo. Alianza de sal es ésta, para siempre, delante de Yahvé, para ti y tu descendencia.»
Derechos de los levitas.
Yahvé dijo a Aarón: «Tú no tendrás heredad ninguna en su tierra; no habrá porción para ti entre ellos. Yo soy tu porción para ti entre ellos. Yo soy tu porción y tu heredad entre los israelitas. A los hijos de Leví, les doy en herencia todos los diezmos de Israel, a cambio de su servicio: del servicio que prestan en la Tienda del Encuentro. Los israelitas no se volverán a acercar a la Tienda del Encuentro: cargarían con un pecado y morirían. Será Leví el que preste servicio en la Tienda del Encuentro: ellos cargarán con sus faltas. Es decreto perpetuo para vuestros descendientes: no tendrán heredad entre los israelitas, porque yo les doy en herencia a los levitas los diezmos que los israelitas reservan para Yahvé. Por eso les he dicho que no tendrán heredad entre los israelitas.
Los diezmos.
Dijo Yahvé a Moisés: «Habla así a los levitas: Cuando percibáis de los israelitas el diezmo que yo tomo de ellos y os doy en herencia, reservaréis de él la parte de Yahvé: el diezmo del diezmo. Equivaldrá a vuestra ofrenda reservada, lo mismo que el trigo tomado de la era y el mosto del lagar. Así también vosotros reservaréis previamente la reserva de Yahvé de todos los diezmos que percibáis de los israelitas. Se lo daréis como ofrenda reservada de Yahvé al sacerdote Aarón. De todos los dones que recibáis, reservaréis la reserva de Yahvé: lo mejor de todo lo consagrado. Les dirás: Una vez que hayáis reservado lo mejor, que equivale para los levitas al producto de la era y al producto del lagar, lo podréis comer, en cualquier lugar, vosotros y vuestras familias: es vuestro salario por vuestro servicio en la Tienda del Encuentro. No tendréis que cargar por ello con ningún pecado, pues antes habéis reservado lo mejor: así no profanaréis las cosas consagradas por los israelitas y no moriréis.»
Las cenizas de la vaca roja.
Dijo Yahvé a Moisés y a Aarón: «Este es uno de los preceptos de la ley, prescrito por Yahvé con estas palabras: Diles a los israelitas que te traigan una vaca roja, sin defecto, que no tenga manchas, y que no haya llevado yugo. Dádsela al sacerdote Eleazar. Que la saquen fuera del campamento y sea inmolada en su presencia. Entonces el sacerdote Eleazar untará su dedo en la sangre de la vaca y hará con la sangre siete aspersiones hacia la entrada de la Tienda del Encuentro. Luego será quemada la vaca en su presencia, con su piel, su carne, su sangre e incluso sus excrementos. Tomará el sacerdote leña de cedro, hisopo y grana, y la echará en medio de la hoguera de la vaca. El sacerdote purificará sus vestidos y se lavará el cuerpo con agua; luego podrá ya entrar en el campamento; pero será impuro el sacerdote hasta la tarde. El que haya quemado la vaca purificará sus vestidos con agua y lavará su cuerpo con agua; pero será impuro hasta la tarde. Un hombre puro recogerá las cenizas de la vaca y las depositará fuera del campamento, en lugar puro. Servirán a la comunidad de los israelitas para el rito de agua lustral: es un sacrificio por el pecado. El que haya recogido las cenizas de la vaca lavará sus vestidos y será impuro hasta la tarde. Este será decreto perpetuo tanto para los israelitas como para el forastero residente entre ellos.
Casos de impureza.
El que toque un muerto, cualquier cadáver humano, será impuro siete días. Se purificará con aquella agua los días tercero y séptimo, y quedará puro. Pero si no se ha purificado los días tercero y séptimo, no quedará puro. Todo el que toca un muerto, un cadáver humano, y no se purifica, mancha la Morada de Yahvé; ese individuo será excluido de Israel, porque las aguas lustrales no han corrido sobre él: es impuro; su impureza sigue sobre él.
Esta es la ley para cuando uno muere en la tienda. Todo el que entre en la tienda, y todo el que esté en la tienda, será impuro siete días. Y todo recipiente descubierto, que no esté cerrado con tapa o cuerda, será impuro. Todo el que toque, en pleno campo, a uno víctima de la espada, o a un muerto, o huesos de hombre, o una sepultura, será impuro siete días.
El ritual de las aguas lustrales.
Se tomará para el impuro ceniza de la víctima inmolada en sacrificio por el pecado, y se verterá encima agua corriente de una vasija. Un hombre puro tomará el hisopo, lo mojará en agua y rociará la tienda y todos los objetos y personas que había en ella, e igualmente al que tocó los huesos o al asesinado, o al muerto, o la sepultura. El hombre puro rociará al impuro los días tercero y séptimo: el séptimo día le habrá limpiado de su pecado. Lavará el impuro sus vestidos, se lavará con agua, y será puro por la tarde. Pero el hombre que quedó impuro y no se purificó, ése será excluido de la asamblea, pues ha manchado el santuario de Yahvé. Las aguas lustrales no han corrido sobre él: es un impuro.
Este será para vosotros decreto perpetuo. El que haga la aspersión con las aguas lustrales lavará sus vestidos, y el que haya tocado las aguas lustrales será impuro hasta la tarde.
Y todo lo que haya sido tocado por el impuro, será impuro; y la persona que le toque a él, será impura hasta la tarde.