V Etapas en el desierto

Taberá.

El pueblo profería quejas que sonaban mal a los oídos de de Yahvé, y Yahvé lo oyó. Se encendió su ira y ardió contra ellos un fuego de Yahvé y devoró una punta del campamento.
El pueblo clamó a Moisés, que intercedió ante Yahvé, y el fuego se apagó. Por eso se llamó aquel lugar Taberá, porque había ardido contra ellos el fuego de Yahvé.

Quibrot Hatava. Lamentos del pueblo.

La chusma que se había mezclado al pueblo se dejó llevar de su apetito. También los israelitas volvieron a sus llantos diciendo: «¿Quién nos dará carne para comer?
¡Cómo nos acordamos del pescado que comíamos de balde en Egipto, y de los pepinos, melones, puerros, cebollas y ajos! En cambio ahora nos encontramos débiles. No hay de nada. No vemos  más que el maná.» El maná era como la semilla del cilantro; su aspecto era como el del bedelio. El pueblo se dispersaba para recogerlo; lo molian en la muela o lo majaban en el mortero; luego lo cocían en la olla y hacían con él tortas. Su sabor era parecido al de una torta de aceite. Cuando, por la noche, caía el rocío sobre el campamento, caía también sobre él el maná.

Intercesión de Moisés.

Moisés oyó llorar al pueblo, a todas sus familias, cada uno a la puerta de su tienda. Se irritó mucho la ira de Yahvé. A Moisés le pareció mal, y le dijo a Yahvé: «¿Por qué tratas mal a tu siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, para que hayas echado sobre mí la carga de todo este pueblo? ¿Acaso he sido yo el que ha concebido a todo este pueblo y lo ha dado a luz, para que me digas: «Llévalo en tu regazo, como lleva la nodriza al niño de pecho, hasta la tierra que prometí con juramento a sus padres?» ¿De dónde voy a sacar carne para dársela a todo este pueblo, que me llora diciendo: Danos carne para comer? No puedo cargar yo solo con todo este pueblo: es demasiado pesado para mí. Si vas a tratarme así, mátame, por favor, si he hallado gracia a tus ojos, para que no vea más mi desventura.»

Respuesta de Yahvé.

Yahvé respondió a Moisés: «Reúneme setenta ancianos de Israel, de los que te consta que  que son ancia del pueblo y no la tengas que llevar tú solo. «Y al pueblo le dirás: Santificaos para mañana, que vais a comer carne, ya que os habéis lamentado a oídos de Yahvé, diciendo: «¿Quién nos dará carne para comer? Mejor nos iba en Egipto.» Pues Yahvé os va a dar carne, y comeréis. No un día, ni dos, ni cinco, ni diez, ni veinte la comeréis, sino un mes entero, hasta que os salga por las narices y os dé náuseas, pues habéis rechazado a Yahvé, que está en medio de vosotros, y os habéis lamentado en su presencia, diciendo: ¿Por qué salimos de Egipto?»

Moisés respondió: «El pueblo que va conmigo cuenta 600.000 de a pie, ¿y tú dices que les darás carne para comer un mes entero? Aunque se mataran para ellos rebaños de ovejas y bueyes, ¿bastaría acaso? Aunque se juntaran todos los peces del mar ¿habría suficiente?»
Pero Yahvé respondió a Moisés: «¿Es acaso corta la mano de Yahveh? Ahora vas a ver si vale mi palabra o no.»

Efusión del espíritu.

Salió Moisés y transmitió al pueblo las palabras de Yahvé. Luego reunió a setenta ancianos del pueblo y los puso alrededor de la Tienda. Bajó Yahvé en la Nube y le habló. Luego tomó algo del espíritu que había en él y se lo dio a los sententa ancianos. Y en cuanto reposó sobre ellos el espíritu, se pusieron a profetizar, pero ya no volvieron a hacerlo más.

Habían quedado en el campamento dos hombres, uno llamado Eldad y el otro Medad. Reposó también sobre ellos el espíritu, ya que no habían salido a la Tienda, eran de los designados. Y profetizaban en el campamento. Un muchacho corrió a anunciar a Moisés: «Eldad y Medad están profetizando en el campamento.» Josué, hijo de Nun, que estaba al servicio de Moisés desde su mocedad, tomó la palabra y dijo: «Mi señor Moisés, prohíbeselo.»
Le respondió Moisés: «¿Es que estás tú celoso por mí? ¡Ojalá que todo el pueblo de Yahvé profetizara porque Yahveh les daba su espíritu!» Luego Moisés volvió al campamento con los ancianos de Israel.

Las codornices.

Se alzó un viento, enviado por Yahvé, que hizo pasar codornices de la parte del mar, y las abatió sobre el campamento, en una extensión de una jornada de camino a uno y otro lado alrededor del campamento, y a una altura de dos codos por encima del suelo.
El pueblo se dedicó todo aquel día y toda la noche y todo el día siguiente a capturar las codornices. El que menos, reunió diez modios, y las tendieron alrededor del campamento. Todavía tenían la carne entre los dientes, todavía la estaban masticando, cuando se encendió la ira de Yahvé contra el pueblo, y lo hirió Yahvé con una plaga muy grande.

Se llamó a aquel lugar Quibrot Hatavá, porque allí sepultaron a la muchedumbre de glotones.
De Quibrot Hatavá partió el pueblo hacia Jaserot, donde acamparon.